Escrito: Por
Gerardo Zuluaga Monedero en 1971 o 1972.
Primera publicaci�n: Publicado por
Ediciones Camilo, en Bogot�, en 1973. Aparecio nombrando a dos personas
como los autores: Juan Pablo Mart�nez y Mar�a Isabel Izquierdo. Ambas son
invenciones del autor y en conjunto le sirvieron de nombre de pluma para este
libro.
Fuente del texto: Transcripcion de Juan Pablo Mart�nez
y Mar�a Isabel Izquierdo [Gerardo Zuluaga Monedero], ANAPO: Oposicion o
Revolucion, Ediciones Camilo, Bogota, 1973, proporcionada por Juan Pablo
Zuluaga, hijo del autor.
Preparado para el MIA: Juan Fajardo, septiembre de
2016.
Analizaremos el partido de ALIANZA NACIONAL POPULAR, fundamentalmente a trav�s de la instancia pol�tica, dentro del marco hist�rico de su proceso de formaci�n en unas condiciones determinadas y concluyendo en la estructura que a nivel de las clases y de la ideolog�a puede establecerse. No haremos por tanto un corte sobre Anapo sino que mostraremos su devenir y proyecciones futuras. Esto como requisito indispensable para la pr�ctica pol�tica, bien sea dentro y fuera de Anapo, debido a la importancia de esta organizaci�n en los actuales y pr�ximos a�os de la vida colombiana.
La primera parte contiene la historia del partido y las posiciones que va tomando frente a los acontecimientos, mostrando por supuesto el medio pol�tico- social respectivo. La segunda, un cr�tica sistem�tica sobre los materiales aportados, tratando de avanzar en el futuro inmediato del pa�s para ubicar con precisi�n el puesto de trabajo de un grupo revolucionario con posibilidades de acceso a las masas.
El documento tiene las caracter�sticas de un �Informe Pol�tico� y no debe buscarse m�s all� de su prop�sito.
La pol�tica colombiana vino realiz�ndose desde el siglo pasado con base en el funcionamiento del bipartidismo liberal�conservador. Sin embargo, al formarse el Frente Nacional en 1958 por necesidades inaplazables de la burgues�a, los dos partidos entraron a formar un bloque de poder que por su composici�n de clases y ligamento ideol�gico, lo presentaba en realidad como un solo partido en la defensa de unos mismos intereses. A trav�s de catorce a�os de existencia del Frente Nacional, exiguas querellas que alimentaron la vida de los partidos en a�os anteriores, terminaron por borrarse y hoy vemos c�mo ante nuevos hechos, buscan la uni�n definitiva, para seguir controlando en su totalidad el Estado capitalista. Por supuesto lo plantean como la unidad de grupos con distintas inclinaciones o tendencias, pero al fin y al cabo como un Bloque de Poder Econ�mico-Pol�tico, en capacidad de responder a sus necesidades de crecimiento interno y de replantear unos t�rminos de enfrentamiento con las nuevas fuerzas sociales emergentes. As�, la burgues�a colombiana, que cada vez m�s define su ingreso en el capitalismo, quiere sostener en el futuro cercano sus posibilidades de maniobra pol�tica institucionalizada, garantiz�ndose con ello las ventajas del Estado Representativo de cierto liberalismo pol�tico, sin que ello niegue que hacia un futuro no tan inmediato, tenga necesidad de recurrir al establecimiento de la �democracia de los generales� . Pero este paso ulterior s�lo podr� ser dado si la presi�n de las masas peque�o burguesas y proletarias es muy grande y las necesidades del bloque burgu�s le se�alan que debe recorrer un camino m�s largo antes de transar con el movimiento anterior.
La burgues�a cuando entra en su fase monop�lica se va afirmando paulatinamente como una fuerza excluyente de las otras fuerzas sociales. Por esto se estructura como un bloque pero que al mismo tiempo genera su contradicci�n. Esa contradicci�n, las clases resultantes de su desarrollo dependiente, peque�a burgues�a, proletariado y sobre todo subproletariado, m�s los rezagos del latifundismo que va en v�a de extinci�n, irrumpen con vigor a trav�s de dos grandes movimientos en la d�cada pasada: el Movimiento Revolucionario Liberal (algunos burgueses, peque�a burgues�a y proletariado) y Alianza Nacional Popular (Latifundistas, peque�a burgues�a, proletariado y subproletariado). Como respuesta natural frente a la burgues�a tenemos el surgimiento de movimientos no de clase sino policlasistas, donde la peque�a burgues�a va cobrando preponderancia. Alianza Nacional Popular (Anapo), �ltima pieza de la reacci�n en cadena frente a la burgues�a, representa el liderazgo de la peque�a burgues�a en alianza con el latifundismo y arrastra en el proceso a las masas proletarias y subproletarias. Pero la composici�n de clase y su expresi�n dominante dentro de Anapo, no significa una irrupci�n antag�nica frente al sistema burgu�s, algo que lo desquicie. Anapo, al recoger amplias masas en su seno, mantiene y conserva en t�rminos inmediatos la lucha de clases en un contexto peque�o burgu�s, por cuanto no deja profundizar la radicalizaci�n pol�tica de las masas. Utiliza el descontento para sus propios intereses de clase, con la seguridad natural de poder controlar y manipular el proceso al punto de buscar un sitio dentro de la estructura capitalista desarrollada por la burgues�a.
La direcci�n anapista no se radicaliza tratando de soldarse con el movimiento proletario, subproletario y campesino tal como lo demostraremos al analizar su pr�ctica pol�tica o en los discursos del General Rojas, especialmente el �ltimo, pronunciado el 14 de diciembre de 1971, donde incluso echa por la borda lo proclamado en Villa de Leyva. Los latifundistas y peque�o burgueses de Anapo juegan dentro de las contradicciones de la democracia burguesa. �Qu� planteamos entonces en el terreno pol�tico? La reanudaci�n del bipartidismo: por un lado el bloque burgu�s Liberal�Conservador y de otro, el bloque policlasista de Anapo que manipula a las masas. O sea, el nuevo bipartidismo, antiguo sostenedor del status quo. Sin embargo, lo hace en t�rminos nuevos en cuanto el bloque burgu�s va quedando sin respaldo en las masas, las cuales arrastra Anapo. Pero la l�gica del bipartidismo de �nuevo estilo" de acuerdo a los intereses de clase y las coyunturas econ�mico pol�ticas que se vivan hacia el futuro, es el de que si por un lado la direcci�n de Anapo busca no quebrar en la realidad el sistema capitalista sino asimilarse a �l, vivir de sus beneficios, y de otro lado las necesidades de la burgues�a le indiquen bien de su rechazo a este "plato de lentejas� o bien de su aceptaci�n, la l�gica ser� la de vivir bajo un r�gimen de generales o de gobierno anapista apoyando al gran capital, con algunos desperdicios populistas irrigados para el mantenimiento necesario de la clase burguesa. En otras palabras, el nuevo bipartidismo le sirve al statu quo durante algunos a�os m�s, neutralizando por igual el verdadero surgimiento de una fuerza proletaria que ya no est� al servicio de otras clases sino de s� misma, tal como sucede hasta nuestros d�as. Hoy el proletariado es una fuerza dominada y se hace preciso prever el futuro inmediato para cortar de ra�z el proceso y dar el salto revolucionario que defina la crisis.
Como revolucionarios tenemos la obligaci�n de analizar y conceptualizar acerca de la realidad pol�tica del proletariado y campesinado, las dos fuerzas motoras del proceso contra el capitalismo, se�alando luego los derroteros del movimiento revolucionario con toda claridad. En la presente coyuntura general no es posible que hagamos a un lado la claridad ideol�gica y la reemplacemos por interpretaciones acomodaticias, diciendo por ejemplo que no debemos tener una posici�n clara y combatiente frente a Anapo, pues ah� est�n las masas. �Craso error! Las masas permanecen dentro de Anapo arrastradas por el latifundismo y la peque�a burgues�a y puestas a su servicio, sin poder expresar sus propios intereses de clase. Lo necesario y revolucionario en los actuales momentos consiste en no hacer confusi�n con el se�uelo de un pretendido liderazgo revolucionario de los dirigentes anapistas. De este modo, corresponde mostrar el camino: que las masas proletarias formen su propia organizaci�n. Que no sean por m�s tiempo ap�ndice de otras clases sino conducci�n directa de s� mismas. Y en esto las vanguardias del proletariado, ya organizadas o por crearse, jugar�n un puesto de primer orden.
Se hace indispensable profundizar las contradicciones entre las fuerzas proletarias y la burgues�a, no retardarlas. La revoluci�n socialista surgir� no del pacto entre las clases sino del enfrentamiento radical entre ellas. Mas esto no se puede cumplir mediante grupos que traten de neutralizar las contradicciones. Adem�s, ya existen fuerzas revolucionarias, los tres grupos guerrilleros, que combaten con firmeza por un camino claro y decidido. La ruta ya est� trazada: Camilo tom� la bandera y cada vez m�s ondea con amplitud en el horizonte revolucionario. �Hace falta que articulemos un organizado y resuelto movimiento proletario para extender la lucha por el socialismo!
I As�, pues hemos podido persuadirnos de que el error fundamental de la �nueva tendencia� en el seno de la social�democracia rusa consiste en rendir culto a la espontaneidad, en no comprender que la espontaneidad de las masas exige de nosotros, socialdem�cratas, una elevada Conciencia. Cuanto m�s poderoso es el auge espont�neo de las masas, cuanto m�s amplio se hace el movimiento, m�s incomparable es la rapidez con que aumenta la necesidad de una elevada conciencia, tanto en el trabajo te�rico de la social democracia, como en el pol�tico y el de la organizaci�n.
El movimiento ascensional espont�neo de las masas, en Rusia, ha sido (y sigue siendo) tan r�pido, que la juventud socialdemocr�ta ha resultado poco preparada para cumplir esas gigantescas tareas. Esta falta de preparaci�n es nuestra desgracia com�n, la desgracia de todos los socialdem�cratas rusos. El auge de las masas se ha producido y se ha extendido en forma ininterrumpida y continua, y no s�lo no ha cesado donde hab�a comenzado, sino que se ha propagado a nuevas localidades y a nuevos sectores de la poblaci�n (bajo la influencia del movimiento obrero, se ha reanimado la efervescencia entre la juventud estudiantil, entre los intelectuales en general, hasta entre los campesinos). Pero los revolucionarios han quedado rezagados en este movimiento ascensional, tanto en sus �teor�as� como en su actividad, no han logrado crear una organizaci�n permanente que funcione sin soluci�n de continuidad, capaz de dirigir todo el movimiento".
II Un revolucionario blandengue, vacilante en las cuestiones te�ricas, limitado en su horizonte, que justifica su inercia por la espontaneidad del movimiento de masas, m�s semejante a un secretario de Trade Union que a un tribuno popular, sin un plan audaz y de gran alcance que imponga respeto incluso a sus adversarios, inexperto e inh�bil en su oficio (la lucha contra la polic�a pol�tica), �no es un revolucionario, sino un m�sero artesano! Lenin, �Qu� hacer?
El gobierno Rojas nace de la crisis general radicalizada en 1953. La fracci�n m�s reaccionaria del partido conservador en aquel entonces, el laureanismo, trataba de montar un Estado fascista: gobierno dictatorial omn�modo, mezcla de r�gimen corporativista y hereditario, con una religi�n oficializada, sostenido en un solo partido y representante de los grandes intereses industriales y latifundarios. Laureano G�mez manten�a como referencia ideol�gica el gobierno falangista de Franco, atacando las ideas liberales del estado burgu�s, tanto como el �peligro de oriente� que proced�a del socialismo. Daba su apoyo armado a los latifundistas quienes lo utilizaban para expulsar a los peque�os y medianos propietarios y crecer sus latifundios. La CTC fue duramente golpeada y en cambio la UTC, asesorada �moralmente� por los jesuitas, recib�a el apoyo gubernamental y extranjero.
Como para el funcionamiento de tal pol�tica era indispensable unificar org�nicamente a la burgues�a de ambos partidos y emplear altas dosis de violencia, la inestabilidad se hace patente. Los sectores m�s �democr�ticos� de la burgues�a conservadora en su momento, se alinean con Ospina P�rez y entran en conflicto con el laureanismo. El partido liberal, afectado por la violencia del gobierno, combate a todos los niveles: el pueblo se organiza en guerrillas rurales y la burgues�a en sus centros de producci�n y distribuci�n. Buena parte de la burgues�a no aceptaba entonces un prematuro fascismo de la econom�a y de la pol�tica, estando m�s por un sistema de libre juego empresarial, siendo que grupos claves como los comerciantes, resultaban afectados por el fuerte proteccionismo ante las mercanc�as extranjeras. De otra parte la econom�a norteamericana necesitaba expandirse, vender sus grandes acumulaciones de mercanc�as producto del crecimiento desorbitado por la guerra de Corea, y de la cual sal�an fortalecidos. Es la etapa del imperialismo vendedor y al cual no le conven�a el proteccionismo nuestro.
Hab�a presiones internas y externas para pactar la ca�da laureanista. Como f�rmula de arreglo burgu�s imponen a Rojas Pinilla. De inmediato recibe el apoyo p�blico del sector �ospinista� y del partido liberal. Aparece por tanto como un gobierno de �entendimiento� entre las direcciones de los dos partidos, significando una pausa en la batalla pol�tica y armada entre las masas que amenazaba en algunas regiones el poder tradicional.
Sin embargo, despu�s del primer a�o de gobierno militar y concordante con movimientos similares de Am�rica Latina unidos al imperialismo norteamericano, el gobierno va siendo cada vez m�s una gesti�n de los militares que de los partidos liberal y conservador. Es decir, aparecen las fuerzas armadas como nuevo grupo de poder en disputa con los partidos tradicionales. Rodean al gobierno personas que como Jos� Jaramillo Giraldo, Samuel Moreno D�az, Antonio Garc�a y Pab�n N��ez, deseaban Constituir una �tercera fuerza� que le diera piso pol�tico propio al general Rojas, contando para el caso con alg�n apoyo sindical, como era el de la CNT, grupo de la UTC.
Un poco al estilo peronista, se crean instituciones como el Banco Popular o Sendas, las cuales ofrec�an Cr�dito a personas de medianos recursos y daban cierto asistencialismo populista respectivamente. Mas con ello se afectaban ciertos intereses de la banca privada o del comercio, Esta mayor intervenci�n del Estado en la econom�a no se traduc�a en una planeaci�n, sino en el Estado como agente del comercio, es decir, otro competidor, que entre otras cosas a partir de 1954 hab�a pr�cticamente levantado el arancel de aduanas, declarando la libre importaci�n de manufacturas norteamericanas, enriqueciendo con ello a los grandes comerciantes pero simult�neamente afectando a los industriales por la competencia de bajos precios. Parte de las reservas obtenidas en base a los buenos precios del caf� son gastadas en el aparato militar � compra de existencias viejas de la guerra de Corea- y en art�culos de consumo para la casta militar.
A medida que el gobierno se afianza m�s como poder militar y pierde respaldo pol�tico liberal-conservador, orient�ndose a posiciones �terceristas� no muy claras para la burgues�a en su conjunto, entra en una fase represiva. Pero ella cubre sobre todo a las fuerzas populares organizadas �sindicatos, Partido Comunista, estudiantes, ligas campesinas� quienes manifestaban a su modo el rechazo de un aparato armado cada vez m�s violento, semejante a otros reg�menes latinoamericanos y apoyados todos en el imperialismo norteamericano del per�odo de la "guerra fria�. Por estas razones de doble fondo y cuando se aseguraba la reelecci�n de Rojas en el poder, o sea la continuidad anterior, se organiza la unidad anti-militar que iba desde la derecha laureanista desplazada del poder, hasta la izquierda comunista.
El gobierno Rojas fracasa para la burgues�a en su intento de canalizar la crisis, lo mismo que para las masas. Para los primeros supon�a un relevo paulatino de los puestos de mando econ�mico y pol�tico. Para los segundos significaba persecuci�n pol�tica y establecimiento no de una econom�a para el pueblo sino de un precario asistencialismo popular. La econom�a era entregada r�pidamente a los norteamericanos por medio de gravosos pr�stamos, casi US$ 500 millones y traficado el resto de divisas de los altos precios del caf�. Fueron casi US$ 3 mil millones de d�lares gastados en el comercio internacional cuando nuestra moneda se hallaba en escasa diferencia con el el d�lar (inici� a 2.60 y termin� a 7.70).
Pero el gobierno militar represent� en parte la insurgencia de sectores medios descontentos de los dos partidos tradicionales. Si bien no se basaba especialmente en ninguna Clase, pues tomaba decisiones contradictorias, puede decirse que primaban entre sus adherentes la peque�a burgues�a. Y quiz�s por esto mismo era incoherente su pol�tica. Sin objetivos definidos, tratando de constituir al Estado en �rbitro de la lucha de clases, la conclusi�n no pod�a ser otra que la ambiguedad y el aislamiento de las masas o de la burgues�a que le hab�a dado nacimiento. Y al final, semejando una criolla tragicomedia, en vista del ataque organizado de la burgues�a, busca el apoyo popular prometiendo �en vez de hacerlas� reformas como la nacionalizaci�n de la banca y del comercio internacional; pero cae en el vac�o, ya que las masas organizadas eran perseguidas y no quer�an prestarse a maniobras demag�gicas, pues la voluntad no era realizarlas. Sin embargo, la burgues�a frente al decurso de los acontecimientos apresura los pasos, da vacaciones pagadas a los obreros y pr�cticamente paraliza el pa�s.
El Partido Comunista �ilegalizado en tiempo de Rojas� ha mantenido una actitud de rechazo al gobierno Militar y as� vemos por ejemplo en la obra del dirigente Edgar Caicedo, Historia de las Luchas Sindicales en Colombia, lo siguiente (1971, p�g. 110):
Rojas Pinilla fue igualmente incapaz, con la dictadura militar, de estabilizar al r�gimen como conven�a a las clases dominantes. Su pol�tica levant� otra vez la resistencia popular. Pero la dictadura militar no se content� con las masacres de estudiantes y el arrasamiento de zonas campesinas, cuesti�n que no inmutaba a la gran burgues�a y que antes cohonestaba, sino que comenz� a meterse en grandes negociados. Por esos a�os el precio del caf� trep� a niveles jam�s conocidos (US$ 0.90 la libra) y el ingreso al pa�s de divisas era halag�e�o. El presupuesto p�blico se elev� para alimentar un enorme aparato burocr�tico, con entidades como el Banco Popular y Sendas, de fachada demag�gica, a cuyo amparo se enriquec�an ciertas capas medias de la burgues�a y los validos del gobierno militar, pero tambi�n para engordar las partidas de guerra y represi�n. Estas partidas, que en 1952 ascend�an al 20% del total, en 1954 representaron el 26% y en 1957 el 31%. Usufructuando el estado de sitio y la acci�n represiva en los campos, altos oficales, inclu�do el propio Rojas Pinilla, traficaban con ganados y tierras. Las divisas se derrocharon sin mayor provecho econ�mico y, sobre todo, en detrimento de quienes tradicionalmente las hab�an beneficiado: los grandes comerciantes e industriales. Cuando Rojas fue derribado, qued� una deuda exterior comercial atrasada de US$ 497 millones, que afectaba el cr�dito de los grandes importadores.
En cuanto a los acontecimientos presentados en los �ltimos meses de gobierno militar:
El proletariado tom� parte activa en esos acontecimientos pol�ticos. No fue simple espectador, como se ha querido aducir. Es cierto que el paro nacional no se origin� por iniciativa de los trabajadores. Muchos empresarios cerraron las f�bricas y hubo algunos que remuneraron a los trabajadores por el tiempo no laborado, para alentarlos a la acci�n. Pero los comunistas y algunos dirigentes de la casi extinta CTC, a pesar de la clandestinidad y la furiosa represi�n, pudieron orientar a no pocos sindicatos, los cuales no s�lo no se plegaron a las presiones y promesas del gobierno de Rojas Pinilla para formar una �Central Sindical Oficial� y una �tercera fuerza� pol�tica que sustentara su r�gimen prop�sito que apenas fue respaldado por la exigua CNT peronista y por algunos l�deres socialistas de derecha y �duranistas� sino que repudiaron adem�s la tentativa de �reelecci�n� del dictador y luego se lanzaron al paro convencidos de que era necesario poner fin a su funesto mandato.
