Mikhail Gorbachov

 

Propuesta de abolición de armas nucleares

 


Emitido: El 15 de enero de 1986.
Fuente del texto: "Declaración del Secretario General del CC del PCUS. 15 de enero de 1986" en M. Gorbachov, Moratoria: Recopilación de discursos e intervenciones del Secretario General del CC del PCUS sobre el cese de las pruebas nucleares (enero - septiembre 1986). Editorial de la Agencia de Prensa Novosti, Moscú, 1986; págs. 9 a 25.
Esta edición: Marxists Internet Archive, enero de 2024.


 

 

 

Vivimos los primeros días de 1986, que será un año importante, de viraje en la historia del Estado soviético, el año del XXVII Congreso del PCUS. El Congreso marcará los hitos principales del desarrollo político, socioeconómico y cultural de la sociedad soviética hasta el siguiente milenio. Adoptará el programa de aceleración de nuestra edificación pacífica.

Todos los esfuerzos del PCUS se encaminan a garantizar la subsiguiente elevación del nivel de vida de la nación soviética. Hace falta un viraje positivo también en el ámbito internacional. Lo esperan, lo exigen los pueblos de la Unión Soviética y los pueblos de todo el mundo.

Partiendo de ello, al comenzar el año nuevo el Buró Político del CC del PCUS y el Gobierno soviético han decidido efectuar algunas importantes acciones en materia de política exterior que son de carácter fundamental. Estas buscan contribuir al máximo al mejoramiento del ambiente internacional. Están dictadas por la necesidad de superar las tendencias negativas y de confrontación que se han sentido cada vez más los últimos años y de abrir vías que permitan frenar la carrera de armas nucleares en la Tierra y prevenirla en el espacio, reducir en general el peligro de guerra y fomentar la confianza como un imprescindible componente de las relaciones entre los Estados.

 

I.

La principal de estas acciones es un programa concreto para eliminar totalmente las armas nucleares en todo el mundo, previsto para un período determinado de tiempo.

La Unión Soviética propone, mediante acciones por etapas y en forma consecutiva, realizar y concluir el proceso de librar de las armas nucleares a la Tierra en los próximos 15 años, hasta el fin de este siglo.

El siglo XX ha puesto al servicio de la humanidad la energía del átomo. Pero esta gran conquista de la inteligencia puede convertirse para los seres humanos en instrumento de su propio exterminio.

¿Es posible resolver esta contradicción? Estamos convencidos de que sí. Encontrar caminos eficaces para eliminar las armas nucleares es una tarea posible si se afronta con urgencia.

La Unión Soviética propone empezar a partir de 1986 la realización del programa dirigido a librar del temor ante una catástrofe nuclear a la humanidad. El hecho de que este año haya sido declarado por la ONU Año Internacional de la Paz sirve de estímulo político y moral adicional. Aquí hay que superar el egoísmo nacional, los cálculos tácticos, las controversias y discordias cuya significación es ínfima frente a la conservación del valor principal: la paz y un futuro seguro. La energía del átomo debe servir sólo a la paz. Es lo que ha defendido y sigue defendiendo invariablemente nuestro Esta do socialista.

Nuestro país fue también el primero en plantear ya en 1946 que se prohibiese la producción y el uso del arma atómica y en utilizar la energía nuclear con fines pacíficos para el bien de la humanidad.

¿Cómo percibe hoy la Unión Soviética el procedimiento de reducción de las armas nucleares, tanto vectores como ojivas, hasta que queden liquidadas por completo? En general nuestras propuestas se resumen del modo siguiente:

Primera etapa. En el curso de 5 a 8 años la URSS y EE.UU. reducirían en dos veces las armas nucleares capaces de alcanzar los territorios de ambos países. Sus vectores restantes de este tipo no tendrían más que 6.000 ojivas.

Por supuesto, esta reducción es posible sólo en caso de que la URSS y EE.UU. renuncien recíprocamente a producir, probar y desplegar armas de ataque espaciales. La Unión Soviética ha advertido reiteradamente que la creación de armas de ataque cósmicas borraría las esperanzas de que se reduzcan las armas nucleares en la Tierra.

En la primera etapa se acordaría y se lograría liquidar completamente los misiles de alcance medio —tanto balísticos como crucero— de la URSS y de EE.UU. emplazados en la zona europea; éste sería el primer paso para librar de las armas nucleares al continente europeo.

En este caso EE.UU. deberá asumir el compromiso de no suministrar sus misiles estratégicos y de alcance medio a otros países, mientras que Gran Bretaña y Francia deberán com-prometerse a no acumular sus respectivos armamentos nu-cleares.

