Mikhail Gorbachov

 

Intervención en la televisión soviética

29 de marzo de 1986

 

 


Emitido:  29 de marzo de 1986
Fuente de la traducción: "Intervención en la televisión soviética, 29 de marzo de 1986", en M. Gorbachov, Moratoria: Recopilación de discursos e intervenciones del Secretario General del CC del PCUS sobre el cese de las pruebas nucleares (enero - septiembre 1986). Editorial de la Agencia de Prensa Novosti, Moscú, 1986, págs. 75-83.
Esta edición: Marxists Internet Archive, enero de 2024.


 

 

 

¡Estimados camaradas, buenas noches!

Quiero hablarles hoy de la situación creada acerca de la moratoria de la Unión Soviética para las pruebas de explosiones nucleares.

Hace unos días, Estados Unidos llevó a efecto una nueva explosión nuclear. Para todos nosotros es evidente que el momento elegido para esa explosión no fue casual. Se produjo en vísperas de la terminación del plazo de la moratoria declarada por la Unión Soviética en forma unilateral. Ayer supimos que EE.UU. tiene el propósito de explosionar otro artefacto nuclear próximamente, en los próximos días.

Los soviéticos, como las personas de buena voluntad de todos los países, están indignados por esas acciones de EE.UU: Así lo indican las cartas que escriben al Comité Central del Partido y nos piden que expongamos nuestro parecer sobre ese particular. Y nos preguntan: ¿cómo entenderlo? ¿Qué conclusiones sacar de ello? ¿Por qué EE.UU. ha dado ese paso? ¿Cómo se dispone a obrar, dada la circunstancia, la dirección de nuestro país?

Consideramos nuestro deber responder a estas preguntas. Esta es, propiamente dicho, la razón de que me dirijo a ustedes hoy.

Hay que decir sin rodeos que el actual proceder de la Administración norteamericana, el que continúe las pruebas nucleares, a pesar de los requerimientos imperiosos de los pueblos, constituye un desafío demostrativo a la Unión Soviética, y no sólo a ella, sino a todo el mundo, a todos los pueblos, comprendido su propio pueblo.

En la situación de hoy, cuando en el mundo hay montañas de armas nucleares, es de gran trascendencia cesar las pruebas nucleares, y eso se comprende.

En primer lugar, suspender las pruebas nucleares es el camino más real para poner fin a la carrera de los armamentos. Sin esas pruebas no se puede ni perfeccionar, ni crear nuevos tipos de armas de esa clase. Dicho en pocas palabras, si hubiera un acuerdo con Estados Unidos y con las demás potencias nucleares en suspender esas explosiones, ello permitiría sacar del punto muerto en que se encuentra todo el proceso del desarme nuclear.

Más aún. La continuación de esas pruebas causa enorme daño, lo cual posiblemente no se ha estudiado aún hasta el fondo, a la naturaleza, al entorno mismo en que vivimos. ¿Acaso no estamos obligados a cuidar de nuestro propio hogar? Y no sólo por nosotros, sino también por nuestros hijos y por nuestros nietos.

Y, por último, para esta complicada cuestión no tenemos que empezar de cero. Ya se ha recorrido un cierto camino, contamos con una experiencia común: hace muchos años que no se realizan pruebas en la atmósfera, ni en el agua, ni en tierra. Tampoco se han registrado explosiones nucleares en el espacio cósmico.

Precisamente, tomando en consideración estas circunstancias y después de haber sopesado detenidamente todos los “pros” y los “contras”, la Unión Soviética tomó una iniciativa de excepcional importancia hace 8 meses, en el 40 aniversario de la tragedia de Hiroshima y Nagasaki, al suspender toda clase de explosiones nucleares, tanto para fines militares como civiles, y llamó a Estados Unidos de América y a los demás Estados nucleares a seguir el ejemplo, a avanzar por el camino del desarme nuclear.

Como he dicho en más de una ocasión, esa decisión no nos fue fácil, dada la constante tensión internacional. Si ustedes quieren, para dar aquel paso hacía falta, además, comprender la responsabilidad que pesa sobre los gobiernos de las potencias nucleares y tener la correspondiente voluntad política. Para obrar como obró, la dirección soviética tenía el mandato de su pueblo, que sabe el valor que tiene la paz y que aspira sinceramente a mantenerla y a reforzarla, a colaborar con todos los pueblos.