La burgues�a liberal-conservadora pacta la ca�da del gobierno militar y sus principales dirigentes, Alberto Lleras Camargo y Laureano G�mez, llegan a acuerdos sobre c�mo se deb�a producir el relevo de Rojas. La paridad y la alternaci�n en el poder ser�a el emblema de la �reconciliaci�n� nacional. Es decir, ya no los gobiernos hegem�nicos sino el disfrute conjunto de la econom�a y de la pol�tica nacional. La f�rmula de arreglo burguesa no pod�a ser otra que la de �Frente Nacional�, si era que pensaban continuar org�nicamente con el mando del Estado. Surge el Frente Nacional como una necesidad engendrada en las circunstancias anteriores, representando un cambio cualitativo importante en la vida colombiana. Dejaban en suspenso el enfrentamiento bipartidista originando la estructura de un bloque de poder que se redistribuir�a los puestos del Estado y la programaci�n econ�mica general.
La f�rmula del Frente Nacional conlleva una superaci�n de los a�os anteriores, del enfrentamiento pol�tico, hecho correspondiente con el grado de concentraci�n de capitales a que hab�a llegado en los �ltimos a�os. Para tal proceso de concentraci�n econ�mica era indispensable una pol�tica org�nica, consecuente con los intereses del gran capital. Pero el arreglo pol�tico simult�neamente que representaba el paso necesario para los distintos sectores burgueses, el escape de la encrucijada, se muestra a los ojos del pueblo organizado como la verdad en descubierto: la burgues�a de los dos partidos no ten�a mayores contradicciones y en el momento preciso pod�a unirse en cerrado frente de gobierno. Al suspender la lucha entre los partidos se creaba cierto vac�o pol�tico, dando la imagen de completa unidad, sin partido de oposici�n que criticara y pusiera freno a los excesos gubernamentales. Si tenemos en cuenta que toda la vida nacional desde el siglo pasado se hab�a montado sobre el funcionamiento del bipartidismo, de la divisi�n vertical y omniclasista, puede comprenderse el cambio al formar un bloque de poder con tales caracter�sticas. En la pr�ctica deseaban realizar el �Partido del Frente Nacional� que no tuviera leg�timo contradictor. Sin embargo, a�n dentro de los mismos formuladores de la pol�tica burguesa cupo la inquietud de que el �descanso� en la lucha vertical de ambos partidos traer�a justamente a largo plazo una pol�tica de clases abierta, en sentido horizontal, poniendo en peligro todo el sistema. S�lo que a corto plazo necesitaban el arreglo bipartidista, dejando �para luego� la soluci�n del problema planteado.
En la realidad se presentaron divisiones por varias causas. El �leyvismo�, acaudillado por Jorge Leyva, levantaba la bandera del sectarismo conservador, mostrando la nostalgia de sectores m�s conservadores, por todo el poder, y quiz� la protesta de latifundistas ante la �blandura� del gobierno de Alberto Lleras frente a las guerrillas liberales. Dentro del partido liberal se inicia L�pez Michelsen con el claro y expreso prop�sito de reagrupar a las masas de su partido y evitar su desafecto, manteniendo estrat�gicamente un partido de masas.
La masa �lopista� va tomando poco a poco caracteres de divisi�n de clase; representaba en sus bases los intereses de grandes masas proletarias y peque�o�burguesas, contrarios a los del poder burgu�s. Es decir, al constituirse el Frente Nacional, el heterog�neo partido liberal con amplio respaldo en el proletariado, se reclasificaba en principio, pues grandes n�cleos no se sent�an representados en el acuerdo pol�tico. L�pez y su grupo dirigente se daban cuenta de ello y por eso mismo agitaban s�lo consignas partidistas, buscando la divisi�n popular bajo estilo diferente y conservando al mismo tiempo con plena vigencia, el bipartidismo.
Para la imagen �revolucionaria� del MRL ayudaban dos factores: su apoyo a la Revoluci�n Cubana y su alianza con el Partido Comunista. Este partido necesitaba respaldarse dentro de un movimiento de masas en cuanto hab�a sido duramente golpeado en los per�odos anteriores, coincidiendo adem�s con el auge real del movimiento proletario y su tesis de apoyo al grupo m�s progresista de la burgues�a, m�s democr�tico, contribuyendo al acentuamiento de las contradicciones dentro de �sta.
En el panorama internacional irrumpe la Revoluci�n Cubana con vigor. La juventud que carec�a de v�nculos en los partidos tradicionales hace suya la causa cubana y organiza los primeros actos de solidaridad con ella, en tanto que otros n�cleos preparan los focos guerrilleros de nuevo estilo, los de la experiencia castrista. Bayer, Larrota, Arango, Otero, son los primeros en surgir como fugaces dirigentes armados. Estas acciones fueron defendidas en muchos casos por jefes emerrelistas y transcurrieron por lo regular en zonas de agitaci�n pol�tica del MRL o tambi�n tomaron contacto con guerrillas anteriores. El gobierno de Alberto Lleras agit� h�bilmente cierto factor sicol�gico entre los campesinos: habiendo quedado concertada la paz entre los partidos no se justificaba reiniciar la lucha violenta, ya que adem�s ellos eran los directamente sacrificados, as� fuera denominada lucha revolucionaria. Para cumplir su cometido el gobierno planea la �rehabilitaci�n� que consist�a en dar dinero a viejos jefes guerrilleros, parcelas a sus familias, sobornando y desmoralizando con ello zonas de posible desarrollo armado. En otros casos, mediante artima�as se los cita en lugares precisos donde luego son asesinados. Al final, se tuvo como resultado el casi nulo respaldo campesino a los j�venes guerrilleros, quedando aislados, sin conexiones y tratados como simples bandidos. En resumen, despu�s de la d�cada sangrienta no era posible obtener una s�lida base rural, unas condiciones subjetivas propicias a la lucha guerrillera, as� las contradicciones sociales hubieren progresado.
�Pero qu� represent� pol�ticamente el gobierno de Alberto Lleras? Comparado con el decenio anterior �1948-1958� signific� algunas libertades, fen�meno favorable a la burgues�a en aquellos momentos pues abr�a las perspectivas electorales para muchos grupos, bien dentro de los aparatos oficialistas o bien dentro de las disidencias. El ejemplo cubano llegaba en un momento en que no hab�a condiciones propicias y s�lo encontr� eco en peque�os sectores radicales. As�, la burgues�a va superando poco a poco las distintas dificultades que ofrece el auge de masas urbano, como las huelgas del Valle del Cauca, que por amplitud y desarrollo le mostraron al pa�s algo nuevo en su estructura: la importancia de la clase obrera en la pol�tica popular. Entonces una fuerza de izquierda como el Partido Comunista se inclina cada vez por una l�nea de masas, legal, democr�tica, descontando en la pr�ctica su ligamen a grupos armados, as� tuviere n�cleos en autodefensa como Sumapaz, Marquetalia, etc. El anterior planteamiento le trae fuertes cr�ticas al partido comunista por otras organizaciones reci�n formadas, creando gran pol�mica sobre las v�as revolucionarias: si lucha directa contra el aparato armado burgu�s o apoyo en un movimiento de masas, fundamentalmente sobre la clase obrera, contando con el respaldo de sectores de la peque�a burgues�a y hasta de la burgues�a "nacional".
La lucha de masas era dejada en manos del MRL y a la relativa influencia del Partido Comunista. Mas, como la pretensi�n de los principales dirigentes del MRL era el jugar un papel "democr�tico" dentro del partido liberal, no radicalizar el movimiento as� lo pidieran las masas, los resultados no se hicieron esperar: las masas eran movilizadas con viejos estereotipos, conservando los mismos niveles de atraso pol�tico, el caudillismo, arribismo, la desorganizaci�n, el espejismo de creer en una burgues�a �nacional", desconociendo la forma como se articulaba tal burgues�a con el imperialismo norteamericano y su miedo natural a la radicalidad de la lucha de clases, con el ejemplo cubano a la vista. Los burgueses que dirig�an el MRL conoc�an muy bien el terreno que pisaban y su objetivo era guiar a las masas por otro sendero distinto. Eran disidentes t�cticos de la clase dominante que utilizaban a las masas para sus intereses personales y los del partido liberal en su conjunto. Por eso, la causa emerrelista no prosperaba m�s all� de los l�mites partidarios y luego de 1962, rompen con el Partido Comunista, cerrando toda posibilidad de conducir a las masas por un camino revolucionario, reduci�ndose a posiciones electoreras y de manipulaci�n caudillista. Fue el MRL un vasto movimiento de masas proletarias dirigido por la peque�a burgues�a y algunos miembros de la gran burgues�a liberal, cuyos objetivos no pod�an ir m�s all� de los "democr�ticos" si se los juzga con largueza.
Mas, la realidad econ�mica y pol�tica del Frente Nacional se encargaba de generar poco a poco su contrario. Si bien el MRL era manipulado c�nicamente desde arriba, la constante agitaci�n de masas iba sacando a �stas de los dominios bipartidarios, aun cuando ideol�gicamente fueren muy confusas sus ideas. De igual modo, en el partido conservador se iniciaba un proceso de reclasificaci�n pol�tica. Ello porque a la unidad de su burgues�a �no importa las divisiones del momento� grandes masas iban quedando poco a poco fuera de su influencia, como eran las masas campesinas que hab�an emigrado a las ciudades en busca de mejoramiento econ�mico, protecci�n pol�tica y social. En buena parte "la violencia" Se hab�a ejercido por los latifundistas con objeto de acrecer sus propiedades, provocando grandes desplazamientos migratorios. Y en la ciudad se vuelven m�s dif�ciles las formas de dominio tradicional que practicaba el partido conservador. Se trata pues de un doble proceso de desajuste: una l�gica en la modernizaci�n de la econom�a nacional y la dificultad pol�tica de la burgues�a de planear a largo plazo f�rmulas de contenci�n social.
En tal contexto, inicios del Frente Nacional, regresa Rojas Pinilla y Se presenta en el Senado a responder de las acusaciones por mal gobierno. Tanto su regreso como el debate transcurren dentro de gran dramaticidad y a la postre, sale condenado pol�ticamente por la burgues�a, pero habiendo dejado la imagen de proscrito calumniado, de m�rtir. El hecho de que sea la burgues�a y sobre todo el "laureanismo", los atacantes de Rojas, empez� a darle cierto cariz popular a su causa. Luego de alg�n tiempo �ste inicia campa�a entre las masas conservadoras para contrarrestar las diatribas burguesas, rode�ndose de antiguos exmilitares, de algunos validos de su r�gimen �y de hombres como Samuel Moreno de trayectoria falangista lo mismo que posteriormente de Hernando Olano Cruz, de igual tendencia-, pero con el cuidado pol�tico de agitar consignas no partidistas.
Durante los primeros meses pone de presente los criterios con los cuales se fundaba Anapo: el movimiento surg�a como una necesidad de reivindicar el gobierno militar, a la familia Rojas; con un estado mayor compuesto por los amigos del general; con dirigentes salidos del conservatismo, y de orientaci�n ideol�gica cercana al falangismo, dando la impresi�n de ser una disidencia del partido conservador m�s que la insurgencia de un nuevo partido, practicando sin embargo una pol�tica cercana de las masas por su contacto permanente con ellas, no vali�ndose de f�rmulas muy elaboradas sino simplistas, que reflejaban tanto la cultura de quienes las agitaban como de quienes las recib�an. Con estas caracter�sticas va trabajando y poco a poco va logrando su apego en las masas conservadoras o de marginados en las ciudades. Su imagen de hombre fuerte va reemplazando paulatinamente a las figuras legendarias del conservatismo, suponi�ndolo cargado de fuerte odio a los dirigentes bipartidarios por haberlo derrocado.
Es la primera vez que surge un movimiento con tales caracter�sticas dentro del Partido Conservador en toda su historia. S�lo en el Liberal hab�a sucedido tal cosa (en este siglo Uribe Uribe, Gait�n y L�pez Michelsen). Ello explica que todos los dirigentes, altos y medios de Alianza Nacional Popular en un principio fueran conservadores, sin fricciones ideol�gicas. Sobre aquellos presupuestos ten�a la posibilidad de Seguir creciendo dentro de las masas conservadoras y presentar su caudillo en rivalidad con los tradicionales de aquel partido: Laureano G�mez y Mariano Ospina. Por el estado de atraso pol�tico del pueblo y tambi�n, como un cansancio de la farsa burguesa y de sus partidos, la opci�n Rojas fu� paulatinamente la m�s f�cil que se le ofrec�a en el inmediato futuro como la propicia para apartarse de sus viejos dirigentes. Vemos entonces que la contradicci�n frentenacionalista dentro del partido conservador fue resolvi�ndose por el lado negativo del caudillismo existente, tomando lineamientos populares a medida que la pol�tica burguesa se alejaba m�s de las masas, consecuente con su proceso de concentraci�n del poder econ�mico y pol�tico. La Anapo y el MRL fueron en sus or�genes las respuestas dentro del sistema tradicional colombiano, copiando y reproduciendo varios de sus errores y limitaciones, con el fondo com�n del caudillismo y electorerismo, asentados en sectores de masas pero dirigidos desde "arriba", con un aparato organizativo d�bil y agitando consignas m�s o menos populares de acuerdo a las condiciones.
En el per�odo de Guillermo Le�n Valencia (1962-1966) nos encontramos ante un crecimiento de las contradicciones sociales y pol�ticas.
El pago de la deuda extranjera en el per�odo anterior, as� como la baja continua del caf� desde 1957, hab�an debilitado al m�ximo las reservas monetarias. Si a esto sumamos el freno industrial resultante de la gesti�n Rojas, las migraciones campesinas y las dificultades para integrarlas en el escaso incremento productivo, vemos que se traducen con fuerza en una gran inestabilidad social y pol�tica, proliferando los "paros c�vicos", las huelgas universitarias y sindicales. Las burocracias liberal y conservadora se enredan con avidez en la repartici�n de los puestos p�blicos �la "milimetr�a"�y las fuerzas armadas resurgen poco a poco hasta constituirse en puntal estrat�gico del sistema. Se inicia el plan de Reforma Agraria, pero fruto de la componenda con los sectores latifundiarios que la dirigen desde el Ministerio de Agricultura, se convierte en la pr�ctica en un aparato formal �Incora�, con poder de negociaci�n de tierras incultas y de baja calidad, mostrando r�pidamente su inoperancia, su falta de dinamismo e instrumento al servicio latifundiario para salir de las peores tierras.
Estos elementos que afloran en los inicios del per�odo Valencia se van a profundizar en los a�os siguientes. En los medios de la burgues�a, se muestra un regateo entre sus distintas facciones, tomando alternativamente la direcci�n alguno de sus grupos, Andi, Fenalco, Fedeg�n, Sac, al punto de crear grandes incoherencias en las decisiones gubernamentales. Creemos que por la falta de un desarrollo mayor del sector industrial y de otra parte, el no planeamiento en tal sentido por el gobierno quiz� por el acelerado aumento de la curva que se�alaba el cierre futuro de la industrializaci�n sustitutiva de manufacturas y por los factores anotados en principio, las facciones burguesas luchan entre s�, no definiendo coherentemente la pol�tica a seguir. Pero en la pr�ctica hubo resultados concretos, por ejemplo, la casi nula Reforma Agraria, lo que nos induce a pensar en la gran influencia del sector latifundiario sobre el resto de burgues�a. El crecimiento de la deuda externa, la dependencia del Fondo Monetario Internacional y el alineamiento en la pol�tica colonialista de la OEA, son �ndices tambi�n de la mayor presi�n norteamericana y la baja capacidad de regateo de la burgues�a colombiana en ese per�odo.
En medio de esta pol�tica el ej�rcito va emergiendo de nuevo como una fuerza org�nica, directamente vinculada al imperialismo norteamericano. Sobre esta base es planeada la conocida "Acci�n C�vico Militar", orientada desde los USA y utilizada en las zonas "conflictivas� como Marquetalia, R�ochiquito, Guayabero, Pato, Sumapaz. Estas regiones de antiguas guerrillas apoyadas por el Partido Comunista, permanec�an marginadas de acuerdo a las t�cticas del P.C., Conserv�ndose como zonas de resistencia, sin ofrecer mayores peligros al sistema. Sin embargo, por las necesidades de la burgues�a y del imperialismo, de adiestrar, mejorar y desarrollar las t�cticas antiguerrilleras para un futuro y como medida preventiva, estimuladas por las crecientes dificultades del gobierno, exig�a golpear a las organizaciones de izquierda. Se invade a las regiones mencionadas y al no poder aniquilar a los grupos guerrilleros se opta por sacrificar a las masas campesinas, a otros se los destierra de la regi�n y quedan las zonas bajo control de puestos militares permanentes.
A medida que se prolonga la crisis y el aparato militar lleva la iniciativa en campos y ciudades, varios n�cleos revolucionarios organizan comandos armados en las ciudades, m�s con car�cter terrorista que de organizaci�n en capacidad de quebrar el aparato burgu�s. Las juventudes del MRL terminaron por separarse del aparato de masas y electoral del movimiento, orient�ndose bajo las posiciones cubana y china. Son precisamente algunos de sus militantes junto con otros de la Juventud Comunista, los que posteriormente constituyen el n�cleo principal del ELN cuya primera explosi�n revolucionaria ocurre el 7 de enero de 1965 en Simacota, Santander. Por la fuerte organizaci�n y su v�nculo urbano, el ELN figur� por algunos meses como una fuerza llamativa, capaz de iniciar positivamente la guerra popular.
A mitad de 1965 y en medio de la crisis pol�tica descrita, surge Camilo Torres. Vinculado a�os atr�s a trabajos populares de desarrollo de la comunidad con grupos universitarios, despliega una gran campa�a en torno a la formaci�n de un frente revolucionario, con todas las organizaciones posibles: Partido Comunista, Ej�rcito de Liberaci�n Nacional, Movimiento-Obrero-Estudiantil-Campesino, Democracia Cristiana, Vanguardia Nacionalista Popular, y los no alineados, o sea los no pertenecientes a ninguna de estas agrupaciones, pero que constitu�an la mayor�a. Desde un principio se vi� que la convivencia de los grupos mencionados en un frente unitario era insostenible por las disputas ideol�gicas. De otra parte, Camilo estaba m�s preocupado por hacer una gran movilizaci�n de masas que de conformar un partido revolucionario. En tales circunstancias, las pugnas internas socavan el trabajo popular y a los pocos meses la dispersi�n es un hecho. Camilo, de acuerdo a un plan prefijado desde los inicios del movimiento. ingresa al ELN, y muere combatiendo.
�Cu�les son las caracter�sticas generales del Frente Unido y las razones de su disoluci�n? Es de conocimiento que Camilo no ve�a correcto estructurar un nuevo movimiento, preferentemente urbano. El plan de lucha estaba concebido en t�rminos de agitaci�n de masas seguido de guerrilla rural. Ello quer�a decir que el catalizador, el centro del Combate ser�a la guerrilla y desde all� dirigir las operaciones pol�tico�militares de toda la estructura. Las operaciones urbanas no podr�an seguir como las de un movimiento de masas, sino de brazo clandestino, receptor de combatientes y quiz� operador de ciertas acciones de acuerdo a los planes. Desde este punto de vista, de su l�gica interna, es posible aceptar la bondad del plan.