Desde el principio es necesario que la URSS y EE.UU. se pongan de acuerdo sobre el cese de todo tipo de explosiones nucleares y exhorten a otros Estados a adherirse lo más pronto posible a esta moratoria.

El hecho de que la primera etapa del desarme nuclear corresponda a la URSS y a EE.UU. se debe a que ellos tienen que dar un ejemplo a las otras potencias nucleares. Lo expresamos con toda claridad al Presidente de EE.UU., Ronald Reagan, durante el encuentro de Ginebra.

Segunda etapa. En esta etapa, que debe comenzar en 1990 a más tardar y durar unos 5 ó 7 años, otras potencias nucleares empezarían a incorporarse al desarme nuclear. Para empezar, asumirían el compromiso de congelar todos sus armamentos nucleares, así como de no disponer de ellos en territorios de otros países.

La URSS y EE.UU. durante este período proseguirían las reducciones acordadas en la primera etapa, pondrían en práctica otras medidas para liquidar sus armamentos nuclea res de alcance medio y congelarían sus artefactos nucleares tácticos.

Después de que la URSS y EE.UU. reduzcan en un 50% sus respectivos armamentos en la segunda etapa, se efectuaría una acción drástica más: todas las potencias nucleares liquidarían sus armas nucleares tácticas, es decir, los artefactos de hasta 1.000 km de alcance (radio de acción).

En esta etapa el acuerdo soviético-norteamericano sobre la prohibición de los armamentos de ataque cósmicos debería convertirse en multilateral con la obligatoria participación de las principales potencias industrializadas en éste.

Todas las potencias nucleares cesarían las pruebas de armas nucleares.

Se proscribiría la creación de armamentos convencionales basados en nuevos principios físicos, cuya capacidad de destrucción se aproxime a los nucleares u otros medios de exterminio masivo.

La tercera etapa empezaría en 1995 a más tardar y concluiría con la liquidación de todos los armamentos nucleares restantes. A finales de 1999 en la Tierra no habría armas nucleares. Se elaboraría un acuerdo universal en el sentido de que estas armas no aparecieran jamás en el futuro.

Se elaborarían procedimientos especiales para liquidar las armas nucleares, así como para desmontar, readaptar o destruir los vectores. Al mismo tiempo sería acordado qué cantidad de armas debe liquidarse en cada etapa, y en qué lugares serán destruidas, etc.

El control de los armamentos a destruir y a reducir se efectuaría tanto por medios técnicos nacionales como por la inspección in situ. La URSS está dispuesta a ponerse de acuerdo sobre otras medidas de control adicionales.

La adopción del programa del desarme nuclear propuesto por nosotros sin duda influiría favorablemente en las negociaciones que se llevan a cabo en los foros bilaterales y multilaterales. Este programa determinaría las vertientes claramente trazadas y los puntos de referencia, fijaría los plazos concretos para lograr acuerdos y realizarlos, daría a las negociaciones perseverancia y tesón. De esta manera quedaría superada la peligrosa tendencia de que el ritmo de la carrera armamentista sobrepase la eficacia de las negociaciones.

Así proponemos entrar en el tercer milenio sin armas nucleares a base de acuerdos mutuamente aceptables y rigurosamente controlados. Si la Administración de Estados Unidos es fiel al objetivo de liquidar las armas nucleares completa mente y en todas partes, como ha declarado reiteradamente, se le presenta una oportunidad práctica para hacerlo. En vez de perder los próximos 10 ó 15 años en crear un armamento espacial sumamente peligroso para la humanidad que, según dicen, está destinado a convertir las armas nucleares en algo inútil, sería más sensato proceder a la eliminación de estos mismos armamentos para reducirlos en fin de cuentas a la nada. Repito, la Unión Soviética propone exactamente esta opción.

La Unión Soviética exhorta a todos los pueblos y Estados, y, en primer término, claro está, a los Estados nucleares, a apoyar el programa para eliminar las armas nucleares hacia el año 2000. Cualquier persona imparcial comprenderá que nadie perdería de realizarse tal programa; en cambio, todos ganarían. Se trata de un asunto de importancia universal, y es oosible y necesario resolverlo sólo conjuntamente. Cuanto antes este programa se traduzca en logros concretos, más segura será la vida en nuestro planeta.

 

II.

Guiándose por el mismo enfoque y por el deseo de dar un paso práctico más, en el contexto del programa del desarme nuclear, la Unión Soviética ha tomado una decisión impor-tante.

Prolongamos por un período de tres meses nuestra mora-toria unilateral respecto a todas las explosiones nucleares, que expiró el 31 de diciembre de 1985. Esta moratoria seguiría vigente en adelante, si EE.UU. cesa también las pruebas nucleares. Proponemos una vez más a EE.UU. que se adhiera a esta iniciativa, cuya importancia comprende materialmente todo el mundo.

