OBRAS COMPLETAS DE JOSE CARLOS MARIATEGUI |
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FIGURAS Y ASPECTOS DE LA VIDA MUNDIAL III |
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FRANCIA Y ALEMANIA*
Aunque cuatro millones de electores han votado en Alemania por los nacionalistas y contra el plan Young, las distancias que separaban a los dos adversarios de 1870 y de 1914 se muestran cada día más acortadas. El trabajo de las minorías de buena voluntad por una duradera inteligencia recíproca, prosigue alacre y tesonero. Si algo se interpone entre Alemania y Francia es el sentimiento político reaccionario que en Alemania inspira el plebiscito nacionalista y en Francia dicta a Tardieu la resolución de demorar la evacuación de las zonas ocupadas. Es probable que este plebiscito sea la postrera gran movilización del partido nacionalista. Las últimas elecciones municipales de Berlín han acusado un retroceso de los nacionalistas en el electorado de la capital alemana. Los fascistas, partido de extrema derecha, han ganado una parte de estos votos; pero el escrutinio, en general, se ha inclinado a la izquierda. Los comunistas han ganado —con asombro probablemente de los asmáticos augures de su liquidación definitiva— un número de asientos que los coloca en segundo lugar en el Municipio de Berlín. Y los socialistas han conservado el primer puesto. Los libros de guerra, —cuyo éxito es para algunos críticos una consecuencia del actual período de estabilización capitalista—, no son el, único signo de que Alemania revisa profundamente sus conceptos. El libro de Remarque, de un pacifismo entonado a los sentimientos de la clientela de Ullstein, no está exento de nacionalismo y de resentimiento. El autor satisface el más íntimo amor propio nacional, recalcando la abrumadora superioridad material de los aliados. En los últimos capítulos de Sin novedad en el frente, se nota cierta intención apologética al trazar el cuadro de la resistencia alemana. Una Alemania heroica vencida por la fatalidad, no es ciertamente una de las más vagas imágenes que proyecta el libro en la conciencia del lector. Fuera de la política, en los dominios de la literatura y del arte, se acentúa en Alemania el interés por conocer y comprender las cosas y el alma francesas y en Francia la atención por el pensamiento y la literatura alemanas. "La Revue Nouvelle" anuncia un número especialmente dedicado al romanticismo alemán. "Europe", una de las primeras entre las revistas de París en incorporar en su equipo internacional colaboradores alemanes, persevera en su esfuerzo por el entendimiento de las minorías intelectuales de ambos pueblos. En el número de octubre de esta revista, leo un articulo de Jean Guehenno sobre el libro en que el profesor de la Universidad de Berlín Eduardo Wechssler confronta y estudia a los dos pueblos. Guehenno no encuentra al profesor Wechssler más emancipado de prevenciones nacionalistas que al malogrado Jacques Riviere en una tentativa análoga sobre Alemania. Guehenno resume así la definición del francés y del alemán por Wechssler: "El francés es un hombre de sensación, susceptible, impresionable, excitado, tentado por los paraísos artificiales, sin gusto por la naturaleza y que, si no la domina, desconfía de ella, la desprecia, la odia. Si ama a los animales, ama a los que lo son menos: los gatos; no a los perros. Carece de amor por los niños. Tiene el horror de lo indefinido. Es eminentemente social y sociable. Es cortesano, burgués, hombre honrado, galante. El fin que persigue es la alegría de vivir. No teme nada tanto como el aburrimiento. Posee todos los talentos, pero no posee más que talentos. Lo atormenta sin cesar el espíritu de conquista. Se daría al diablo con tal de que se le distinga. Ambicioso, glorioso, impone a las cosas su marca. Sabe componer, elegir. Se quiere libre. La coacción, venga de. donde venga, lo irrita y desarrolla en él fanatismo y resentimiento. Es razón, inteligencia, espíritu; capaz de duda y de ironía. Su regla es el principio de identidad y el mundo de sus pensamientos, un mundo de claridad". "El alemán es profundo, "expresionista", preocupado siempre de captar el todo más que la parte. No se confía a las impresiones de momento, sino espera todo de una lenta preparación de las cosas. Ama la naturaleza, se abandona a ella como a la creación de Dios. Ama a los animales —su amor por ellos es una herencia de la vieja sangre germánica— y a los niños. Tiene el sentido de lo infinito. Se baña en él con delicia. Su alma es un espejo del mundo. Es grave, adherido al pasado, naturalmente atento, pesado. El pedantismo es para él el escollo. Aplicado y trabajador, se confía al porvenir. Es entusiasta, benévolo, longánimo y paciente. Se remite a la intuición. Un sentimiento profundo de la unidad le permite acordar los contrarios. El mundo de sus pensamientos no es jamás un mundo cerrado. Las palabras que emplea están rodeadas como de un halo o un margen. Un alemán habla porque piensa, decía Jacob Grimm, y sabe que ningún lenguaje igualará jamás las potencias del alma". Muchos de estos rasgos son exactos. Pero el profesor alemán idealiza ostensiblemente a su pueblo. Describe al alemán, como se describirla a sí mismo. Guehenno no está seguro de que éste sea un medio eficaz de reconciliación franco-alemana. El punto que le interesa sustancialmente es el que alude el título de sus meditaciones: "Cultura europea y desnacionalización". Gide ha escrito que "es un profundo error creer que se trabaja por la cultura europea con obras desnacionalizadas". Guehenno no conviene con Gide en este juicio porque avanzamos "hacia un tiempo en que una gran obra de inspiración nacional será prácticamente imposible", Pero éste es ya otro debate y, en estos apuntes, no quiero referirme sino al recíproco esfuerzo, de franceses y alemanes por comprenderse.
NOTA:
* Publicado en Mundial, Lima, 29 de Noviembre de 1929, en la sección "Lo que el cable no dice".
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