Sin embargo, a pesar del deterioro del gobierno y la gran agitaci�n pol�tico�social de aquel entonces, no parec�a muy apropiado escoger la v�a guerrillera rural como la �nica forma de lucha revolucionaria. Y en este sentido, la presencia de Camilo era m�s importante dentro de las masas urbanas, sirviendo de catalizador irremplazable para desencadenar el gran movimiento de masas y su estructura disciplinada. El MRL ven�a desmoron�ndose por su pol�tica inestable frente a las luchas populares, la deserci�n de varios de sus dirigentes y la claudicaci�n de tesis sostenidas en principio. El P.C., d�bil, con bajo desarrollo de sus cuadros y m�s empe�ado en participar en las elecciones de 1966. En pocos meses fue visible que las masas de los partidos tradicionales y m�s quienes no hab�an participado en ellos, los "no alineados", eran atra�dos por el nuevo caudillo, quien logr� desatar en breve per�odo la m�s grande agitaci�n popular hasta el presente, incorporando a su paso a las masas estudiantiles. grupos de clase media radicalizados, clase obrera y publicando un semanario considerado el me- jor de la izquierda durante mucho tiempo. Por tales circunstancias cabe preguntarse si el esquema de agitaci�n - guerrilla rural, no ha debido de modificarse al menos por un tiempo, mientras con intenso trabajo sobre las ciudades lograba estructurarse una gran fuerza pol�tica que socavara con efectividad las bases de los partidos tradicionales, del MRL y la Anapo. Ante la orfandad que produc�a el MRL, Camilo hubiera recogido un amplio trabajo popular y Anapo es muy posible que hubiera perdido toda importancia pues no pod�a competir ni a nivel agitacional, ideol�gico, equipos medios y caudillo.
�Y cu�l fu� la conducta pol�tica de ANAPO en todo el per�odo?
Guillermo Le�n Valencia hab�a sido uno de los principales dirigentes de la ca�da de Rojas en 1957. Durante su gobierno hace poner preso a Rojas y varios de sus amigos, por algunos d�as, al descubrirse intentos de golpes de Estado entre los dirigentes anapistas y algunos militares. Planteaban el golpe de Estado como v�a f�cil, a espaldas del verdadero trabajo popular, v�a por lo dem�s de acuerdo con la mentalidad mili- tarista y falangista de varios de sus dirigentes que, como Hernando Olano Cruz, pasaban por los ide�logos del partido.
Cuando Camilo, las masas anapistas se pasaban f�cilmente al Frente Unido, motivo por el cual era atacado en ocasiones, conservando sus mandos recelo por su presencia. Tanto para el MRL como para Anapo fu� un gran descanso el que Camilo hubiera escogido la guerrilla como l�nea pol�tica, pues les quedaba el campo libre para sus componendas electorales; la propaganda sin principios, oportunista; la oposici�n simulada, dentro del sistema, que le garantizaba estar subvencionada por el Estado burgu�s; el aprovechamiento del desconcierto de las masas, de su baja cultura, para la edificaci�n de caudillismos sin principios, paternalistas, amorfos, seudodemocr�ticos; de "estados mayores" carentes de toda honradez pol�tica y direcci�n positiva para las masas. De 1960 a 1964, Anapo crece dentro del partido conservador m�s como disidencia, agotando hasta cierto punto su crecimiento dentro del mismo. Sin embargo, despu�s de las elecciones de 1964, y cuando se acercaban las de 1966, grupos liberales comienzan su acercamiento a la Anapo. Tenemos entonces que para las elecciones presidenciales de 1966, Anapo va con un Candidato liberal, Jos� Jaramillo Giraldo, antiguo amigo de la casa Rojas. Tambi�n se incorpora Alberto Zalamea. Ello le da visos de unidad popular que va rompiendo con el conservatismo aplastante de un principio. Mas, en esa elecci�n de 1966 se recibe el apoyo en parte del "laureanismo", grupo clerical y latifundiario del conservatismo. �Casual ese apoyo para enfrentarlo a Carlos Lleras? No. En esos momentos Anapo es una defensora del latifundio, recibiendo dinero de varios grandes propietarios. Es que Rojas durante su gobierno hab�a dado mejores garant�as a los ganaderos, por ejemplo, convirti�ndose �l mismo en propietario de algunos fundos. Igual cosa podr�amos decir de ciertos jefes anapistas. �Y sobre qu� masas ejerce Anapo su predominio pol�tico? En reducidas zonas atrasadas del campo pero fundamentalmente en el lumpen urbano. La correlaci�n de fuerzas puede plantearse como unas masas de baj�sima conciencia pol�tica y unos mandos latifundiarios, de procedencia conservadora casi en su totalidad.
Podemos cerrar este ciclo del gobierno Valencia con un breve esquema elaborado en 1962 por el FUAR (Frente Unido de Acci�n Revolucionaria) y que se cumpli� a trav�s de toda la administraci�n citada, con ligeras variantes:
"Presupuestos de dicho gobierno, que se incrementar�n en el futuro, son los siguientes: unidad de la burgues�a de todos los partidos �incluyendo la variante t�ctica del lopismo� contra el pueblo en general; represi�n para los sectores consecuentemente revolucionarios, a quienes se tratar� de aislar de la "oposici�n legal"; anticomunismo, anticastrismo, birchismo en grande escala contra la aut�ntica izquierda y escogencia de algunos movimientos como "chivos expiatorios" de la represi�n; utilizaci�n de la demagogia de la "Alianza para el Progreso� para neutralizar las luchas populares con aparatosas inversiones sociales; combate a fondo contra el gobierno y pueblo cubanos, abanderando continentalmente los planes imperialistas de invasi�n a la isla; represi�n sindical y universitaria mediante procedimientos "legales"; cruda y feroz violencia contra los movimientos campesinos organizados, imponiendo salvajemente la consigna de "sangre y fuego"; intensificaci�n de la entrega a los monopolios norteamericanos de nuestra econom�a internacional; ...aumento de las cargas impositivas de nuestras fuerzas armadas y de nuestra pol�tica al pueblo mientras crece la burgues�a parasitaria, utilizada en funci�n del soborno popular" (FUAR, Conclusiones Pol�ticas del Primer Congreso, agosto de 1962).
Adem�s de lo que hemos mencionado en principio, hechos como la devaluaci�n oficial de la moneda impuesta por el FMI, que produjo grandes ganancias a la burgues�a pues lleg� a saberse por ella con anticipaci�n de la medida gubernamental, comprando millones de d�lares y que luego a la nueva tasa de cambio se tradujo en ganancias netas; la masacre de los obreros en Santa B�rbara (Antioquia) siendo ministro de Trabajo, Belisario Betancur; el impuesto a las ventas posteriormente trasladado a las masas consumidoras, son muestras reales del grado de deterioro de la pol�tica burguesa de entonces y su reflejo inmediato en la p�rdida del poder de los partidos tradicionales, siendo el campo f�rtil para el crecimiento de la lucha popular. Mas ese mayor grado de concentraci�n de capital que va logrando la burgues�a y el consiguiente perjuicio para las masas proletarias y medias, que motiv� fuertes protestas de ellas, fu� saboteado por los dirigentes del MRL que comprendieron la crisis y comenzaron su paulatina transacci�n con la burgues�a. Es muy aleccionador ver c�mo a medida que se desarrollaban las batallas populares, los otrora dirigentes oposicionistas aletargaban a las masas, reduci�ndose a protestas formales en el parlamento, pero no desencadenando en la realidad una lucha popular.
Lleras Restrepo representa para la burgues�a un paso adelante. En el per�odo Valencia fu� claro el forcejeo permanente entre los sectores burgueses para tratar de controlar el gobierno en su favor particular.Surge entonces dentro de los capitalistas la necesidad de reorganizar el aparato administrativo y econ�mico del Estado y la sociedad en general. Ello exige mayor presencia del Estado, definir las metas de crecimiento, fortalecer la infraestructura b�sica del sistema. En otras palabras, racionalizar e instrumentalizar el aparato estatal y la base econ�mica para garantizar la continuidad y reproducci�n del sistema capitalista. De acuerdo a los modalidades del capital, de su predominio por los sectores industrial-financiero, el Estado deb�a programar el tipo de desarrollo, de exportaciones, vinculaci�n al capital imperialista y definir una pol�tica agraria.
Lleras inicia el gobierno tomando algunas medidas monetarias. Da garant�as a los aparceros y arrendatarios, golpea fuertemente las protestas estudiantiles y del�nea la estrategia de acumulaci�n capitalista para que, en cabeza del Estado y el sector m�s desarrollado de la econom�a, el gran industrial, se formen polos acumulativos con capacidad de crecer significativamente y desde ah� planear la forma de crecimiento. Acorde con esta pol�tica, se traza el camino para la clase obrera: utilizando el esquema de salarios est�ticos-menor inflaci�n, se restringen al m�ximo los aumentos de salarios, obteniendo los empresarios fuertes ganancias. Para los grupos medios, reforma tributaria, de modo que se arbitren mejor los impuestos derivados de las rentas de trabajo. As�, tanto los grandes empresarios como el Estado se refuerzan econ�micamente y en cuanto al segundo, representaba una mayor capacidad de endeudamiento extranjero y que al finalizar el per�odo, 1970, Se acercaba a los 1,700 millones de d�lares. El Instituto de Fomento Industrial (IFI) es reforzado con objeto de tomar la iniciativa industrial y en algunos casos, formar empresas que posteriormente ser�an entregadas a los financistas privados; el Incora recibe fuertes cantidades de dinero para crecer el ritmo de compras de tierras y de asistencia t�cnica. En algunas ciudades las obras p�blicas son fomentadas con objeto de modernizarlas al tiempo que se creaba empleo masivo. La Constituci�n Nacional es reformada para entregar mayores poderes al ejecutivo y agilizar el aparato administrativo; buena parte de las leyes es modificada y puesta en funci�n de las necesidades del desarrollo.
Todo lo anterior se�ala al pa�s un rumbo preciso del Estado y de toda la burgues�a colombianas: se trataba de reajustar la estructura en su conjunto de acuerdo a las nuevas necesidades impuestas por el crecimiento y las explosiones antag�nicas entre las clases, vividas con alguna intensidad en el cuatrenio anterior. En la parte pol�tica implicaba reprimir a los movimientos populares y dar la imagen de un gobierno fuerte, pleno de autoridad. Es que reformismo neoliberal no significa democratizaci�n del aparato burgu�s, sino refaccionamiento de los mecanismos de poder para viabilizar el engranaje capitalista de producci�n y reproducci�n econ�mico-social. Varias veces los estudiantes son reprimidos, al igual que los maestros y obreros, poniendo fin a los "paros c�vicos". Si en el per�odo de Guillermo Le�n Valencia las masas se hicieron presente bajo distintas formas, en el nuevo gobierno lo que vino a imperar fue un permanente r�gimen de fuerza, indispensable para garantizar el orden burgu�s, luego que se descubri� por las fuerzas organizadas el contenido de las medidas gubernamentales, promovi�ndose hechos de masas.
�Cu�les fueron los otros presupuestos del gobierno Lleras Restrepo? En las elecciones parlamentarias de 1966 el sector "llerista" obtuvo gran mayor�a sobre L�pez Michelsen. Adem�s su plataforma conten�a gran parte de las tesis "emerrelistas". L�pez, quien jugaba a la unidad liberal de tiempo atr�s, acepta el nuevo gobierno; algunos de sus dirigentes son promovidos en la burocracia oficial, incluido el mismo L�pez. En el partido conservador la facci�n "ospinista" sumerge a la de G�mez Hurtado, en las mismas elecciones. As�, los resultados electorales posibilitan la salida "desarrollista� de la burgues�a y su predominio industrial, dejando fuera del control pol�tico a los latifundistas. La unidad liberal crea en torno del gobierno una fuerte corriente de apoyo, la imagen de "izquierda" indispensable para enga�ar a las masas acerca de las reformas. El "laureanismo" qued� contrahecho pero haciendo oposici�n latifundiaria contra los planes agrarios, lo cual se presenta como complemento l�gico de lo anterior y por tanto, en causa de perplejidad para muchos que clasificaban entonces al gobierno como de izquierda. La pol�tica distributiva en el campo agrario dise�ada por el gobierno, empez� a practicarse con mayor poder, con las consecuencias de radicalizar al latifundismo, pero al mismo tiempo dando paso a la insurgencia de los campesinos, al punto de montar las "Asociaciones de Usuarios Campesinos", vertebrando en hip�tesis para el gobierno, estos movimientos de masas.
Los dos primeros a�os del gobierno llerista no fueron muy propicios para ANAPO. Es que ante el creciente racionalismo burgu�s, la dirigencia desconoc�a el fondo del problema planteado y manten�a las mismas consignas sobre la "oligarqu�a", siendo incapaz de explicar las nuevas situaciones. O sea que Anapo no plantea nada serio para enfrentar al gobierno. Los 700.000 votos conquistados en 1966 parec�an dilu�rse. As�, en las elecciones intermedias de 1968, s�lo aglutina 400.000. En ese momento se necesitaba perfeccionar el instrumento cr�tico y agitar a las masas mediante reivindicaciones concretas para quebrar el espejismo de un gobierno progresista en la forma, pero accionado por los intereses del gran capital nacional y norteamericano. M�s de un modo natural que proyectado, en la medida que el MRL se aline� con el gobierno, algunos de sus dirigentes menores, dejados atr�s por la Coalici�n, buscan instintivamente pr�ctica pol�tica dentro de Anapo. Frente a esas circunstancias, son recibidos con cierto recelo pero comprendiendo su necesidad por razones electorales, les dejan alg�n campo libre. Sustentados por arriba en Alberto Zalamea y Jaramillo Giraldo, miembros del Comando Nacional, van desarrollando su labor y en 1968 obtienen cerca de 100.000 votos como "Anapo Liberal".
Como producto de las elecciones de 1968, el gobierno alentado por el respaldo m�s o menos importante a su pol�tica, impone los proyectos de reforma. Es decir, pasa del planteamiento a la propia acci�n, o sea, al experiencia para las masas de la nueva pol�tica burguesa. Las consecuencias no se dejan esperar. Tanto los sectores medios, obreros y hasta latifundarios comprenden que su papel en el "desarrollismo", es pagar directamente a la gran burgues�a su proyecto. Entonces, si a los dirigentes anapistas no les pasaba por su cabeza el desarrollar una pol�tica diferente, m�s agresiva y con perspectivas para las masas, el funcionamiento de la estructura neoliberal que trataba de ajustar el gobierno, abr�a el camino para la protesta popular. Se vinculaba de otra parte, la elevaci�n de los impuestos a los partidos tradicionales, ya definida como estaba la direcci�n de �stos por las facciones capitalistas. Y, sin propon�rselo, Anapo iba recogiendo poco a poco el descontento, quiz� como la �nica fuerza de masas todav�a existente con posibilidad de realizar una protesta dentro de los canales "democr�ticos". Los partidos liberal y conservador, en el primer a�o despu�s de 1968 no se hab�an dividido y por tanto Anapo se perfilaba como el �nico movimiento en capacidad de recoger el resultado antipopular del desarrollismo capitalista.
En medio del enfrentamiento que las medidas gubernamentales iban creando, surge un importante hecho: el debate agrario de Vives Echeverr�a y la denuncia de los negociados por funcionarios del Estado. Su transmisi�n por la radio crea un clima de gran inseguridad para el "llerismo". Vives resulta apoyado por Anapo e incluso en las votaciones para definir su inmunidad parlamentaria, por sectores del partido conservador. En el fondo, se debati� acerca del plan Lleras de Reforma Agraria, lo que di� a la postre una coalici�n de las fuerzas latifundiarias adversas a ella.
Luego afloraron otros problemas: los salariales, los estudiantiles, al punto de realizar paros en gran escala. Con el correr de los d�as en 1969, emergen las fuerzas afectadas por el crecimiento desarrollista: los terratenientes e industriales vinculados a la agricultura presionan con vigor dentro del conservatismo y dividen aquel partido en su convenci�n cuando se trataba de escoger candidato presidencial. Forman su bloque conjuntamente con algunos terratenientes liberales y bajo la apariencia de un movimiento regional, se agrupan alrededor de Evar�sto Sourd�s. Y as� llegar�n hasta las elecciones de 1970. Igual cosa ocurre con los sectores medios nucleados bajo el nombre de Belisario Betancur. M�s que una divisi�n conservadora, lo resultante es la insurgencia p�blica y definida de la clase media, con banderas ideol�gicas dem�cratas cristianas, recogiendo en su seno a liberales, conservadores y gentes nuevas, tratando de alinear sectores obreros en su favor. En casi todos los departamentos el belisarismo organiz� listas bipartidistas pero escogiendo sus dirigentes sin concretar posiciones definidas de �stos. Al final, luego de las elecciones, va ser la causa del paso de varios al gobierno. Sin embargo, lo importante era agitar un planteamiento de clase media en disputa con el poder tradicional, as� el mismo "belisarismo" recogiera en parte las bases del fenecido "laureanismo" bajo nuevo ropaje ideol�gico. Ello indica tambi�n que la vieja facci�n conservadora se divid�a en sus intereses de clase pues los terratenientes andaban bajo el "sourdismo".
Anapo llega a las elecciones del 19 de abril con cuatro fuerzas en su seno: latifundistas, clase media, clase obrera y marginados. Y las tres primeras, las m�s afectadas por el "llerismo�. Combinaci�n de fuerzas no casual, de acuerdo al tipo de crecimiento adoptado por la burgues�a. Frente a Sourdis y Betancur ya descritos, y ante Pastrana candidato del "ospino-llerismo", Anapo con Rojas a la cabeza s�lo agitaba un populismo contradictorio, como el contenido en el "dec�logo".
Los dirigentes anapistas van a las elecciones desplegando una aparente gran organizaci�n, pero que en el fondo s�lo respond�a a los intereses electorales. No se cre�a en el triunfo. Se trataba de un combate donde primaban las aspiraciones individuales, deseos de asegurarse por alg�n tiempo los sueldos oficiales, las "becas" que ofrece el Estado burgu�s a la "oposici�n democr�tica". Buena parte de la campa�a se financia con dineros latifundiarios y de peque�os burgueses en trance de jefatura. El objetivo de ganar las elecciones no era asegurar una mayor�a que le permitiera capturar el poder, sino simplemente sumar curules. Rojas se presenta en la televisi�n como el hombre "bueno", conciliador, que no va a despojar a la oligarqu�a de su poder econ�mico sino meramente pol�tico (?).
Sobrevienen los acontecimientos del 19 de abril de 1970. El "estado mayor" anapista queda perplejo ante la votaci�n alcanzada y la crisis que desencadenar�a. El primer acto fu� tratar de amenazar "por lo alto" mediante un comunicado, mas se da la orden secreta de no movilizar a las masas. Es decir, asustar pero no presentar combate. Luego se pacta de hecho con la burgues�a, pues en la pr�ctica no dejaba romper el estado "democr�tico".
Fiel a su naturaleza electorera, la maquinaria anapista no se pod�a plantear la necesidad de construir una organizaci�n para caso semejante y propiciar un ascenso ideol�gico y organizativo en las masas. Es decir, en la pr�ctica operaba como los partidos tradicionales, con mayor agitaci�n por encausar al pueblo, mas no tratando de superar el momento, montoneras guiadas por el caudillismo, el sentimiento, los deseos burocr�ticos. Un partido en esas condiciones no puede crear coyunturas revolucionarias y ni siquiera se aprovecha de las existentes. No lleva la iniciativa y tampoco reacciona con vigor ante los hechos. De ah� que los "dirigentes" del Comando Nacional expidan casi una carta de guerra al gobierno, con objeto de no perder prestigio ante las masas y "decir algo" en la crisis. Pero combinan tal declaraci�n con la orden a los comandos departamentales de no hacer nada en sus regiones. Nada de echar abajo el estado democr�tico pues las prebendas correr�an peligro.
Todo esto prueba que un partido sin coherencia ideol�gica, sin principios organizativos m�s all� de los electorales y sin haber acostumbrado a sus masas al combate cotidiano, con cuadros dirigentes arr�bistas manipulado caudillistamente, le es imposible transformarse en revolucionario. Es bien distinto entre hablar un lenguaje "izquierdista" y poner a funcionar una maquinaria resuelta a la toma del poder. El izquierdismo s�lo sirve para recoger el descontento de las masas pero su secuela es el practicar una pol�tica burguesa con distinta etiqueta. Los dirigentes anapistas no trataron de hacer una pol�tica de apertura revolucionaria sino politiquer�a a otro nivel. Y como era de esperar, las masas anapistas no desencadenaron aut�nomamente un vasto ciclo de luchas populares, pues permanentemente son intoxicadas con el caudillismo enervante de "esperar la orden del general". Se produjo una distorsi�n pues no reaccionaron ante el enemigo de clase sino que perplejamente esperaron la orden del caudillo. Y como �ste las tom� para el otro lado, el compromiso de hecho con la burgues�a, vino su pasividad. Sus dirigentes y por tanto sus masas, desconocieron en aquel momento el salto cualitativo de toma del poder, sencillamente porque les resultaba imposible ideol�gica y organizativamente hacerlo. Es que para realizar ese paso es necesario haber pasado por la escuela de una verdadera pr�ctica revolucionaria, de luchas permanentes y no burocr�ticas o de meras protestas parlamentarias. En esas condiciones, su din�mica era s�lo evolucionista, sin posibilidades para desencadenar coyunturas favorables, dependiendo de lo que hiciera la burgues�a. �Y no ser� que en el fondo, el "Estado mayor" no se plante� deliberadamente los problemas de toma del poder, sino de la convivencia oportunista en la democracia representativa?