Al proceder así partíamos del profundo convencimiento de que el mundo, en su desarrollo, ha entrado en una fase que requiere nuevos enfoques a las cuestiones de la seguridad internacional. Hoy, en nuestra era espacial-nuclear, no se puede pensar con categorías del pasado. El mundo debe comprender, en fin de cuentas, que todo ha cambiado radical mente. Que la tarea de hoy no consiste sólo en salvaguardar la paz, sino también en la existencia de la humanidad.

Estos fueron, precisamente, los motivos de nuestra decisión de declarar una moratoria unilateral de todas las explosiones nucleares.

La buena iniciativa de la Unión Soviética, es una enorme satisfacción decirlo, encontró en el mundo comprensión y general aprobación. Evaluaron altamente nuestra acción los trabajadores de todos los países: comunistas y socialdemócratas, liberales y conservadores, cristianos y musulmanes, infinidad de organizaciones sociales, destacados políticos, representantes de la ciencia y la cultura, millones de personas sencillas.

Pues bien, ¿cómo procedió la otra parte? Me refiero a la Administración de Estados Unidos.

Verbalmente, está por la liquidación de las armas nucleares. Tiene hechas no pocas declaraciones acerca de ello. Pero, en realidad, se puso de relieve una vez más el abismo que separa sus palabras de su política práctica. Pese a los llamamientos y al ejemplo de la Unión Soviética, a los pertinaces requerimientos tanto del pueblo norteamericano como de los otros pueblos del mundo, el Gobierno de Estados Unidos ha continuado los ensayos nucleares.

Nosotros cifrábamos algunas esperanzas al reunimos con el Presidente de Estados Unidos en Ginebra, confiábamos en llegar a un acuerdo con él sobre ese particular. Como ustedes recordarán, por partes, incluso conjuntamente, hicimos allí no pocas declaraciones esperanzadoras: sobre la inadmisibilidad de la guerra nuclear, sobre la imposibilidad de que nadie salga vencedor en una tal guerra, de que ninguna de las dos partes perseguirá la superioridad nuclear.

Los resultados del encuentro de Ginebra nos movieron a dar otro paso más de buena voluntad: prorrogar la moratoria hasta el 31 de marzo del año en curso. Así confirmábamos en realidad el sentido de responsabilidad en el diálogo de los dirigentes de las dos potencias y confiábamos, obviamente, en que la Administración de Estados Unidos respondiera con una cierta reciprocidad.

Creo que estarán ustedes de acuerdo con que nuestra Declaración del 15 de enero de este año, en la que se promueve un programa realista y concreto de liquidación de los armamentos nucleares, es también una demostración de nuestros verdaderos propósitos: poner fin a la confrontación nuclear. Al emprender este paso, lo que menos pensábamos nosotros era en acumular “puntos” propagandísticos de ven taja, como suelen decir los periodistas en estos casos, en embaucar, en ganar a la otra parte en astucia. Nosotros consideramos inadmisible un tal enfoque de los problemas candentes de la política de hoy. Nuestras acciones venían impuestas por nuestra responsabilidad tanto ante el pueblo soviético, como ante los demás pueblos, por la responsabilidad por eliminar la amenaza nuclear, por salvaguardar y fortalecer la paz.

En febrero último los líderes de seis países no alineados, expresando los ánimos predominantes en la opinión pública mundial, remitieron a los dirigentes de la Unión Soviética y Estados Unidos, un llamamiento instando a no realizar explosiones nucleares hasta la nueva reunión cumbre soviético-norteamericana. Nosotros respondimos a ello aceptándolo. Parecería lógico por parte de la Administración de EE.UU. apoyar con acciones prácticas la iniciativa de la Unión Soviética y tratar de satisfacer los requerimientos de los pueblos. Y, a fin de cuentas, corroborar precisamente con hechos sus propias declaraciones de Ginebra. Pero, nada de eso ocurrió.

De todo esto se desprende que el grupo gobernante de Estados Unidos pone los intereses egoístas de los círculos industrial-militares por encima de los intereses de toda la humanidad, de su propio pueblo. Y, además, tiene su importancia el hecho de cómo se hace esto: demostrativamente, con arrogancia, con desprecio a la opinión de la comunidad mundial. ¡Sin sentido de la realidad, sin sentido de la responsabilidad!