�Y cu�les fueron las actividades de Anapo entre el 19 de abril de 1970 y el 13 de junio de 1971? No puede causar sorpresa por lo dicho hasta el momento, que durante los primeros d�as despu�s de las elecciones, hombres del latifundismo apoyaran a Rojas mientras se defin�a la Crisis, como fu� el caso de Alvaro H. Caicedo, industrial, terrateniente, comerciante y due�o de los peri�dicos "El Siglo" y "Occidente". Mar�a Eugenia Rojas particip� en algunas manifestaciones en Bogot� con el objeto de "no dejarlas desbordar". Luego, toda la iniciativa corri� a cargo del gobierno quien unific� aceleradamente sus pasos. Los dirigentes anapistas desconcertados unos, escondidos otros, pusil�nimes la mayor�a, encarcelados algunos, fueron rebasados por las circunstancias. Posteriormente, la reacci�n no fu� recoger la experiencia vivida y la cr�tica velada o abierta de sectores de masas, para empezar las tareas organizativas y de orientaci�n ideol�gica, sino la de justificar c�nicamente su falta de capacidad, de honradez pol�tica e intelectual. Dejan las masas a la deriva, suspendiendo durante varios meses todo v�nculo con ellas e iniciando la comedia en el sitio propicio: el Parlamento. Cuando las masas reclamaban un nuevo tipo de trabajo, la �nica respuesta fueron los desplantes parlamentarios, sustitutos farisaicos de la lucha revolucionaria. Se le quizo hacer creer al pueblo que la batalla eran los gritos comediantes y no el combate largo y dif�cil de masas. Luego se inicia la pol�tica de paralizar el Congreso, Asambleas y Concejos y de no reconocer a Pastrana como Presidente. Fuera de algunas denuncias positivas, los resultados no fueron otros que los de participar en los puestos burocr�ticos de la administraci�n p�blica, con el objetivo de torpedear el sistema por dentro. Sin embargo, hemos visto c�mo el Estado no se paraliza en la pr�ctica pues nosotros no tenemos un r�gimen parlamentario sino presidencial, ejecutivo, el cual es controlado en su integridad por el bloque de poder burgu�s. Hacer parte de la administraci�n no arroj� resultado distinto que el de adormecer los pocos instintos de rechazo que sobre el sistema exist�an. As� termina el a�o de 1970.
En 1971 se inicia dentro de Anapo un cierto forcejeo entre los partidarios de transformar el movimiento en un nuevo partido, con aquellos que consideraban la medida como peligrosa, demasiado "fuerte" para nuestro pueblo. En realidad, el hecho de convertir a la Anapo en nuevo partido puede considerarse paso importante dentro del horizonte tradicional, en la medida que constituye un gran movimiento de masas, presentando una alternativa distinta del bipartidismo, que, como es de dominio general, sustenta desde el siglo pasado a la clase dominante colombiana. Para cumplir este acto simb�lico, faltando tres meses para la cita "hist�rica�, se reinicia la actividad en los comandos de base bajo el se�uelo de la nueva organizaci�n y la plataforma ideol�gica que definiera sus metas futuras. Se llevan 50,000 personas a Villa de Leyva, llenas de expectativa, constituyendo el acto de masas m�s importante del a�o. Sin embargo, de ah� en adelante la estructura no ha variado y la plataforma representa otra fase del famoso "dec�logo", el programa anterior. Pero no sobra preguntarse acerca de la importancia de una plataforma ideol�gica en un movimiento caudillista, fuertemente manipulado desde arriba. Lo que aparece a primera vista es que la ideolog�a en tal tipo de fuerza pol�tica est� muy por debajo de su puesto hist�rico en otras organizaciones revolucionarias. Es decir, el caudillismo y de lo que �l se espera, DECISIONES, ACTOS DE MANDO, sustituyen con ventaja cualquier ideolog�a escrita en una plataforma. La ideolog�a escrita puede representar en el mejor de los casos las tendencias contradictorias que se mueven en el seno del movimiento, pero lo fundamental son las decisiones pr�cticas que tome la jefatura en un momento determinado. Y habr� que interpretar y reconducir las formulaciones ideol�gicas, mostrar su hilo conductor a trav�s del principio de la pr�ctica y no al contrario.
El a�o de 1971 es uno de los per�odos m�s importantes en la historia del Frente Nacional.
Las clases medias y proletarias expresaron en diferentes niveles mayores �ndices de agitaci�n. Campesinos, obreros, maestros, estudiantes, dejaron sentir sus voces de protesta. �Y cu�l fue la conducta de Anapo ante los acontecimientos? �De apoyo real a las protestas o complicidad de hecho con la burgues�a? Veamos el desarrollo de los acontecimientos.
Comienza 1971 con un gran movimiento campesino, siendo sus resultados concretos el desbordamiento campesino sobre los latifundios. Ello a consecuencia de la acelerada descomposici�n rural, el pauperismo de grandas masas rurales. La estructura minifundista est� llegando al m�ximo de resistencia por cuanto la presi�n demogr�fica, la pulverizaci�n de la propiedad subfamiliar y la mayor concentraci�n econ�mica de las explotaciones capitalistas agropecuarias, han acrecentado el desequilibrio econ�mico-social del campo. Las fuerzas productivas llegan al per�odo cr�tico de una ruptura. As� las cosas, los sectores proletarios o pauperizados no ven otra v�a que salirse de los cauces normales de la burgues�a e invadir los predios latifundiarios. Comienza a romperse en gran escala el concepto de gran propiedad privada y a plantearse un esquema redistributivo y hasta de organizaci�n cooperativa. Miles de invasiones notifican al pa�s del auge de masas en el campo. Y como era de esperar, la protesta latifundiaria y burguesa se hizo presente. Hasta los industriales, comerciantes y banqueros protestaron por las ocupaciones, presionando al Estado para una mayor represi�n. Los partidos liberal y conservador, por distintos caminos evidenciaron su respuesta y entraron en contradicciones internas, al punto de influir en sus convenciones pol�ticas. Sus discrepancias giraban en torno de c�mo enfrentar el desarrollo agrario desde el punto de vista capitalista. Fueron discusiones sobre los mecanismos para aumentar la producci�n, si redistribuyendo los latifundios o s�lo mecaniz�ndolos. Dentro del partido liberal, por ejemplo, podr�amos decir que los alineados con Turbay Ayala tomaron partido por el latifundismo y los "llero-lopistas�, un h�brido de redistribuci�n-mecanizaci�n, buscando no fraccionar la propiedad agraria. El partido conservador se unifica en torno de las tesis terratenientes, manifiestando quiz� el deseo de toda la burgues�a y de los latifundistas. �Raz�n fundamental? Sin profundizar, quiz�s el hecho principal de los �ltimos a�os, el creciente desarrollo del monopolio, el hecho de la �ntima ligaz�n entre los comerciantes, banqueros, industriales y grandes agricultores capitalistas, nos induce a pensar que logran integrar hasta cierto punto la producci�n agropecuaria con el desarrollo industrial, comerciante y bancario, considerando peligroso quebrar el poder del gran capitalismo agrario, por ser fuente de financiaci�n de primer orden. Y si bien el proceso redistributivo agrario no conduce al socialismo, socaba la posibilidad de financiamiento para el resto de burgues�a y adem�s, elimina el fen�meno de las inversiones en el campo no con fines de desarrollo sino de la defensa indirecta de los capitales ante la desvalorizaci�n monetaria, o sea el latifundismo fomentado desde fuera, el sector capitalista. Desde el punto de vista econ�mico, la burgues�a necesita acelerar el proceso de concentraci�n en todos sus sectores para obrar como un todo mejor integrado, siendo adem�s la tendencia de nuestro capitalismo subdesarrollado-dependiente, donde se asumen con prontitud formas monop�licas. Aqu� tambi�n podr�a verse un punto cr�tico entre los enfoques te�ricos del "llerismo" y la realidad del capitalismo colombiano, luego de los primeros resultados pr�cticos para delinear un desarrollismo.
Sin embargo, por el an�lisis directo y cr�tico de las fuerzas productivas en el campo, no es posible presentar al sector agropecuario como apto para desarrollar a�n m�s el proceso de concentraci�n capitalista, de su mayor profundizaci�n, pues el proletariado rural �campesinos con o sin tierra� constituye hoy por hoy una fuerza lo suficientemente desarrollada como para golpear la estructura existente y acelerar la lucha de clases en el campo. En los �ltimos meses vemos c�mo ante el freno casi total de la Reforma Agraria, los campesinos reinician la toma de tierras para resolver directamente la quiebra del capitalismo y latifundismo agrario. Ello echa por la borda los argumentos en favor del s�lo aumento de la producci�n dejando viva la gran propiedad y mecanizando ampliamente las tierras, con su secuela de la expulsi�n de campesinos a la ciudad, agravando los problemas de vivienda, trabajo y servicios en general.
�Y los dirigentes anapistas qu� posici�n tomaron? Finalizando el mes de febrero, el general Rojas firma (?) un comunicado ambiguo sobre los campesinos. Sin embargo, pocas personas -acaso diez- supieron de la existencia de tal comunicado. No lo publicaron en "Alerta" debido a la influencia de los terratenientes del partido, probando su importancia en las decisiones del mismo, Y quiz� m�s importante que este suceso es lo que ocurre en la pr�ctica: el "estado mayor" no se pronuncia para trazar una l�nea pol�tica de apoyo al movimiento campesino, como t�ctica de agudizaci�n de las contradicciones entre las masas y los terratenientes, sino que adopta el silencio. Pero tambi�n ocurre que algunos miembros de aquel "estado mayor" como Sa�l Charris de la Hoz, denuncia a los Campesinos y los hace tomar presos en el Departamento del Atl�ntico, cuando le invadieron sus fundos. Como en otras ocasiones, la dirigencia de Anapo elude las responsabilidades, deja que cada uno resuelva por su lado de acuerdo a sus intereses los problemas planteados. Pero los resultados pr�cticos son los de una alianza natural con el orden vigente. En la realidad se trata de no romper el latifundismo como consta en el discurso de Sa�l Charris de la Hoz, reproducido en "Alerta", en diciembre de 1971. Y desde luego existen otros parlamentarios y dirigentes de acuerdo con esas tesis, como tambi�n otros que disienten de aquellas, pero que no toman abiertamente una posici�n antilatifundiaria, siguiendo una din�mica general pro-conservadora. Esto nos hace pensar, adem�s por hechos concretos, que el respaldo campesino para la Anapo no puede ser muy grande, que sus posibilidades de crecimiento en el sector agrario est�n limitadas, e incluso se la rechaza por organizaciones como la de los Usuarios. Y si la perspectiva es de poder en un futuro cercano, puede hallarse aqu� uno de los mayores obst�culos.
Luego sobreviene cierto forcejeo obrero. Los dirigentes de la UTC y CSTC exigidos por sus bases obreras y por su propia conveniencia pol�tica, tratan de organizar un paro nacional como protesta por el alto Costo de la vida. Veamos en l�neas generales el desarrollo del movimiento sindical.
UTC, inclinada entre Anapo y belisarismo, se compone de cuadros directivos oportunistas, burocr�ticos, antirrevolucionarios y anticomunistas de muchos a�os atr�s, que tratan de forcejar en la escena pol�tica. Cuando se proponen algunos Objetivos generales, de inter�s para toda la clase obrera, lo hacen de modo que no desemboque en una lucha de clases definida. S�lo buscan fortalecerse como camarilla burocr�tica pues tal conclusi�n puede sacarse de los anteriores intentos de paro nacional, cuando los gobiernos de Valencia y Lleras. As�, para el 8 de marzo, impidieron la participaci�n de movimientos de izquierda hasta cierto punto Combativos como el Moir, PSC, Gaitanismo, Frente Popular y Partido Comunista, fuerzas en capacidad de coordinar nacionalmente algunos hechos. Mantuvieron la consigna de paro gremial. Los dirigentes utecistas conservaron as� el control definitivo sobre la preparaci�n del paro. Con unos objetivos vagos, confusos, quisieron eludir cualquier paso positivo del movimiento Sindical. Tulio Cuevas, cabeza de la UTC, cuya historia lo consagra como h�bil maniobrero, sabe que lograr� beneficios si controla el desarrollo de los acontecimientos. Su vocabulario populista le atrae prestigio de ciertos n�cleos proletarios, m�s sus acciones concretas traducen antidemocratismo, conservatismo: a nivel interno cuando maniobra para consagrar a determinados subalternos o cuando env�a obreros a Puerto Rico y USA, para recibir "adiestramiento sindical". A nivel externo, conjuntamente con toda la plana mayor utecista, cuando hace declaraciones al estilo de la siguiente, sobre el Caso Valencia Tovar en octubre de 1971:
``UTC, UTRACUN condenan cobarde atentado contra el se�or general Alvaro Valencia Tovar, cuyos actores no vacilamos en se�alar elementos extrema izquierda, ejecutando plan subvertir orden, creando desconcierto nacional. As� mismo, protestamos reciente masacre fueron v�ctimas humildes soldados. Tiempo atr�s hemos se�alado peligros entra�a infiltraci�n extremistas sindicatos, universidades, dem�s instituciones, en�rgica decidida intervenci�n gobierno a fin de contrarrestar actividades antipatri�ticas. Ofrec�mosle pleno respaldo a medidas tiendan implantaci�n justicia social y restablecimiento orden p�blico. Atentamente, Tulio Cuevas, Alvaro Ram�rez, Jorge Carrillo, Luis Alfonso Perdomo, Antonio D�az, Antonio Beltr�n, Eugenio Colorado, Manuel V�lez, Humberto Murillo, Rafael Bayona, Rafael D�az, Hernando Rodr�guez, Juan Romero, Efra�n L�pez, Ernesto Mogoll�n, Pedro Rubio, Jos� Corredor". (El Tiempo, octubre 1971).
Este tipo de "dirigencia obrera" es la que prepara el paro nacional del 8 de marzo. No nos referimos a la CSTC pues era llevada por los acontecimientos, sin autonom�a para decidir. �Y qu� papel juega Anapo en ese movimiento? Primero trat� de no mezclarse en �l, de acuerdo con la UTC. Posteriormente busc� aislar a las organizaciones pol�ticas peque�as, no dejando formar un Comit� de solidaridad que por fuera de la UTC se encargara de agitar la consigna de paro. Mas tampoco planteaba ninguna iniciativa que demostrara inter�s en desdoblar el movimiento en cierto forcejeo pol�tico. Es decir, "apoyaba" el paro e imped�a que tuviera realidad en la pr�ctica. La orden a los Comandos departamentales fu� la de mantenerse a la "expectativa�, pero jam�s la de continuar una lucha de masas iniciada en el campo. Con tales dirigentes, consignas y organizaci�n era imposible que las masas pudieran movilizarse.
Pasado el 8 de marzo, los estudiantes y profesores universitarios entran en su per�odo m�s convulsionado de la lucha universitaria de los �ltimos a�os. A pesar de no representar un bloque unitario de fuerzas pol�ticas, las masas universitarias ponen toda la estructura escolar en juicio. Se la devela como una instituci�n encargada de preparar los cuadros directivos burgueses, de ligarse al imperialismo norteamericano y de impartir una educaci�n no cient�fica y acorde s�lo con las necesidades de la burgues�a. El hecho no es nuevo � comenz� desde 1959 bajo el influjo de la revoluci�n cubana � tan s�lo que fu� acrecentado por la profundizaci�n de las contradicciones econ�mico-sociales del �ltimo per�odo del Frente Nacional. Por tal causa toma un contenido de masas y no de peque�os grupos burocr�ticos. Si bien las filas universitarias no est�n conformadas por hijos de obreros y campesinos, sino fundamentalmente de "clase media alta� o los llamados "sectores medios", lo cierto es que su lucha constante representa en gran parte las luchas de aquellos sectores medios y en algunos casos, del proletariado. Es decir, a su nivel y b�sicamente bajo expresiones ideol�gicas m�s elaboradas, las masas estudiantiles interpretan el cuadro general revolucionario y se conectan al desarrollo de su proceso, ahondando la ruptura de grandes n�cleos contra el sistema burgues. Ah� radica la importancia de las luchas universitarias y la necesidad de ligarlos a los combates obreros y campesinos. Pero tal conexi�n o ligamen no puede ser realizado m�s que por los partidos pol�ticos. Y sobre tal v�nculo el gran movimiento de masas, Anapo, no manifiesta m�s que un d�bil y escondido comunicado, como si tales actos de masas no le merecieran una gran agitaci�n. Y luego de aquel l�nguido comunicado, el vac�o, la soledad en decisiones pol�ticas. Lo que significa en la pr�ctica un aliado natural del sistema burgu�s.
Casi el mismo proceso podemos observar en cuanto al paro de los maestros el cual fu� apoyado por algunos dirigentes anapistas a t�tulo personal.
Como puede analizarse, la participaci�n de Anapo en las luchas de masas del a�o 1971 fu� ninguna; de simple "espectador", limit�ndose a continuar su propia din�mica electorera para 1972. Parece que ni siquiera registrara los hechos pol�ticos por temor de asustar a la burgues�a y dar origen al golpe de estado (?). Contin�a "engrasando los ejes" para resistir el paso de las masas y por tanto se limita al trabajo populista de repartir obsequios, drogas, puestos oficiales y realizar actos internos como recibir a sus "caudillos", publicar los escritos fascistas de Olano Cruz (con pr�logo de Jos� Pardo Llada), decidir jefaturas regionales y organizar el "Aguinaldo del Ni�o Pobre".
En cierta forma se ha visto la fuerza de las masas durante 1971, la insurgencia del movimiento popular. Ello expresa un aumento en la radicalidad pol�tica por el crecimiento de las contradicciones econ�mico-sociales en Colombia. Si bien al constituirse en 1958 el Frente Nacional, represent� un cambio hacia formas liberales de organizaci�n pol�ticas � comparado con el decenio anterior�, de igual modo se reinicia un proceso de activaci�n de las masas y para lo cual surgen diferentes agrupaciones de izquierda, tal como lo hemos analizado, Pero este florecimiento del auge de masas lleva correspondido estructuralmente el plan capitalista tendiente al monopolio y concentraci�n econ�mica de la burgues�a. Es decir, crecen las diferencias de clase y por tanto las contradicciones sociales y pol�ticas. Puede comprobarse este proceso en las administraciones Lleras y Pastrana.
Luego del gobierno Lleras Restrepo y cuando el ritmo de Crecimiento econ�mico liderado por la burgues�a industrial se tradujo en la pauperizaci�n de grandes masas, los dirigentes burgueses planearon cierto populismo con el objeto de frenar un tanto el auge de aquellas. Sin embargo, el esquema burgu�s genera contradicciones internas eu cuanto se producen los primeros resultados y vemos c�mo el desarrollo y sus proyectos quedan sometidos al forcejeo entre los sectores capitalistas. Habr� de verse ah� la incoherencia de la pol�tica econ�mica del gobierno. Es una incoherencia que surge de las disputas por el poder y control del Estado, pero causadas a su vez en el liderazgo industrial anterior. Y a su vez estos en la necesidad de racionalizar y acomodar todo el proceso econ�mico a las necesidades de la econom�a internacional. Con ello ubicamos las decisiones de la burgues�a en el desarrollo general que a nivel interno y externo tiene lugar desde cuando nuestro pa�s se vi� integrado al funcionamiento del capitalismo internacional. La gesti�n Pastrana pierde as� su imagen de irracionalidad que algunos tratan de asignarle.
Dentro de tal orden de ideas la pol�tica del gobierno posee una racionalidad, una l�gica interna, lo cual no supone coherencia en las decisiones, por cuanto lo primero apunta directo a las leyes generales que rigen la sociedad capitalista con bajo desarrollo y dependiente y cuyo draina es producir en alto grado la contradicci�n que se encargar� de hundir toda la estructura capitalista en su conjunto. La incoherencia nace del regateo necesario que se produce en los distintos sectores burgueses cuando en su desespero por mantenerse pero al mismo tiempo de reproducirse como capitalismo, luchan entre s�, golpean duramente a las masas y arrastran la sociedad por caminos aparentemente oscuros. As� las cosas, la represi�n por la clase dominante es una necesidad del sistema en su conjunto en la medida que la beligerancia de las masas no manifiesta m�s que sus l�mites de resistencia dentro del encuadramiento desarrollado por la burgues�a dependiente. Si por un lado vemos contradicciones entre los sectores burgueses �originado en las circunstancias concretas del proceso general de la vida colombiana � contradicciones que no son para dar salidas socializantes a la actual crisis, sino formas determinadas de resolver su propia encrucijada, ello no los lleva a un cambio democr�tico de las instituciones pol�ticas y sociales para resolver el descontento, sino como lo presenciamos, se unifican en un claro contexto de su defensa de clase al saber del peligro que los acecha.
Un sector muy representativo de la vida colombiana por su dinamismo, efectividad y "realismo" pol�tico, el partido conservador en su fracci�n ospinista, por boca de su jefe manifest� recientemente (Discurso de Ospina P�rez en el Banquete Conservador de septiembre 23 de 1971 en Bogot� y publicado por "El Siglo", septiembre 24, p�gina 12):
"Sin embargo, hoy hay serios motivos para pensar que en las elecciones de 1974, el resultado no se circunscribir� necesariamente entre el turno de �ste o aquel de los partidos tradicionales, sino que podr� sumir caracteres de la controversia entre quienes militan irrevocablemente en un r�gimen democr�tico y constitucional y quienes no ven obst�culos insalvables para embarcarse en un sistema personalista y totalitario de extrema izquierda o extrema derecha, o en una mezlca confusa de ambas tendencias. Siendo as� las cosas, vale bien la pena de meditar profundamente en las contingencias del porvenir y tratar de prepararnos para cualquiera de ellas. La situaci�n no es f�cil de manejar si tenemos en cuenta lo que est� ocurriendo en otros pa�ses de nuestra Am�rica y si meditamos en la ingenuidad de nuestras democracias, que conceden al adversario gabelas injustificables y que al permitirle el uso de todas las libertades le toleran tambi�n el abuso de ellas, sin pensar que una vez que fu�ramos vencidos en la lucha, ni siquiera se nos permitir�a el simple enunciado de las palabras que son el lema de nuestro escudo. Democracias ingenuas he dicho porque creen que todo nos lo puede traer la providencia sin exigirnos siquiera el menor de los esfuerzos o el m�s insignificante de los sacrificios... Cuando afirmo. como lo he hecho en otras ocasiones, que la pol�tica del Frente Nacional ha dejado grandes y positivos beneficios para Colombia en el orden pol�tico, econ�mico y en el social, estoy diciendo tambi�n que en ning�n momento podemos menospreciar o comprometer esos beneficios y mucho menos correr indiferentes el riesgo de que la estabilidad pol�tica que hemos creado desaparezca de un momento a otro en la contingencia de un debate electoral. ... Pero nadie puede saber con seguridad qu� va a ocurrir en los pr�ximos tres a�os. Qu� avalancha de ideas disolventes; qu� conjugaci�n de apetitos nacionales o internacionales; qu� tropiezos en el camino pueden obligarnos a la adopci�n de una estrategia distinta de la que pudi�ramos estar pensando en estos momentos".
El texto es de una claridad meridiana. Son conscientes de la lucha de clases y de su agravamiento en los pr�ximos a�os. No es s�lo un temor a lo inmediato sino a todo el futuro que se avecina y por tanto planean a largo plazo. Podemos sacar varias conclusiones:
1. Su �nimo es el de no dejarse desmontar del aparato del Estado,
2. utilizar las elecciones como mecanismo de "renovaci�n� democr�tica pero tan pronto pierda eficacia, est�n dispuestos a dejarlo de lado,
3. todas las garant�as pol�ticas son "ingenuidades" y debe aplicarse mayor realismo: represi�n tal como la est�n haciendo y m�s en caso necesario,
4. dejan el camino abierto para planear cualquier pol�tica tendiente a la conservaci�n de la burgues�a en el poder.
�Y qu� dice la otra parte del partido conservador? Tan claro como el anterior (Discurso de Alvaro G�mez Hurtado en idem acto):
"Y queremos que no nos suceda lo de Chile. Estamos aqu� para eso y para decirlo con todas sus letras. All� una minor�a contraria a la tradici�n de ese pa�s, se adue�� del poder porque los partidos tradicionales perdieron su capacidad de combate y se dedicaron a rendirle pleites�a a los enunciados Socialistas. Fueron justamente derrotados. Pero ahora es el llanto y el arrepentimiento. Ya la libertad se acaba en Chile y los �ndices econ�- micos se deterioran vertiginosamente".
Todos sabemos de lo que ha sido capaz el partido conservador tanto a principios del siglo como de 1946 a 1957 y durante los gobiernos de Valencia y Pastrana.
�Pero excluir�amos al liberalismo de id�nticos prop�sitos? Pues no. El partido liberal, que en la rep�blica de 1930 a 1938 tuvo lineamientos democr�ticos en raz�n del ascenso al poder de sectores distintos al latifundio, hoy es tan reaccionario como su c�mplice de coalici�n frentenacionalista. Uno de sus j�venes dirigentes, perteneciente al Sector con m�s poder econ�mico, el financiero, habla del reformismo gubernamental en los siguientes t�rminos (Jaime Michelsen, El Tiempo septiembre 26/71 p�gina 14-A):
"Yo creo que el sector privado, el que ha hecho buena parte de Colombia, est� desestimulado, no vive un clima de confianza, no conoce las reglas del juego. Todos los d�as se habla de nuevas reformas, que cambian el panorama de la actividad econ�mica. Esta falta de confianza se est� traduciendo as� en una baja de producci�n; adem�s se observa la traslaci�n de recursos del sector privado al sector p�blico".
Mas lo que todos sabemos es que el gobierno se ve precisado a plantear reformas en vista de las circunstancias dif�ciles para la misma burgues�a y con el sentido en algunos casos, de manipular cierto populismo que le permita neutralizar el ascenso de masas. Pero entonces, a trav�s de las dos instancias, la pol�tica y la econ�mica, vemos la necesidad para la burgues�a de conservatizar las instituciones, de no aplicar el reformismo porque introduce desorden pol�tico y econ�mico, descontrolando a la clase dirigente y auspiciando las demandas populares. La tendencia de la burgues�a es la de cerrar filas en torno de la represi�n y el fortalecimiento de la empresa privada, incluyendo un cierto capitalismo de Estado. Para reafirmar lo anterior, basta leer la siguiente informaci�n del Congreso celebrado en Medell�n entre ganaderos, agricultores e industriales, el 19 de octubre de 1971, publicado en El Siglo, 20 del mismo mes:
"Frente com�n anuncian la Industria y el Agro. El director ejecutivo de la Sociedad Antioque�a de Agricultores, doctor Jorge Guti�rrez Escobar, di� a conocer el siguiente resumen de las conclusiones del di�logo sostenido en Medell�n entre los empresarios del sector agropecuario y de la industria de transformaci�n que requiere su materia prima: buscar un mayor acercamiento entre la industria y el sector agropecuario que tiene comunes intereses hasta formar un frente unido, no s�lo para efectos de suministros de materia prima, de calidad e incremento de la producci�n con fines de generar mayor empleo, sino para la mutua defensa de sus leg�timos derechos. Reclamar ante los altos poderes un verdadero est�mulo a la empresa privada que cumple funci�n social, protegiendo en primer t�rmino la vida y bienes de los asociados, tal como lo dispone la constituci�n de la rep�blica... Que la reforma social agraria opere en forma realista para que los campesinos marginados del sector agropecuario puedan mejorar sus condiciones de vida en el menor tiempo posible, sin olvidarlos de los servicios asistenciales que prodiga el Estado, pero propiciando en todo caso la colaboraci�n de la empresa privada para la venta de parcelas rentables en condiciones generosas y la misma rehabilitaci�n de la aparceria sin fines de explotaci�n de los labriegos, si dicha colaboraci�n es compensada con una efectiva protecci�n de los bienes empresariales, cuando se hace buen uso de la tierra. Simplificar la calificaci�n de las tierras y sancionar sin contemplaciones a quienes perturben la paz de los campos estimulando la lucha de clases en el sector agropecuario".
Nos parece, por lo dicho �ltimamente, que a pesar de las diferencias econ�micas, los distintos sectores burgueses, reaccionan como la clase propietaria de los medios de producci�n y pactan acuerdos para la defensa mutua de sus intereses. Con ello apuntamos entonces a un proceso de unificaci�n pol�tica, formando un bloque de poder con todas las herramientas del Estado en sus manos, pero que en el fondo es posibilitado por el devenir econ�mico de los �ltimos a�os en el cual se observa un proceso de complementariedad y monopolizaci�n creciente de los medios productivos. Las diferencias y contradicciones que se establecen son m�s a nivel de regateos por la redistribuci�n de la plusval�a que verdaderas contradicciones econ�micas. Ello por cuanto el surgimiento del capitalismo colombiano al igual que otros de Am�rica Latina, tuvo su origen principal en el sector agropecuario y exportador, donde se formaron los polos de acumulaci�n capitalista. Surge una industria ligada al latifundio y a la dependencia del comercio exterior. Por eso entre nosotros el per�odo de la industrializaci�n (1930-1953) no gener� un enfrentamiento de clase entre los latifundistas e industriales. Luego, en el per�odo de "La Violencia", el crecimiento latifundiario y la expropiaci�n agrarias no afect� el desarrollo industrial o comerciante y ahora, durante la �ltima d�cada, fu� f�cil para la burgues�a de ambos partidos tomar decisiones sobre los movimientos populares y el ordenamiento de la econom�a nacional. Todos los sectores burgueses se hallan �ntimamente ligados y por tanto no cabe esperar un enfrentamiento al punto de que algunos de ellos apoyen movimientos de masas. En otras palabras, su id�ntico proceso de unificaci�n pol�tica y econ�mica corta de ra�z cualquier posibilidad de revoluci�n democr�tico-burguesa, entre otras cosas porque el movimiento popular al radicalizarse por el auge de las contradicciones entre las fuerzas productivas, asusta a la clase burguesa en su conjunto, haciendo que desista de los devaneos "democr�ticos" de algunos pol�ticos neoliberales o incluso anapistas. Adem�s, el ejemplo de Cuba y sobre todo Chile los pone en guardia contra posibles ascensos populares. Guardadas proporciones, hallamos en la cita de Theotonio Dos Santos un gran marco de referencia para nuestra situaci�n (Lucha de clases y Dependencia en Am�rica Latina, p�g. 159):
... la burgues�a industrial ya no es una clase ascendente en lucha contra el dominio olig�rquico. Por el contrario, es una clase en el poder que domina el sector din�mico y m�s fuerte de la econom�a. Adem�s, es una clase mucho m�s homog�nea y concentrada, formada fundamentalmente por el gran capital internacional representado por sus gerentes en el pa�s y que domina fuertemente el aparato estatal, la mayor�a de la opini�n p�blica y la vida pol�tica del pa�s. En estas condiciones, no cabe ya inter�s alguno en un movimiento popular progresista que lucha por el industrialismo (ya victorioso), por el nacionalismo antiimperialista (ya superado por la integraci�n econ�mico-social institucional con el imperialismo) y antiolig�rquico (dado que la oligarqu�a rural-exportadora se ajust� a las reglas del juego del gran capital y lucha por sobrevivir en cuanto le es posible).
I "El resultado general a que llegu� y que, una vez obtenido, me sirvi� de gu�a para mis estudios, puede formularse brevemente de este modo: en la producci�n social de su existencia, los hombres entran en relaciones determinadas, necesarias, independientes de su voluntad; estas relaciones de producci�n corresponden a un grado determinado de desarrollo de sus fuerzas productoras materiales. El conjunto de estas relaciones de producci�n constituye la estructura econ�mica de la sociedad, la base real, sobre la cual se eleva una superestructura jur�dica y pol�tica y a la que corresponden formas sociales determinadas de conciencia. El modo de producci�n de la vida material condiciona el proceso de la vida social, pol�tica e intelectual en general. No es la conciencia de los hombres la que determina la realidad; por el contrario, la realidad social es la que determina su conciencia. Durante el curso de su desarrollo, las fuerzas productoras de la sociedad entran en contradicci�n con las relaciones de producci�n existentes, o, lo cual no es m�s que su expresi�n jur�dica, con las relaciones de propiedad en cuyo interior se hab�an movido hasta entonces. De formas evolutivas de las fuerzas productoras que eran, estas relaciones se convierten en trabas de estas fuerzas. Entonces se abre una era de revoluci�n social".
Marx, Pr�logo de la Cr�tica de la Econom�a Pol�tica.
II "La teor�a materialista de que los hombres son producto de las circunstancias y de la educaci�n, y de que, por tanto, los hombres modificados son producto de circunstancias distintas y de una educaci�n distinta, olvida que las circunstancias se hacen cambiar precisamente por los hombres y que el propio educador necesita ser educado... La coincidencia de la modificaci�n de las circunstancias y de la actividad humana s�lo puede concebirse y entenderse racionalmente como pr�ctica revolucionaria".
Marx, Tesis tercera sobre Feuerbach
III Las cuestiones de la organizaci�n son precisamente de las que por m�s tiempo han permanecido en ese claroscuro ut�pico. Ello no es casual. Pues el desarrollo de los grandes partidos obreros se consum� por lo general en �pocas en las cuales la cuesti�n de la revoluci�n no pod�a ser sino un elemento influyente en el programa, pero en modo alguno un problema que determinara directamente todas las acciones de la vida cotidiana. No parec�a, pues, necesario formularse con claridad te�rica la esencia y el decurso previsible de la revoluci�n, con objeto de obtener luego consecuencias acerca del modo como tiene que obrar en la revoluci�n la parte consciente del proletariado. Ahora bien: el problema de la organizaci�n de un partido revolucionario no puede desarrollarse org�nicamente sino a partir de una teor�a de la revoluci�n misma. S�lo cuando la revoluci�n se ha convertido en un problema del d�a aparece en la conciencia de las masas y de sus portavoces te�ricos con imperiosa necesidad la cuesti�n de la organizaci�n revolucionaria" "..Pues la organizaci�n es la forma de mediaci�n entre la teor�a y la pr�ctica".
Lukacs, Historia y Conciencia de Clase.
Hasta el momento hemos ofrecido el proceso de formaci�n de Anapo en las condiciones generales de la lucha pol�tica en el Frente Nacional. Este recorrido era indispensable, necesario en raz�n de que su pol�tica futura o su plataforma en particular, no pueden investigarse dejando de lado su nacimiento, desarrollo y estructura. O sea, eliminar la meta��sica del an�lisis pol�tico, aquel cuyas bases transcurren s�lo en el �mbito de las declaraciones formales, de lo que posiblemente creen los dirigentes que promulgan tales declaraciones, pero cuya pr�ctica se halla muy alejada del discurso ret�rico. Encontramos corriente interpretar las plataformas ya sean de Anapo o de otras fuerzas pol�ticas, haciendo abstracci�n del partido que las propone, poni�ndolas como lo �nico v�lido. Pero la realidad no es propiamente lo que se le ocurre decir a determinada burocracia pol�tica por A o B razones, sino que es la resultante de su acci�n pol�tica, de su pr�ctica concreta. Y ah� es donde encontrarnos su ideolog�a real, viva, la que es una con su fuerza social concreta. Lo que no corresponde a esa pr�ctica no son m�s que los sofismas y apariencias de que se reviste para encubrir la realidad, su verdad.
Por ejemplo, cuando nuestra burgues�a manifiesta la importancia de realizar una "justicia social", o de conservar las "formas democr�ticas" de gobierno, en realidad no es que la burgues�a tenga una ideolog�a democr�tica y anhelante de justicia social, como se demuestra en los hechos. La clase dominante posee su ideolog�a burguesa, reaccionaria y se vale de artificios para tergiversar su verdad y la verdad general de la sociedad, present�ndose como lo que no es. Con ello apuntamos a que la burgues�a desarrolla como necesario para su existencia y reproducci�n, un mundo de apariencias que impiden al principio un an�lisis cierto de su comportamiento. Se hace necesario investigar la estructura y el proceso de aquella burgues�a en su momento determinado para establecer la verdad, la realidad del origen y desarrollo de sus determinaciones pol�ticas. Es decir, su certeza en dos niveles: en cuanto estructura y proceso y en cuanto ideolog�a que manifiesta su existencia racionalizada. O sea que la ideolog�a verdadera es la que expresa racionalmente, legalmente, la realidad del fen�meno. Y cuando comprendamos entonces aquella racionalidad en su proceso es cuando sabemos del fen�meno determinado.
Con los anteriores presupuestos podemos afirmar que la burgues�a tiene dos caras en sus formulaciones: la una manifiesta su verdad, su propia raz�n y conciencia de clase, identific�ndose con su realidad; la otra, los artificios de que se vale para ejercer dominio sobre las dem�s fuerzas sociales. Y a nivel de artificios puede inventar cualesquiera para sustentarse como poder. Pero su ideolog�a real no le es permitido invertirla, ella es lo que es como burgues�a. Con ello establecemos que la burgues�a domina mediante la falsedad en cuanto no le conviene manifestar su verdadera realidad de clase opresora, bien de modo consciente o inconsciente.
Pero tambi�n decimos que la clase dominante no expresa su verdad m�s que por formas ideol�gicas, no te�ricas. No te�ricas por cuanto a�n su propia verdad no es la verdad general e integradora, pues constituye y pertenece a la clase que domina gracias a la subversi�n de la verdad, de toda la realidad. Lo verdadero para la burgues�a no es lo verdadero para toda la sociedad. O sea que la verdad burguesa es falsa de ra�z. El origen y estructura de la raz�n burguesa no pasa de ser mero enga�o, a�n para la misma clase, pues la conduce a su final dram�tico de hundirse al generar su contradicci�n. Por todo esto, la burgues�a en cuanto tal no puede ofrecer un an�lisis cient�fico de la sociedad. Es decir, no puede hacer teor�a. La teor�a s�lo puede surgir cuando sobre el investigadorno pesa el ser burgu�s. O sea, cuando se coloca fuera de ese sistema ideol�gico, al modo de Marx o Lenin y �stos en cuanto materialistas y dial�cticos.
Hemos apuntado lo precedente para distinguir y aclarar el enfoque pr�ximo de nuestro an�lisis. As� como la burgues�a debe ser investigada desde tres perspectivas: el descubrimiento de su estructura de clase y proceso de formaci�n, la ideolog�a real que la sustenta, y los artificios de que se vale para su do- minio de clase, estos tres niveles de an�lisis los aplicaremos en nuestro objeto espec�fico, teniendo para ello la materia prima suministrada en el esbozo hist�rico anterior, donde se dan los elementos b�sicos. Con ello creemos aproximarnos lo m�s posible a la realidad social y pol�tica que es Anapo. Nos acercaremos en el siguiente orden:
- Con los elementos de estructura y origen. identificar qu� clases sociales forman Anapo y cu�les sus interrelaciones.
- La ideolog�a espec�fica de tal agrupaci�n pol�tica, que aparece a nivel de la pr�ctica y por tanto identificable objetivamente.
- Los artificios y enunciados de que se vale su dirigencia para dominar pol�ticamente a las masas (estudio del caudillismo y la plataforma). Sin embargo, esto no lo analizaremos en este folleto.
Como vimos en toda la parte anterior, Anapo se forma partiendo de dos presupuestos b�sicos y que se conservan hasta el presente con ligeras variaciones, de acuerdo al cambio de coyunturas: 1 � caudillista, 2 � policlasista.