Cada día es más evidente que los círculos gobernantes de Estados Unidos siguen guiándose por una línea militarista, poniendo sus miras en la fuerza, para imponer su voluntad a los otros países y pueblos. A la vez declaran a los cuatro vientos que precisamente así influirán en la política de la Unión Soviética.

¿Qué podemos decir sobre ese particular? Esos medios son inadecuados. Jamás antes tuvo éxito el empleo de la fuerza contra nuestro Estado, y ahora es, simplemente, irrisorio. Además, también los pueblos de otros países rechazan, cada vez más activamente, la política de imposición en las relaciones internacionales, política que ya tuvo su siglo.

La dirección política soviética tiene planteada hoy una cuestión nada simple: ¿cómo reaccionar ante ese comporta miento de Estados Unidos?

Nuestra posición es clara. Nosotros consideramos que el mundo ha entrado en un período de decisiones de gran responsabilidad. Sí, en un período de decisiones de gran responsabilidad. No nos desviaremos del rumbo orientado a salvaguardar y fortalecer la paz, que con toda determinación acaba de confirmar el XXVII Congreso del PCUS. El Estado soviético, cumpliendo la voluntad de su pueblo, seguirá incrementando los esfuerzos para garantizar la seguridad universal. Procederemos así en cooperación con todos los países y pueblos.

En cuanto a nuestra moratoria unilateral, lo que puedo decir es que va a continuar, como se había anunciado, hasta el 31 de marzo de 1986. Pero tampoco después de esta fecha, como tenemos dicho, efectuaremos explosiones nucleares si Estados Unidos procede de igual manera. Una vez más damos la posibilidad a la Administración norteamericana de que tome una decisión responsable: poner fin a las explosiones nucleares.

En caso contrario, la Unión Soviética reanudará las prue-bas. Esto debe quedar muy claro. Lamentablemente nos vemos obligados a ello ya que no podemos renunciar a nuestra propia seguridad y a la seguridad de nuestros aliados. Esto lo digo para que no haya reticencias sobre este particular.

No obstante, insisto una vez más en que nuestro principal propósito es detener la carrera de los armamentos nucleares. Y para ello el paso más simple, claro y eficaz sería el cese de las explosiones nucleares.

Hemos propuesto comenzar inmediatamente las conversaciones sobre el cese completo de las pruebas nucleares, comprendidas las cuestiones sobre el control. Para la Unión Soviética son aceptables todas las variantes: conversaciones soviético-norteamericanas bilaterales, trilaterales, con participación de Inglaterra, multilaterales, en el marco de la Conferencia sobre desarme de Ginebra.

Hemos llegado a la conclusión de que la situación requiere acciones urgentes. Todavía no es tarde para detener la carrera armamentista nuclear. Es necesario un primer paso importante en esta dirección. Un paso así podría ser el cese general de las pruebas nucleares, ante todo, de la Unión Soviética y Estados Unidos, así como de las demás potencias nucleares. Damos enorme importancia a la solución de este problema que afecta el destino de todos los pueblos.

Estoy dispuesto a entrevistarme a la mayor brevedad con el Presidente Reagan, en Londres, Roma o cualquier otra capital europea que nos quiera acoger para llegar a un acuerdo sobre esta cuestión, y no veo obstáculos insalvables para ello, ni políticos, ni técnicos, ni de otra índole. Lo que se requiere es voluntad política y comprensión de la responsabilidad mutua. Proponemos entrevistarnos e intercambiar opiniones sobre este palpitante problema y encargar la preparación del acuerdo correspondiente.

Esperamos que esta proposición de la Unión Soviética sea valorada en la debida forma y acogida correctamente por el Presidente de Estados Unidos de América, por los gobiernos de los países de Europa y Asia, África y América Latina, por todo el mundo.

El tiempo apremia. En nombre del pueblo soviético exhortamos al pueblo norteamericano y a su Gobierno, a los pueblos y a los gobiernos de todos los países a contribuir activamente y con acciones prácticas a que la prohibición de las explosiones nucleares sea un hecho y una norma indiscutible en las relaciones interestatales.

La humanidad se encuentra en un punto en que se requiere la máxima responsabilidad. Las consecuencias de la carrera armamentista pueden ser imprevisiblemente peligrosas. Hay que actuar conjuntamente. Esto atañe a todos y a cada uno de nosotros.

Todo esto es lo que quería decirles, estimados camaradas, hoy. Hasta pronto.