Su origen caudillista imprime desde un principio la direcci�n personalista y familiar del movimiento. Se toman las decisiones con objeto de asegurar su papel dominante y la fidelidad de los dirigentes menores. En tal caso, �stos son meros trasmisores de la voluntad caudillista y casi en ning�n caso alientan una direcci�n ideol�gica�personal, sino para afirmar a sus jefes, empleando lo menos posible argumentos revolucionarios racionalizados, que despierten la capa- cidad cr�tica de las masas. Opera entonces un estilo semejante a la forma militar, donde las �rdenes no son discutidas y donde adem�s, las bases no ejercen con posibilidades su racionalidad y presi�n ideol�gicas.
En los partidos tradicionales �liberal y conservador � tal tipo de caudillismo ha ido perdiendo fuerza en la medida que la modernizaci�n del Estado burgu�s, de toda la estructura capitalista, exige la presencia de pol�ticas racionalizadas en otros niveles directivos. Es decir, la p�rdida de caudillismo en los partidos tradicionales, se hace consecuente con su proceso de trabajo administrativo-pol�tico, dentro de una estructura que profundiza m�s la diferenciaci�n de clases. De ah� que nuestro Estado a pesar de su forma subdesarrollada, se asienta en sectores cada vez m�s reducidos pero al mismo tiempo efectivos, "racionalizados", m�s antidemocr�ticos, con gran capacidad de maniobra burocr�tica. Pero si de un lado refinan para s� la racionalidad capitalista, acrecientan las contradicciones al generar amplias masas fuera del control de los medios productivos. Su avance "desarrollista� los conduce a reproducir paralelamente su propia contradicci�n.
Todo esto nos plantea que Anapo surge a partir del crecimiento de las fuerzas productoras que no han podido ser absorbidas por el sistema capitalista dependiente nuestro. Son por tanto masas casi fuera del sistema de ideologizaci�n burguesa, las m�s atrasadas de la sociedad colombiana, los campesinos desplazados a las ciudades, habitantes de las barrios de "invasi�n". Tales masas, de conciencia pol�tica y de clase m�nima, cuya productividad se halla marginada, son integradas a la vida general mediante su organizaci�n pol�tica propia: un vasto movimiento de masas amorfo, manipulado caudillistamente, sin ideolog�a revolucionaria. Es decir, el caudillismo peculiar de Rojas Pinilla s�lo puede surgir dentro de esta sociedad colombiana donde las fuerzas productivas han generado cierto tipo de contradicciones. Nace dentro del partido conservador con las caracter�sticas anotadas, porque las masas de aquel partido son fundamentalmente campesinas y las m�s atrasadas, no si�ndoles dif�cil adherirse a un caudillo a�n cuando estuvieren en la ciudad. El caudillismo significa para ellas permanecer hasta cierto punto en medio de su forma procedente de masas manipuladas por el cacique veredal. No signific� una "racionalizaci�n" de su antiguo sistema. Era cambiar a Laureano G�mez y luego Ospina P�rez por Rojas Pinilla, sin mayores traumatismos. El caudillismo es pues resultado de una determinada formaci�n social, y no fruto de las caracter�sticas "mesi�nicas", "providenciales" de un hombre que, como Rojas, tiene casi ninguna para exhibir.
Lo anterior conduce a mostrarnos que la base mayoritaria de Anapo no pod�a ser otra que la de los desplazados rurales. Algunos de los cuales hallan trabajo en las f�bricas o comercio menor y todo el resto sobrevive bajo el subempleo, los de m�s baja remuneraci�n y cuyos niveles educativos son tambi�n los m�s bajos comparados con el resto de la sociedad. Son por tanto zonas potencialmente aptas para el caudillismo. La constituyen masas producto del subdesarrollo en la medida que nuestro capitalismo dependiente deja por fuera amplias capas de poblaci�n. Dice Theotonio Dos Santos (idem. p. 181):
la creaci�n de una sociedad moderna no ha eliminado la formaci�n de un vasto sector social urbano no integrado en esta sociedad que componen los llamados "marginales". As� tambi�n la crisis de la econom�a rural no ha sido suficiente para disminuir significativamente la poblaci�n rural. El resultado ha sido la creaci�n, al lado de un sector "moderno", de un sector semejante al tradicional, generado sin embargo, por el proceso de industrializaci�n��
Nuestra formaci�n social-dependiente produce, pues, "marginados" y consecuentemente, movimientos populistas, manipulados por los caudillos de turno.
Con lo visto aclaramos la participaci�n de las clases dentro de Anapo: b�sicamente campesinos desplazados, muy poco integrados al proceso de industrializaci�n capitalista. Sin embargo, por efectos de la crisis estructural apuntada en principio, que de un lado exigi� un mayor poder econ�mico en manos del Estado y de los sectores de gran capital, con perjuicio de las capas peque�o-burguesas y de los obreros y correlativos a ello la no presencia de otra fuerza pol�tica de masas despu�s de 1966, provoc� en 1970 la movilizaci�n de todos estos amplios sectores populares en la alternativa del momento que fu� Anapo. Ello pudo introducir algunos cambios significativos. Por ejemplo, su mayor heterogeneidad social y pol�tica. Pol�ticamente hizo que la "izquierda liberal", otrora d�bil, se fortaleciera, con el ingreso de antiguas bases del MRL y parte de sus dirigentes menores. Que los obreros, sin obrar con car�cter de clase fueran arrollados por las circunstancias. Y por uno y otro motivo, crecer la expectativa en cuanto a las posibilidades progresistas de Anapo. La peque�a burgues�a pasa a formar ahora con m�s firmeza los puestos de direcci�n media, empujados por el deterioro qu impone la econom�a. Como tambi�n expusimos en su lugar, los latifundistas cobraron importancia en su lucha contra los intentos de reforma agraria y reafirmaron sus cargos directivos en Anapo, llevando el peso de las finanzas.
Podemos afirmar entonces que dentro de Anapo se dan las siguientes clases de acuerdo a su cantidad: masas marginadas, lumpenproletariado, obreros, peque�a burgues�a, latifundistas. Pero inversamente respecto de su dominaci�n interna. O sea un gran movimiento policlas�sta manipulado por los latifundistas y la peque�a burgues�a. Teniendo clara su estructura de clases, y el proceso de formaci�n, no nos queda dif�cil estudiar las decisiones pol�ticas tomadas por Anapo en el transcurso de su historia y sobre todo en el �ltimo a�o de 1971. Sobre tales bases anulamos todo intento de perplejidad o irracionalidad cuando revisamos la historia de Anapo, y tambi�n de paso, la cr�tica metaf�sica, la hecha sobre las "buenas intenciones" del caudillo y sus consejeros, de sus declaraciones propagand�sticas.
La ideolog�a real, verdadera del partido anapista debe descubrirse conforme a su estructura de clase y el proceso mediante el cual ha devenido hoy d�a.
De acuerdo a su estructura policlasista de amplia base lumpemproletaria y proletaria, pero dirigida por la peque�a burgues�a, y latifundistas, nos indica que los �ltimos, educados en la ideolog�a tradicional y burguesa, con algunos o grandes intereses econ�micos puestos en discusi�n por el reformismo neoliberal, est�n decididos a permanecer en la directriz pol�tica de Anapo asegurando una no radicalizaci�n de sus masas por temor a verse desplazados, poniendo en pr�ctica mecanismos electorales que distorsionan la lucha real proletaria por una burguesa dentro del sistema, fomentando el caudillismo y jerarquizaci�n no democr�tica ni revolucionaria del partido, para asegurarse a s� mismos como dirigentes, sin permitir que las masas proletarias expresen con vigor su propia conciencia e intereses de clase. Pero como simult�neamente se trata de un partido formado en su base por amplias masas, la otra fase ideol�gica se ajustar� a las necesidades agitacionales y de poder de las clases peque�o burguesas y latifundiaria. Es decir, lo que les puede ser permitido sin afectar sus intereses, resultando como corolario el asistencialismo populista en la pr�ctica, de hecho, lo cual no obsta para que con fines propagand�sticos se agiten banderas m�s radicales; pero entonces esas banderas m�s radicales no significar�n su ideolog�a real sino tan s�lo "slogans", frases de clich� agitadas por la direcci�n para movilizar a las masas.
Con los anteriores presupuestos de clase y devenir hist�rico, podemos aclarar la ideolog�a real de Anapo. Se nos patentiza una ideolog�a dominante: mezcla de peque�o burguesa y latifundista. �Cu�les sus caracter�sticas? La parte hist�rica nos mostr� el origen conservador de los dirigentes principales y operando sobre las bases m�s atrasadas de la sociedad. Esto conlleva la utilizaci�n de principios cristianos, semejantes a los de las �ltimas Enc�clicas Papales, conceptos evolucionados de los anteriores de la "caridad cristiana". Sin embargo, estos principios no funcionan en abstracto sino que dependen de la clase social que los manipule. As�, en boca de sectores o clases afectados por el "desarrollismo" neoliberal, terratenientes y peque�o burgueses, los unos por quedar atr�s como peso muerto y los otros a pesar de ser hijos del capitalismo, por caer bajo el impacto de la creciente monopolizaci�n, las f�rmulas cristianas traducen paternalismo y temor ante el sistema capitalista por engendrar y profundizar las contradicciones sociales. De ah� que no sea muy ex�tico ver a terratenientes predicar en ocasiones un paternalismo vergonzante unido a cierto desprecio por el capitalismo. Paternalismo con los sufrimientos del pueblo surgidos del avance del capital. Por el contrario, es bien dif�cil hallar entre los grandes capitalistas un sentimiento paternalista, pues las pol�ticas asistenciales que a veces ponen en pr�ctica, son racionalmente ubicadas dentro de su proceso de producci�n con objeto de crecer el ritmo productivo y sacar mayores ganancias. Entre la peque�a burgues�a encontramos un tipo espec�fico de rechazo: como su tenencia de los medios productivos depende del capitalismo, las crisis peri�dicas de �ste la sit�a en favor o en contra seg�n las circunstancias. Pero es contra la crisis que la afecta, no contra el capitalismo en general. Se rechaza el capitalismo en crisis o en proceso agudo de monopolizaci�n porque trata de arruinarla, impidiendo su ascenso y cuando menos su permanencia como peque�a burgues�a.
Hemos afirmado a su vez que esta ideolog�a dominante en mezcla, no es proletaria. Con ello apuntamos que no se propone ahondar en la conciencia de las masas que manipula, con objeto de aclarar su estructura y las dependencias que la sumergen. Esta ideolog�a dominante se vale de la baja cultura del pueblo en general para presentar sus propios intereses como los de toda la sociedad, imitando en esto a la burguesa. La ideolog�a peque�o burguesa-terrateniente no se propone radicalizar la lucha de clases, servir de instrumento de liberaci�n a las clases por debajo de ellas, sino conciliar la insurgencia popular con sus propios beneficios y transar con la burgues�a para disminuir quiz� la explotaci�n a que los somete el gran capital. Pero si la ideolog�a descrita no profundiza la lucha de clases, reprime o detiene a la ideolog�a proletaria. Esto lo vemos en Anapo cuando no se busca desarrollar la organizaci�n sobre bases clasistas definidas, cuando no se combate por objetivos revolucionarios, de solidaridad de clase, sino que se fomentan s�lo las organizaciones de barrio, subproletarias, heterog�neas y con pol�ticas asistencialistas. En casi todos los dirigentes hay un anticomunismo solapado o abierto, el cual manifiestan en las bases, adem�s de que su pr�ctica personal, sus actitudes en la pol�tica, expresan autoritarismo, oportunismo, electorerismo, impidiendo la racionalizaci�n del trabajo y el nacimiento de una radicalidad pol�ticas. Esto lo registramos en el conjunto del partido.
�Ha cambiado lo anterior despu�s de incorporarse algunos exdirigentes emerrelistas y del paso de masas obreras a la Anapo? Enmarcado en el proceso de crisis del capitalismo colombiano y del subsiguiente desprestigio de los partidos tradicionales, parece natural que un movimiento con las caracter�sticas anotadas, crezca, despierte las espectativas y alcance a preocupar a la burgues�a, la cual de todos modos ve su obra creada en contrario mas no de modo radicalmente antag�nico al modo del producto del capitalismo avanzado, sino menos coherente, amorfo, con sentimientos contradictorios y manipulado desde arriba por sectores no antag�nicos al capitalismo. Es decir, el populismo generado en un sistema capitalista con bajo desarrollo y dependiente pero que tambi�n ha servido para ser manipulado hacia posiciones no proletarias sino cuasi burguesas. Entonces, la irrupci�n obrera no representa hasta el momento un factor determinante ya cuantitativo o cualitativamente. Al mantenerse hoy en d�a las viejas pr�cticas populistas �ideolog�a y organizaci�n� lo que se est� haciendo en la pr�ctica es obstaculizar el desarrollo de la contradicci�n o sea, represi�n de la conciencia de clase proletaria, la �nica en posibilidad de enfrentarse a la burgues�a. Esto no se debe a una "mala fe" de los dirigentes. Es que como fuerzas antag�nicas s�lo existen la burgues�a y el proletariado en la sociedad capitalista, y a los sectores medios les corresponde vivir en el equ�voco, la ambig�edad, de tener ambiciones burguesas y agitar consignas de masas. Veamos como Lukacs, recogiendo el pensamiento de Marx, nos patentiza con vigor y claridad el hecho anotado (Lukacs, Historia y Conciencia de Clase, p. 64):
La burgues�a y el proletariado son las �nicas clases puras de la sociedad burguesa, esto es: ellas son las �nicas cuya existencia y cuyo desarrollo se basan exclusivamente en el desarrollo del proceso de producci�n moderno, y s�lo partiendo de sus condiciones de existencia es imaginable incluso un plan para la organizaci�n de la sociedad entera.
Esta cuesti�n de la conciencia de clase puede manifestarse como forma de la posici�n de fines y de la acci�n, seg�n ocurre. por ejemplo, en la peque�a burgues�a, la cual, al vivir, por lo menos en parte, en la gran ciudad capitalista, directamente sometida en todas sus manifestaciones vitales a las influencias del capitalismo, no puede ignorar totalmente el hecho de la lucha de clases entre la burgues�a y el proletariado. Pero "como clase de transici�n, en la cual se embotan simult�neamente los intereses de dos clases", se sentir� "por encima de la contraposici�n de clases" (Marx, El 18 Brumario). Consiguientemente, buscar� alg�n camino "no para superar los dos extremos, el capital y el trabajo asalariado, sino para debilitar esa con- traposici�n y transformarla en una armon�a". Por eso rehuir� todas las decisiones importantes de la sociedad y se ver� obligada a luchar, siempre sin conciencia, por ambas tendencias de la lucha de clases alternativamente. Sus propias finalidades, que existen exclusivamente en su consciencia, se convertir�n siempre e inevitablemente en formas puramente "ideol�gicas", cada vez m�s vac�as, cada vez m�s aisladas de la acci�n social".
En un partido predominantemente peque�o burgu�s y latifundiario en sus puestos de mando, refleja casi por completo la ambivalencia conceptuada por Lukacs. As�, la clase obrera, por el momento, queda a remolque de los intereses dominantes. Sin embargo, por el acelerado deterioro econ�mico-pol�tico, n�cleos peque�o burgueses pueden asumir posiciones revolucionarias cuando el movimiento de masas los empuja con radicalidad y ellos no pueden escapar de las circunstancias, tal como lo presenciamos en alguna medida con las invasiones campesinas a predios latifundiarios. Pero al tiempo esto nos indica que lo fundamental, la base de operaciones revolucionaria debe ser el sector proletario en el campo y la ciudad, en cuanto constituyen la fuente y motor del antagonismo contra el sistema dominante. Dicho de otro modo, al estar presente la clase obrera en Anapo en alguna medida, as� no se la quiera dejar desarrollar consciente o inconscientemente, apuntamos que posee una base de operaciones potencial que diligentemente concientizada puede formar la estructura interna m�s estable y con posibilidades de presi�n revolucionaria sobre la peque�a burgues�a. Con el ingreso de la clase obrera, en principio, le ha surgido la contradicci�n estructural a la clase dominante en Anapo y faltar�a desarrollarla para que se convirtiera en la contradicci�n principal que obligara a un replanteamiento de todo el aparato burocr�tico del partido, aclarando la lucha de clases futura del pa�s.
�Y esto lo podr�a intentar la misma clase obrera? Dif�cilmente, por las condiciones actuales de influencia ideol�gica burguesa y peque�o burguesa tanto de los partidos tradicionalees como de Anapo y las centrales obreras UTC y CTC, am�n de ciertos errores ideol�gicos del economicismo y legalismo. Entonces, nos tenemos que remitir a sectores potencialmente dispuestos a cumplir esa tarea.
Con el crecimiento del capitalismo, de su racionalizaci�n progresiva, Se hizo necesario aumentar el equipo t�cnico indispensable para mantener las condiciones de reproducci�n del sistema. De tal modo se ampl�an las universidades e institutos t�cnicos. Ocurre que tienen acceso aquellos estudiantes a las fuentes documentadas y logran captar con mayor o menor profundidad la realidad econ�mico social del capitalismo, su funcionamiento y contradicciones. As� comienza la conciencia cr�tica frente al sistema, empujados adem�s por la cruda realidad que los circunda. Pero quiz� lo que les da mayor independencia frente a la dominaci�n capitalista es que muchos de ellos, posteriormente, venden su fuerza de trabajo, es decir, son asalariados del capital, con sueldos regu- lares. imposibilitando su acceso a los medios de producci�n en calidad de peque�os propietarios. De otro modo, en rigor no son peque�o burgueses; tan solo disfrutan de cierta cultura y art�culos de consumo duraderos o no, por lo cual pueden adoptar como lo demuestran los hechos hist�ricos nacionales y for�neos, posiciones revolucionar beza del proletariado, identific�ndose con �l en sus determinaciones ideol�gicas y pr�cticas. Son tan asalariados como los obreros, pero con las ventajas de conocer el funcionamiento del capitalismo y en capacidad de mostrar su irracionalidad e inhumanidad, siendo adem�s necesarios en el proceso de producci�n moderno de alta tecnolog�a, constituy�ndose por tanto en eslab�n d�bil de la cadena de manipulaci�n capitalista y en pieza fuerte para la construcci�n de una nueva sociedad.
Consecuente con su ideolog�a peque�o-burguesa-latifundiaria, los dirigentes anapistas hab�an obstaculizado el ingreso de los anteriores n�cleos de profesionales a las posiciones de mando dentro del partido, considerando quiz� su posible "izquierdismo" por el trabajo de masas y as�, no garantizar la estabilidad de las clases dominantes dentro del mismo. Ahora, en los �ltimos meses, posteriormente a los hechos universitarios �de caracter�sticas anotadas en su momento� vemos como los grupos profesionales se acercan masivamente a la Anapo y ante la proximidad de las elecciones. �Podr� nuevamente la direcci�n neutralizar con habilidad el ingreso a los puestos de mando de estas agrupaciones intelectuales, manteni�ndolos al margen sin derechos y s�lo con la obligaci�n de respaldar el aparato existente controlado en su integri- dad por la alianza de clases mencionada?
Sea cual fuere el resultado, pensamos que lo fundamental en estos momentos es lograr movilizar y articular a los n�cleos profesionales con el movimiento de masas y fundamentalmente con la clase obrera y asalariados del campo, con el objeto de romper los esquemas de manipulaci�n tradicionales. All� puede estar la clave para que se produzca el salto revolucionario, la marejada incontenible dispuesta a llegar al poder corriendo los riesgos necesarios y poniendo fin a los ciclos agitacionales pero que no han desembocado en fases revolucionarias. Es que, por ejemplo, los obreros est�n dentro de Anapo no como clase, con grandes objetivos a largo plazo, sino a t�tulo de "hombres del pueblo". Su organizaci�n queda por tanto en manos de verdaderos farsantes como las dirigencias sindicales UTC y CTC o de caciques medios que, como se ha visto, intoxican al pueblo con el caudillismo y las desviaciones oportunistas.
La pr�ctica de la ideolog�a peque�o burguesa- terrateniente dentro de Anapo llega, en cuanto al movimiento campesino, a sostener formas atrasadas respecto de los planteamientos agraristas. Es decir, la ideolog�a real de las clases dominantes dentro de Anapo hoy no va siquiera en pos de formas democr�ticas en el campo, sino de apoyo al gran capita. No profundiza la lucha de clases dirigi�ndose a su soluci�n: por el contrario, se ubica en estadios anteriores O sea los de solidarizarse con un r�gimen de saqueo tradicional del campesinado. Los Usuarios en el Mandato Campesino se refieren a la Anapo en los siguientes t�rminos:
Anapo no es una amenaza a la hegemon�a econ�mica del capitalismo: su plataforma, por ejemplo, acoge la ideolog�a de la cogesti�n en las empresas y de la supresi�n de los conflictos entre patronos y asalariados conservando, no obstante, la existencia de unos y otros. En la pr�ctica, Anapo es un movimiento dominado por la ideolog�a de la peque�a burgues�a que busca por todos los medios posibles la multiplicaci�n y la permanencia de todas las formas de peque�a propiedad partiendo de un hecho primordial: el respeto de toda propiedad. Aun cuando en sus filas militen amplias capas del proletariado y es el partido de los marginados de todo tipo esto no impide que aquella ideolog�a sea precisamente la que imprime su marca a la pr�ctica del movimiento: representa justamente la reacci�n de los peque�os propietarios despojados de la propiedad o en trance de verse empujados al desempleo o la proletarizaci�n por el ininterrumpido avance de la propiedad capitalista monop�lica que ha propiciado la descomposici�n m�s lamentable de aquella clase social.
Mas no se trata de un concepto desde fuera. Jos� Jaramillo Giraldo, dirigente de izquierda del partido, se refiere a la gradualidad de las reformas y el apoyo al sector privado (FLASH. Julio/71, p. 21):
Nosotros creemos que en el estado actual de la econom�a colombiana no podemos, de ninguna manera, socializar �ntegros los medios de producci�n. ...Nosotros, repito, para estar acordes con la econom�a nacional sostenemos que es necesario impulsar al sector privado en algunos frentes . . .El Pacto Andino protege el capital nacional y protege al sector privado. Desde ese punto de vista nosotros somos partidarios de proteger al sector privado, pero independientemente del capital extranjero, nacional, progresista (sic) . . .Nosotros planteamos, por una parte, la socializaci�n de empresas b�sicas (el subsuelo, los recursos naturales, sobre todo el petr�leo) [es bueno confrontar la Plataforma y ver c�mo la contradice] la nacionalizaci�n de las importaciones y la banca [ojo], etc. Pero en algunos sectores como la tierra, no podemos hacerlo. Nosotros no podemos socializar la tierra porque no est� suficientemente desarrollada. La Anapo sostendr� un r�gimen de propiedad privada sobre la tierra, al lado del cual nosotros trataremos de establecer un r�gimen de cooperativas, porque la agricultura sirve es en grande. Pero al lado de esa agricultura en grande habr� un tipo de propiedad privada peque�a. De manera que habr� una combinaci�n entre la socializaci�n de algunos medios de producci�n y la defensa del sector privado.
A primera vista parece que los dirigentes anapistas, fiel a su pensamiento evolucionista, gradual hasta imponer el socialismo (?), hicieran el an�lisis hist�rico partiendo de realidades supuestas. Es decir, desconocen deliberadamente que son las condiciones coyunturales concretas las encargadas del c�mo hacer las reformas estructurales y superestructurales. Y Jaramillo Giraldo supone que: a) existe un capitalismo nacionalista, no ligado al imperialismo, cosa negada en la pr�ctica mediante la oposici�n al t�mido estatuto de capitales; b) la clase dominante har� entrega voluntaria de sus bienes, dejando establecer un gradual Socialismo; c) el gran movimiento de masas campesinas podr� ser frenado con la propuesta de la multiplicaci�n de todas las formas de propiedad, rechazando as� lo que sucede actualmente en el campo.
Pero nosotros vemos la respuesta de la burgues�a colombiana expresada en el discurso de Ospina P�rez, donde pr�cticamente cierra las puertas "democr�ticas" de ascenso al poder. Es decir, recogiendo la ense�anza chilena, procede a recoger y fortalecer su bloque de poder pol�tico y econ�mico, dise�ando una clara pol�tica represiva, como a diario lo vemos, por supuesto apaciguada con los "opositores democr�ticos". El pron�stico es de que entre nosotros no habr� entrega de poder a lo Chile, a no ser que la dirigencia anapista se ponga definitivamente bajo el manto de la burgues�a. La validez de la tesis anapista, �ser� quiz� la de provocar "maquiav�licamente" algunos deslices, "no asustarlos" con profundas reformas? Pero antes de sacar conclusiones debemos unir este punto a lo siguiente: la total desconfianza en las masas, en su posibilidad progresiva, surgiendo entonces su intenci�n con toda claridad: dejar intacto el poder capitalista, quebrando deliberadamente las luchas sociales de hoy d�a. O sea, el realismo pol�tico peque�o burgu�s-latifund�ario, incluso en la izquierda anapista: conciliar las contradicciones pero no resolverlas. De ah� su ambig�edad program�tica y conservatismo pr�ctico. Esta ideolog�a ya descrita, no busca destruir el orden vigente y de ah� configurar la nueva sociedad, sino transitar "realistamente" hacia la "armon�a social".
En cuanto a la crisis pol�tica y de la cual surgir� el gobierno anapista, nos reafirma Jaramillo Giraldo (FLASH, idem):
Creemos que el pa�s no resiste hasta el a�o de 1974. Aqu� puede venir una sorpresa. Pensamos que la tarde menos pensada puede haber una soluci�n de buena voluntad o una f�rmula pol�tica que permita el cambio y alivie la situaci�n de los colombianos y anticipe el triunfo del 74, que ser� abrumador, tan gigantesco que impedir� cualquier posibilidad de fraude, de violaci�n de la verdadera voluntad popular.
Por arte de magia, de pacto con la burgues�a y el ej�rcito, pero no de la lucha combativa tanto en la organizaci�n, la ideolog�a y la practica, le va a ser entregado el poder a la Anapo. De acuerdo al texto citado, observamos que piensan y estimulan a que parte de la burgues�a y el ej�rcito se pasen a dirigir a la Anapo, �nica forma posible de ganar el poder pac�ficamente en Colombia. Pero entonces, �cu�l revoluci�n tendr�amos si el ejercito y parte de la burgues�a estuvieran en los puestos de mando reemplazando al pueblo? S�lo una ampliaci�n del poder burgu�s-terrateniente sobre las masas. Reafirmamos nuestra tesis sobre el oportunismo anapista con el siguiente p�rrafo de otro "revolucionario", Bayona Carrascal (FLASH, idem, p. 26):
Tambi�n cre� posible, como otros, la salida del golpe de Estado, hasta hace unos cuantos meses, pero a medida que Anapo se fortalece y avanza en la conciencia de los colombianos y se hace invencible, la posibilidad del golpe de Estado se aleja de manera definitiva. Ning�n ej�rcito del pueblo puede dar un golpe de Estado contra todo un pueblo y �nicamente para servir a la oligarqu�a derrocada y agonizante. No, definitivamente no habr� golpe de Estado para impedirle a la Anapo la llegada al poder.
Bayona nos afirma: el ej�rcito es popular y no apoyar� a la fracci�n burguesa que quede derrotada. Mas nosotros concluimos: si fuera popular �c�mo es que respalda y ejerce la violencia reaccionaria de estos momentos? �Acaso la oficialidad menor podr�a desbordar las jerarqu�as cuando la realidad nos muestra una sujeci�n y jerarquizaci�n puesta a prueba en todo el per�odo del Frente Nacional? Con base en present�mientos y deseos, fundamentar una pol�tica, es conducir al pueblo directamente a un nuevo fracaso, haci�ndole juego a los intereses burgueses. No creemos equivocarnos pero los dirigentes anapistas le temen a la insurgencia de las masas, a la pol�tica revolucionaria y prefieren asegurarse bajo una hipot�tica protecci�n militar. Entonces resultan concordantes muchas cosas: no dejan estructurar la organizaci�n que requieren las masas y la lucha revolucionaria en concreto; no se deja profundizar la conciencia de clase y la lucha de clases, sino que en cambio se decide el destino del pueblo en concilios militares y burgueses para "llegar limpiamente" al poder, sin que las instituciones capitalistas se tambaleen y caigan bajo el peso revolucionario. Necesitan del respaldo masivo, sin principios, inorg�nico, espont�neo para manipular m�s f�cilmente a las masas y satisfacer sus intereses de clase peque�o burguesa y latifundiaria en alianza formal o de hecho con la burgues�a. Pero el resultado concreto y verdadero es el enga�o c�nico y profundo de los sectores medios, proletarios y subproletarios. En otras palabras, id�ntica moral burguesa, revestida de adornos democr�ticos y hasta socialistas, cuando en el fondo se mueven oscuros instintos caudillistas, seudodemocr�ticos, latifundiarios, enmarcados por el gran poder armado de la guardia capitalista.
El an�lisis llevado a cabo es requisito indispensable para prever en parte los acontecimientos futuros.
Pueden distinguirse las siguientes fuerzas con posibilidades de juego pol�tico:
1. Partido Conservador, Partido Liberal.
2. Anapo, "Belisarismo", Liberales Independientes, Partido Comunista.
Pero como estas fuerzas pol�ticas hacen parte de las contradicciones econ�mico-sociales del pa�s, las ubicaremos ah�.
El hecho importante de la actual coyuntura colombiana, es el del estrechamiento estructural para desarrollar el capitalismo y, al tiempo que necesita fuertes cr�ditos y ventas internacionales para respaldar sus proyectos, el mercado exterior se contrae y las "ayudas" corren por igual camino. De otra parte, las clases proletaria, campesina y sectores peque�o burgueses presentan manifestaciones de descontento con el sistema y en algunos casos se avanza por ellado de la lucha de clases. Es decir, notamos las dificultades del sistema capitalista para crecer significativamente, as� lo haga relativamente, lo cual equivale a destacar sus contradicciones internas, o como las que desarrolla con las fuerzas proletarias o sectores pauperizados.
El capitalismo colombiano se debate por el momento en dificultades internas de acomodo entre sus facciones. Sin embargo, el proceso podr�a rebasar el mero �mbito de los ciclos de ascenso y descenso, flujo y reflujo que registra peri�dicamente nuestro sistema capitalista dependiente, si se profundizan algunas contradicciones que veremos.
�Por qu� podr�a no ser una crisis cualquiera la de nuestro capitalismo? Si observamos lo dicho sobre el gobierno de Carlos Lleras, destacamos que el proyecto de conducir la econom�a por senderos industrialistas, no pudo profundizarse lo suficiente al punto de desembocar posteriormente en la construcci�n de maquinaria pesada. Es decir, la econom�a colombiana queda presa del esquema de producci�n manufacturera sustitutiva de importaciones. Pero a su vez �sta dentro de ciertos l�mites, pues precisamente tal pol�tica es la que entra en crisis en la d�cada del sesenta, como consecuencia del mayor �ndice de dependencia generado. Durante la d�cada pasada la econom�a qued� sujeta en vasta proporci�n al imperialismo norteamericano, bien por inversiones directas, mediante pr�stamos, importaciones de bienes de capital, marcas, etc. La industria sustitutiva de importaciones nos amarr� m�s al imperialismo y de importaci�n manufacturera pasamos al de importadores de materias primas y bienes de capital. Con ello se reforz� la penetraci�n extranjera en lo pol�tico y cultural.
De este modo, la econom�a interna se fue ajustando al conjunto del capitalismo internacional, lo que gener� nuevas contradicciones al tornar sumamente scnsible la econom�a colombiana a las crisis del capitalismo monop�lico e imperialista. �En qu� medida la crisis del internacionalismo capitalista se reflejar� en la econom�a nacional? Por el momento s�lo podemos trazar un esquema muy general, pues todav�a no sabemos hasta qu� punto la crisis pueda ser absorbida o controlada por los mecanismos de supervivencia del gran capitalismo desarrollado. Falta por ver si se trata de una crisis peri�dica o de una profunda quiebra de toda la estructura capitalista.
Pero algunas manifestaciones del problema tienen ya su vinculaci�n a la econom�a nacional. Por ejemplo, en raz�n del grado de dependencia es ostensible en los �ltimos a�os una p�rdida de valor de las materias primas exportadas, conduciendo a una merma en la tasa de acumulaci�n de Capitales. Ello debilita el desarrollo de la burgues�a colombiana. Por la econom�a de guerra y derroche que manejan los USA, vemos c�mo aplican una pol�tica nacionalista de gran potencia, imponiendo onerosos grav�menes a las importaciones de materias primas del mundo subdesarrollado; suben los fletes mar�timos; dejan reducida a su m�nima expresi�n las importaciones de manufacturas nuestras; reducen el financiamiento a la burgues�a y constri�en la exportaci�n de capitales Cuando estas burgues�as inician una t�mida defensa de sus intereses.
Tenemos entonces, cierto juego de contradicciones entre la burgues�a colombiana y los pa�ses imperialistas, sometiendo esta crisis con mayores grav�menes a la burgues�a nativa. De un lado se sustenta en el imperialismo y de otro se ve manipulada y ciertamente explotada como contraprestaci�n. Plantear�amos entonces un interrogante: �puede la burgues�a colombiana realizar la acumulaci�n necesaria que requiere para lograr un aceptable desarrollo econ�mico, por fuera del apoyo imperialista, quiz� como en la d�cada de 1930? �O bien ya no es posible tal crecimiento debido a la estructura especial que se desarroll� dentro de las condiciones dependientes? Ello conducir�a, en otras palabras, a plantear que la crisis del capitalismo imperialista producir�a una quiebra del capitalismo colombiano o el reforzamiento de un cierto nacionalismo burgu�s. �Pero cu�les ser�an las implicaciones de esta pol�tica?
Nos atrevemos a sustentar la siguiente hip�tesis; la burgues�a colombiana puede adoptar algunas medidas conducentes a crecer en algunos sectores y por un tiempo no muy largo, pero que le asegura por varios a�os crecer como burgues�a; a reforzar su capacidad de mercado internacional � comercio con los pa�ses europeos, capitalistas y socialistas, grupo andino- para disminuir la presi�n causada por el estrechamiento del mercado norteamericano y su avalancha de mercader�as originadas en la devaluaci�n del d�lar, lo cual le dar�a posiblemente una cierta libertad frente a USA. Sin embargo, esa relativa amplitud de mercado no significar� independencia, tecnol�gica y crediticia de los monopolios capitalistas. Entonces tendr�amos que le resulta sumamente dif�cil a la burgues�a colombiana modelar un relativo nacionalismo � a pesar de las declaraciones de Pastrana a Nixon � y que signifique a la vez un gran desarrollo para las masas, creciendo notoriamente las contradicciones al punto de generar una profunda crisis econ�mico-social. Y de acuerdo a la historia de la burgues�a colombiana, sobre todo de los �ltimos a�os, no cabe vislumbrar una democratizaci�n de las instituciones frente a la radicalidad pol�tico-social, sino a un mayor endurecimiento y fascistizaci�n, estilo Brasil o M�xico, cerrando las posibilidades de un ascenso pac�fico al Estado por las fuerzas revolucionarias.
Dentro del anterior marco estructural debemos encuadrar las contradicciones de la actual coyuntura.
El desarrollo industrial proyectado se frena por causa del rebasamiento o agotamiento de la capacidad de sustituci�n de importaciones en el campo normal en que se podr�a mover la burgues�a colombiana y la obliga durante alg�n tiempo a dise�ar un modelo de crecimiento en base a la congelaci�n de salarios. Cargas tributarias para los sectores medios y proletarios, est�mulos e incentivos para el gran capital y fortalecimiento de un tipo de capitalismo de Estado. Mas los efectos no se dejaron esperar. El sector comerciante vi� frenado su desarrollo en cuanto los consumos se contrajeron pues la posibilidad compradora de las masas hab�a rebajado notoriamente. Para el sector financiero fu� una �poca de auge, pues lleg� la oportunidad de ligarse m�s estrechamente a la gran industria por medio de los "Fondos Financieros�, "Bancos", "Seguros", "Corporaciones Financieras", que se constituyeron en los canales particulares de concentraci�n y conducci�n del ahorro. Pero a su vez, conectados como est�n �ntimamente entre s�, abrieron camino al forcejeo por repartirse la direcci�n econ�mica y administrativa de la industria. Y si pensamos en que el sector financiero es uno de los m�s penetrados por el capital norteamericano, nos daremos cuenta de que el sector con gran peso en la burgues�a es movido por intereses monopolistas nacionales e internacionales. Con ello cierran el c�rculo de concentraci�n de capital y dependencia imperialista. no caus�ndonos sorpresa su antagonismo al control de capitales for�neos.
Para los terratenientes y capitalistas agrarios, el esquema de "progreso" significaba un replanteamiento a nivel de tenencia y productividad. Sin embargo, no pod�a profundizarse un proceso redistributivo en cuanto el sector agrario es todav�a un gran acumulador de capital, ya que somos b�sicamente un pa�s agrario exportador. Y a su vez la facci�n burguesa del campo se halla ligada con el comercio, industria y finanzas. Esto hizo que facciones aparentemente desligadas del agro protestaran por las medidas conducentes a la Reforma Agraria.
�Pero qu� contradicciones aceleraron el modelo "neoliberal"? Con las masas proletarias y sectores pauperizados, pues el financiamiento b�sico descans� sobre ellos, aumentando su tasa de plusval�a. Y para complementar necesariamente o mejor, para posibilitar esta v�a de crecimiento, puso a operar el aparato represivo del Estado, fascistizando las instituciones democr�tico burguesas. Y con esto Colombia se entroncaba con reg�menes como los de M�xico y Brasil o Argentina, cuyos modelos est�n mucho m�s avanzados que el Colombiano. Pero el hecho provoc� fuerte descontento entre las masas en raz�n de sus altos �ndices de pauperismo, tanto en el campo como en la ciudad. As�, el dise�o "deSarrollista� fu� puesto en entredicho por el momento, debido a las diferencias que gener� entre la burgues�a y los fuertes antagonismos que form� con las masas, aumentando su beligerancia.
Durante el gobierno de Pastrana se pens� en cambiar las reglas del juego burgu�s, para que hoy veamos casi un resurgimiento del planteamiento anterior.
Se quizo realizar una pausa en el desarrollo en pos de un desarrollo "integral", "social", que por supuesto no pudo profundizarse pero que en cambio fu� utilizado para presentar a la burgues�a con rostro "amable". Ante su fracaso y la radicalidad populares principalmente en el campo, se originaron algunas pugnas entre la misma burgues�a. Los terratenientes y capitalistas agrarios claman por una mayor represi�n consigui�ndolo en ocasiones (caso Palmira), m�s protestan por la posibilidad de un impuesto presuntivo a la tierra que disminuir�a su tradicional evasi�n tributaria, pero exige permanecer con la misma cuota de ganancia sin dejar fortalecer un cierto capitalismo de Estado. Los comerciantes, luego de un segundo per�odo en el cual obtuvieron ganancias por el crecimiento de la tasa inflaccionaria, protestan ante la posibilidad dc estrechar el consumo (de hecho ocurri� en diciembre), sin tener en cuenta que un mayor crecimiento de los �ndices consumidores socava la capacidad de ahorro y su inversi�n productiva. Los industriales y financieros atacaron las medidas que signifiquen una "racionalizaci�n" del mercado de capitales for�neo y logran algunas conquistas, poniendo en peligro inclusive una parte importante del mercado andino. El sector financiero vive un agudo proceso de concentraci�n en cuanto sus principales componentes rejuegan con las acciones, bajan las cotizaciones, obligan a vender a peque�os y medianos accionistas, compran a bajos precios y expropian directamente, pues al finalizar cierto per�odo sustentan nuevas alzas, completando el ciclo de concentraci�n monop�lica. Y como al mismo tiempo son los mayores accionistas industriales, controlan casi totalmente a este sector. Tenemos entonces que la libre competencia capitalista y sus m�ltiples formas de saqueo se traducen durante algunos per�odos en presa f�cil del monopolio, el contrario natural del liberalismo econ�mico.
El Estado hoy va siendo manejado indistintamente por las facciones burguesas, tomando decisiones de acuerdo a la mayor o menor presi�n de �stas. Se produce entonces aparentemente un Estado por encima de intereses definidos de la burgues�a y adem�s si "proclama" cierto asistencialismo. Sin embargo, �ste es el Estado de los per�odos de crisis, antes de presentarse abiertamente como el Estado Fascista, que necesita una fuerte cohesi�n para impulsar su propio desarrollo corporativo, donde los devaneos populistas van a estar descartados por su l�gica gran burguesa.
�Y c�mo act�an las agrupaciones pol�ticas de la burgues�a? Los partidos Liberal y Conservador, dirigidos en sus c�spides por las distintas facciones burguesas, reproducen a su modo las contradicciones anotadas.
El Partido Conservador, m�s homog�neo econ�mica, social y pol�ticamente, sin planes de jugar a "pol�tica de masas", de variar la dominaci�n capitalista por sistemas heterog�neos, conserva las contradicciones entre sus distintos sectores dentro de un concepto de unidad y defensa general del sistema, permitiendo la cr�tica entre sus grupos pero formando un cerrado bloque pol�tico en la manipulaci�n burguesa dentro o fuera del gobierno. De ah� que se muestre como una fuerza unificada, coherente, con capacidad decisoria. �Pero contradice esta posici�n con la relativa pugna entre las facciones que dominan alternativamente las decisiones del gobierno? No. Las contradicciones o diferencias subsisten dentro de su burgues�a. Pero es ah� donde la burgues�a conservadora muestra precisamente mayor cohesi�n pol�tica, pues sus intereses de clase son m�s definidos, se halla vertebrada por el grueso del capitalismo y latifundismo con muy poca ingerencia en sus puestos de mando de la peque�a burguesa y ninguna de masas campesinas o urbanas. Esta composici�n de clase lo hace m�s org�nico y por tanto puede controlar dentro de s� las contradicciones que surgen y m�s cuando ellas tratan de generar antagonismos. Podr�amos decir que sus contradicciones como partido son diferencias causadas por su propio desarrollo, m�s reacciona pol�ticamente como un gran bloque de poder frente a las fuerzas antag�nicas rurales o urbanas.
�Qu� podr�amos decir del Partido Liberal? El Frente Nacional presenta una caracter�stica: constituye un bloque de poder entre el conservatismo ya descrito y un partido Liberal cuya composici�n de clase es m�s heterog�nea, reuniendo en su seno a parte de la burgues�a y terratenientes como grandes masas peque�o burguesas y alg�n proletariado. Esto hizo que las contradicciones dentro del liberalismo tomaran caracter�sticas de enfrentamiento de clase � como sucedi� cuando el MRL � lo cual represent� una desvantaja frente al conservatismo, haciendo m�s dif�cil su acci�n unitaria, constituy�ndose en la pr�ctica como una federaci�n de grupos. Si bien podemos afirmar que no ha crecido durante los �ltimos a�os, mantiene como metas ideol�gicas de partido ciertas reivindicaciones peque�o burguesas y en algunas ocasiones para las masas. Esto hace que se conserven relativamente las espectativas dentro del partido y se proyecte por algunos de sus dirigentes como "popular".
Sin embargo, el hecho de la �ltima divisi�n y su forma especial, plantea una particularidad. En primer lugar, no ha tomado las caracter�sticas de un "nuevo MRL", en raz�n de que su manejo burgu�s en la c�spide y alianza con el conservatismo, con �nfluencia cada vez menor de la peque�a burgues�a y sectores de masas, es decir, su conservatizaci�n paulatina, su proyecto para las masas antes anotado pierde alcances. El no crecimiento durante los �ltimos a�os nos indica su retroceso al compararlo con los �ndices de poblaci�n. Por estas razones, las diferencias entre las fuerzas componentes del liberalismo se parecen cada vez m�s a las del partido conservador. Es decir, a nivel de regateo, supremac�a o de componenda. Tan s�lo que algunos dirigentes alientan todav�a un cierto programa peque�o burgu�s, de muy dif�cil realizaci�n dentro del partido.
Existe otro fen�meno importante en la crisis liberal. Se trata de los primeros "tanteos" de Lleras Restrepo de movilizar "socialmente" al campesinado por fuera de partidos. �Causas? Lleras Restrepo, quiz� m�s con el apoyo de pol�ticos que de capitalistas, recoge en su pr�ctica la ense�anza del deterioro tradicional, y se propone en principio desbordar el partidismo por una posible movilizaci�n de masas campesinas, el lado d�bil de Anapo. Es decir, ponerse frente a un vasto y complejo accionar de peque�a burgues�a y proletarios campesinos, con el objeto de canalizar el descontento y utilizarlo pol�ticamente: a) frenando su profundizaci�n y b) buscando crear su propia fuerza electoral que neutralice con posibilidades a otras fuerzas pol�ticas.
Mas tiene varios factores en contra: no recibir suficiente apoyo de la burgues�a y segundo, su �xito puede quedar a la deriva en vista de que la lucha de clases en el campo crece sin cesar y de acuerdo a ciertos hechos, desborda la maniobra burguesa. Se trata de un experimento cuya viabilidad pertenece a la situaci�n coyuntural.
Pasemos a referirnos a las fuerzas de oposici�n y as� completar el cuadro pol�tico nacional con la suficiente amplitud dial�ctica, para llegar a un final de conclusiones necesarias.
En Colombia se plantea la constituci�n de un Frente de Oposici�n como respuesta al bipartidismo. Quiz� piensen algunos en la similitud con el proceso chileno y es pertinente saber si en nuestro medio revestir�a semejanzas y cu�les sus posibilidades reales.
La caracter�stica de bulto del proceso chileno en su formulaci�n de "Unidad Popular", es la de estar vertebrada por dos grandes partidos marxistas, Socialista y Comunista, con apoyo en tres partidos menores pero de filiaci�n promarxista: Mapu, Mir y la parte m�s importante del Radical, adem�s del peque�o Partido Socialista Popular. Esto define por su estructura e ideolog�a la Unidad Popular chilena: partidos proletarios en su direcci�n pol�tica, de fuerte consciencia de clase, organizados y con gran combatividad hist�rica y coyuntural, �Unidad Popular�, controla la CUT, aglutinante de la clase obrera, y el campesinado se mueve bajo la orientaci�n de Mir y Mapu. De otra parte las Fuerzas Armadas han demostrado hasta el momento apoyo a las medidas gubernamentales lo cual dice de la influencia que a nivel de los altos mandos tiene la coalici�n gobernante. Adem�s, la burgues�a chilena no cuenta con un historial de fuerza como la colombiana, de manejo violento del poder, desenvolvi�ndose en las normas democr�tico burguesas del parlamentarismo.
En Colombia tenemos las siguientes fuerzas oposicionistas: Anapo, Belisarismo, Liberales Independientes, Partido Comunista.
Anapo registra la modalidades anotadas en principio, en cuanto hace referencia a su estructura de clases e ideol�gica, su proceso de formaci�n y la pr�ctica pol�tica determinada. En la nueva coyuntura puede adoptar varios caminos: a) Radicalizar el movimiento de masas urbano; b) Pactar de hecho o formalmente con la burgues�a; c) Continuar una pol�tica equ�voca frente al sistema. �Esto indicar�a que Anapo puede jugar esas posibilidades por dentro o fuera de la coalici�n oposicionista? Como el anapismo es el partido mayoritario y el que impone las reglas del juego, analizaremos sus posibilidades en �ltimo t�rmino, luego de apreciar las otras fuerzas pol�ticas.
El "Belisarismo" recoge fundamentalmente sectores medios, peque�a burgues�a y algunos n�cleos obreros. En tal sentido, no tiene contradicciones de clase con Anapo y antes por el contrario, refuerza su posici�n peque�o burguesa en los mandos intermedios oposicionistas. Su contenido ideol�gico se definir�a como un demo-cristianismo. Tal contenido ideol�gico y de clase reforzar�a por tanto una l�nea no proletaria. El "Belisarismo" no es un partido y su influencia correr�a a cargo de la figura de Belisario Betancur, lo cual disminuye su capacidad de negociaci�n inter- na. Sin embargo, es un hombre "interesante� para sectores de la clase burguesa pues no se debe olvidar sus bienes de fortuna que lo ligan con el capitalismo interno y externo.
Los "Liberales Independientes", constituyen un grupo formado en los �ltimos meses y re�eja la desvertebraci�n del partido liberal. No tienen organizaci�n de partido, atomizados por varias partes de pa�s y con un centro importante: Antioquia. Su composici�n de clase puede catalogarse como peque�o burguesa en descenso y con una ideolog�a parecida al "belisarismo". No tiene poder de negociaci�n interna y f�cilmente puede ser absorbido por el anapismo dentro de una gran campa�a electoral. Su fuerza propia es relativa y necesitan de jefes "mayores� para lograr captar algunas masas.
El Partido Comunista entrar�a en la coalici�n como una fuerza coherente, con cierto apoyo en la clase obrera y agitando una ideolog�a democr�tica, nacionalista y antiimperialista. Pero, tiene resistencias dentro de Anapo como en el "Belisarismo", dificult�ndose su capacidad de forcejeo pol�tico por lo reducido de su ambiente electoral. Sin embargo, le dar�a a la coalici�n su "sabor" de izquierda, creciendo la es- pectativa en torno a la Unidad Popular.
En cuanto a la Anapo, decimos que arrastra la coalici�n, la pone a su servicio. Unidad que por lo dem�s no contradice su propia composici�n de clase o ideolog�a sino que antes la refuerza. Por todo lo dicho hasta el momento, no parece posible que la Unidad Popular desate un movimiento de masas como el chileno, organizado y combativo, sino al modo tradicional, de tipo populista. Es decir, continuar�n los viejos errores sin que se produzcan otros fen�menos significativos. Quiz� un modelo agitacional parecido al de los tiempos del MRL, que nos indicar�a de un nuevo ciclo de movilizaci�n de masas, pero cuyos principios no se afirman coherentemente dentro de una teor�a revolucionaria, prest�ndose a la demagogia tradicional, sin lograr un avance real de las masas tanto en su ideolog�a como en sus formas organizativas. De otra parte, una presunta radicalidad del movimiento urbano cortar�a las posibilidades de entendimiento con la burgues�a y adem�s, el an�lisis de 1971 nos revel� que las intenciones de los dirigentes anapistas no son las de fomentar un despertar revolucionario del proletariado. Con ello entonces caer�amos en la segunda y tercera consideraci�n, la del pacto formal o de hecho con la burgues�a, o del mantenimiento de una pol�tica equ�voca de oposici�n y no oposici�n frente al gobierno. Pero de las dimensiones y caracteres de aquel pacto s�lo 10 dir�n las circunstancias concretas en su momento preciso, jugando factores econ�micos y pol�ticos tanto para la burgues�a como para la Anapo.
Sin embargo, es posible adelantar un tema de controversia para vislumbrar los t�rminos del pacto entre la burgues�a y la oposici�n �excluyendo al Partido Comunista quiz� �, bien sea despu�s de las elecciones de 1972 o 1974: �le conviene a la burgues�a colombiana iniciar con vigor un plan de desarrollo siguiendo el modelo brasile�o, con sus secuelas pol�ticas represivas, y teniendo en cuenta la situaci�n internacional que la impulsa con premura a ello? �O bien preferir�a una l�nea populista que disminuir�a notablemente su capacidad de crecimiento capitalista, pero tal vez asegurando a corto plazo una estabilidad pol�tica interna?
Creemos que ya hemos dado los elementos b�sicos para contestar ambas interrogaciones. El modelo brasile�o impl�ca una fuerte acumulaci�n de capitales para el sector m�s desarrollado de la econom�a, durante un tiempo extenso, lig�ndose m�s al imperialismo norteamericano a trav�s de inversiones directas y pr�stamos, imponiendo mayores grav�menes a los sectores medios y obreros, traduci�ndose pol�ticamente en un r�gimen represivo. Nosotros ya tuvimos la tentativa o los pasos iniciales durante el gobierno de Carlos Lleras, que fracas� moment�neamente pero cuya viabilidad est� siendo puesta en la superficie. De acuerdo al diagn�stico internacional que hicimos parece la salida m�s l�gica para la burgues�a colombiana, siendo adem�s una pol�tica respaldada en el partido conservador, quien re�ne el grueso del capitalismo. Este tipo de l�nea pol�tica llevar�a a corto plazo a una mayor fascistizaci�n del Estado y romper�a casi todo intento de alianza con el populismo, sosteni�ndose fundamentalmente en el ej�rcito, al cual bajo el pretexto del conflicto con Venezuela, es reforzado ilimitadamente. De otra parte, una �unidad popular� con las caracter�sticas anotadas, resulta incapaz de hacer frente a cualquier �mano dura� de la burgues�a y por mucho tiempo, tal como sucede en Brasil, donde las fuerzas revolucionarias estaban mucho m�s organizadas, incluso eran parte del gobiemo populista de Goulart.
En este orden de ideas, nosotros descartamos una posible alianza de sectores de la burgues�a con la oposici�n, si ella significa imponer un �desarrollo populista�, o dicho de otro modo, la alianza ser� posible si la Anapo garantiza no presionar a reformas populistas y progresistas que disminuyan la tasa de acumulaci�n de capitales necesaria para fundar una industria pesada, por ejemplo. �Entonces, en qu� t�rmino podr�a darse la coalici�n? Quiz� con el se�uelo de los puestos oficiales, colmando en parte los anhelos burocr�ticos. Incluso alcanzar�a esta f�rmula las metas de �conquista del poder�, entregando el movimiento de masas por arriba y dando lugar a una nueva etapa de escepticismo popular. Quiz� por alg�n tiempo lograr�an mantener las espectativas mediante arreglos �nacionalistas� o de m�s �becas� y �aguinaldos del ni�o pobre�, lo cual significar�a prolongar el enga�o de las masas.
Parece, todo lo indica, que estamos abocados a la continuidad burguesa en el poder real mediante dos caras de la misma moneda. Y en ambos momentos auspiciados por una Anapo que pactar�a formalmente o de hecho. Es decir, preveemos una �salida� no revolucionaria de la actual coyuntura pol�tica, prolongando varios a�os m�s la explotaci�n capitalista y el dominio del imperialismo norteamericano, as� a un nuevo gobierno le diera por llamarse �nacionalista� y hasta �popular�.
Ante la negritud del futuro, no por que lo desconozcamos sino por que lo presentimos, cabe finalizar este intento de an�lisis tanto de la pol�tica general como de Anapo en particular, con tres preguntas hechas por un grupo revolucionario y sus respectivas respuestas, dejando impl�cita nuestra soluci�n: Contrapol�mica No 1 (julio de 1971):
�Puede la din�mica espont�nea del enfrentamiento antiolig�rquico de las masas forzar a la Anapo a seguir un programa realmente anti-imperialista? �Pueden los cuadros socialistas hoy minoritarios llegar a se�alar la l�nea del partido? �Los actuales l�deres est�n dispuestos a llevar a cabo un programa real anticapitalista, anti-imperialista? Estas tres perspectivas, estas tres posibilidades, respondidas por la afirmativa, aisladas o en cualquier combinaci�n, fundan las esperanzas de quienes consideran que la Anapo har� parte importante del frente (de oposici�n, popular, democr�tico anti-imperialista, antifeudal, o como quiera llam�rselo) que reemplazar� al sistema actual y comenzara realizar la transici�n al socialismo.
La respuesta la podemos ensayar con alguna certeza de acuerdo a lo expuesto hasta el momento y tiene el car�cter de proyecto a probar, en el futuro cercano que vivir� el pa�s.
El espontaneismo de masas no ha sido nunca salida revolucionaria. Ofrece mayores posibilidades de agitaci�n, pero ante las dificultades propias y y las que ofrece la burgues�a, puede ser truncado con facilidad, cambiados sus objetivos y retomados en parte por la burgues�a. Tampoco se aseguran en ning�n momento sus dirigentes, puesto que ante la crisis y la batalla librada por la burgues�a, no tienen capacidad de respuesta organizada y sistem�tica, sus cuadros de mando pueden ser detectados con rapidez y puestos fuera de acci�n.
Pero proponer adem�s que un partido como Anapo recoja el descontento popular y lo encauce para s�, es desconocer lo que hemos analizado hasta el momento. Anapo tiene las caracter�sticas de un gran subproletariado y proletariado manipulado por una clase peque�o burguesa y latifundiaria y no de organizaci�n revolucionaria. Entonces no puede reagrupar organizada y consecuentemente a las masas, ni las pertenecientes a su partido ni mucho menos las ubicadas por fuera. Para realizar lo contrario, no necesitar�a de ampliar sus adeptos a m�s del mill�n y medio, sino tomar parte como vanguardia de las luchas populares. Mas esto supondr�a un cambio de direcci�n y ello es lo que no es posible.
Por tales razones Anapo no ha liderado las luchas populares. El espontane�smo de las masas dentro del partido se halla hu�rfano de direcci�n pol�tica propia, verdadera, para s� mismas, en cuanto los intereses de ellas no son los de la burocracia del partido. Lo cual nos indica que la direcci�n pone todav�a sus esperanzas en la productividad capitalista, no se ha desprendido de su econom�a en derrumbe y trata incluso de estabilizar el proceso, buscando no romperlo y dar el salto revolucionario.
Sin embargo, como la crisis no puede ser paralizada, el proceso de ascenso de las masas continuar� su curso en parte � dependiendo por el momento de la habilidad burguesa�, y como contrapartida, ya se ven a otros sectores que toman el camino proletario � estudiantes, maestros, profesionales, campesinos, y su destacamento de vanguardia, las guerrillas�, y trabajan fuera de Anapo en el montaje de una fuerza revolucionaria. Es decir, nos hallamos ante un desplazamiento de la direcci�n pol�tica popular, cansados de la oposici�n que no desemboca en la revoluci�n. Estos grupos, de suyo articulados en la ideolog�a y ciencia marxistas, se desarrollan en la medida que las contradicciones se aceleran. Consideramos legitimo que los n�cleos revolucionarios trabajen por fuera de Anapo, en cuanto sus m�todos e ideolog�a pueden ser puestos en pr�ctica con mayor facilidad que dentro de un partido caudillista, mediatizado por fuertes intereses no-revolucionarios. La lucha revolucionaria debe ser puesta en pr�ctica por organizaciones arraigadas en el marxismo y jam�s por oportunistas burgueses de otro estilo, de id�ntica moral e ideolog�a.
�Existen cuadros socialistas dentro de Anapo? No, s�lo vemos liberales de izquierda, que sueltan frases de clich�, pero act�an como la derecha. Es la raz�n para explicar c�mo �la izquierda del partido� no tom� decisiones frente a los acontecimientos del a�o 1971. S�lo cumplen la funci�n de presentar �atractivo� el partido, de darle su cara risue�a frente a las masas. Con ello mantienen la expectativa de un partido �con posibilidades progresistas�, democr�ticas, cuando en la pr�ctica vemos su resultado: no ataca el statu quo, monopoliza la oposici�n y no deja crear otras fuerzas m�s definidas. En otras palabras, el populismo puesto al servicio de la burgues�a, indirectamente, que con ello se asusta pero lo utiliza para reafirmarse. Un �anapismo� bien administrado es lo mejor que ha podido encontrar la burgues�a para defender sus intereses.
La izquierda liberal de Anapo sujeta su l�nea a la de todo el partido, cuya din�mica no es ni siquiera progresista hasta el momento. Podemos concluir que cifrar esperanzas en los sectores de izquierda aquel partido , es vivir de las intenciones y buenos prop�sitos m�s que de la cruda realidad, tal como lo hemos demostrado. La hora de las decisiones pertenece al caudillo y su familia y no al peque�o sector que subsiste precisamente por no ofrecer peligro, sino como el rostro de agitar y mostrar a las masas.
Concluimos: la direcci�n de Anapo es imposible de cambiar por la forma caudillesca del partido, mas tampoco tiene posibilidades de modificar su l�nea pol�tica en la medida que sus propios intereses no son los de las masas. Una direcci�n oportunista, conservadora y con tendencias falangistas en muchos casos, no puede generar un movimiento revolucionario. Es preciso crear y apoyar a los cuadros revolucionarios que trabajen dentro de las masas, radicalicen su proceso y crezcan as� en praxis completa, para enfrentarse a los acontecimientos futuros, los cuales exigir�n mucha organizaci�n, firmeza ideol�gica y voluntad de llegar hasta el final, hasta la victoria. Las masas piden una pol�tica efectiva, verdadera y las nuevas generaciones marxistas no se las pueden negar. �Por el fortalecimiento de las organizaciones revolucionarias, adelante!