Por supuesto, para nosotros no fue fácil tomar tal decisión. La Unión Soviética no puede mostrar moderación unilateral sin ningún límite en cuanto a los ensayos nucleares. Sin embargo las apuestas son demasiado grandes y es muy alta la responsabilidad debido a lo cual no podemos dejar de utilizar todas las posibilidades para influir con nuestro ejemplo en la postura de otros.

Todos los expertos, científicos, políticos y militares coinciden en que el cese de los ensayos en realidad bloquea de una manera segura los canales para perfeccionar el arma nuclear, lo que es una tarea primordial. La reducción de los arsenales nucleares por sí sola, sin prohibir las pruebas de las armas nucleares, no proporciona la solución del dilema de la amenaza nuclear, porque continúa modernizándose la parte restante de los arsenales, se mantiene la posibilidad de crear armas nucleares aún más sofisticadas y mortíferas, y ensayar sus nuevas modificaciones en los polígonos.

Por consiguiente, el cese de las pruebas es un paso práctico hacia la liquidación de los armamentos nucleares.

Quiero advertir de lo siguiente: las posibles referencias al control como obstáculo para establecer la moratoria respecto a las explosiones nucleares carecen de cualquier fundamento. Declaramos con toda precisión que el control no es un problema para nosotros. Si EE.UU. acepta el cese de todas las explosiones nucleares sobre una base recíproca, el debido control para observar la moratoria será garantizado completamente a través de los sistemas técnicos nacionales, así como de los procedimientos internacionales, y en casos necesarios, también mediante la inspección in situ. Invitamos a EE.UU. a llegar a un acuerdo sobre el particular.

La URSS se pronuncia decididamente por que la morato ria sea una acción bilateral y luego multilateral. Queremos asimismo reanudar las negociaciones tripartitas (URSS, EE.UU. y Gran Bretaña) sobre prohibición general y completa de las pruebas de armas nucleares. Esto se podría hacer sin demora, ya en el presente mes. Estamos dispuestos también a comenzar sin dilación negociaciones multilaterales sobre prohibición de las pruebas en el marco de la Conferencia de Desarme de Ginebra, en la cual participarían todas las potencias nucleares.

Los países no alineados proponen celebrar consultas con el fin de extender la aplicación del Tratado de Moscú de 1963 sobre prohibición de las pruebas nucleares en la atmósfera, en el espacio cósmico y bajo el agua a las pruebas subterráneas, que no fueron abarcadas por ese tratado. La Unión Soviética también está de acuerdo con esto.

Desde el verano del año pasado exhortamos a Estados Unidos a que siga nuestro ejemplo y cese las explosiones nucleares. Washington no lo ha hecho hasta ahora a pesar de las protestas y demandas de la opinión pública y la voluntad de la mayoría de los Estados del mundo. Realizando explosiones de nuevos artefactos nucleares, la parte norteamericana sigue persiguiendo una imposible ilusión de la supremacía militar. Es una política estéril y peligrosa, que no está al nivel del grado de civilización que ha alcanzado la sociedad moderna.

Puesto que no hubo una reacción positiva de EE.UU., la parte soviética tendría el pleno derecho de reanudar los ensayos nucleares, ya a partir del 1 de enero de 1986. Si uno siguiera la “lógica” de la carrera armamentista común y corriente, hubiese tenido que actuar de esta manera.

Pero creemos que precisamente esta lógica, si se puede llamarla así, debe ser decididamente repudiada. Emprendemos un intento más en este sentido. De lo contrario el proceso de la rivalidad militar se convertirá en una avalancha, cuando todo tipo de control sobre el desarrollo de los acontecimientos sería imposible. Es inadmisible verse arrastrados por una carrera nuclear desenfrenada. Esto significaría actuar en contra de la razón, del instinto humano de conservación. Son necesarios enfoques nuevos y audaces, es indispensable pensar políticamente de una manera nueva y sentir de un modo más agudo la responsabilidad por los destinos de los pueblos.

Se le concede de nuevo a la Administración norteamericana más tiempo para ponderar nuestras propuestas sobre el cese de las explosiones nucleares y dar una respuesta positiva a las mismas. Es precisamente esta la reacción que espera de Washington todo el mundo.

La Unión Soviética exhorta al Presidente y al Congreso de EE.UU. y al pueblo norteamericano: hay la oportunidad de parar el proceso de perfeccionamiento de los armamentos nucleares y de desarrollo de nuevos armamentos de este tipo. Y ella no debe ser desaprovechada. Las propuestas soviéticas ponen a la URSS y EE.UU. en una posición igual. No están concebidas para engañar a la otra parte u obtener ventajas sobre ella. Proponemos emprender el camino de las soluciones razonables y responsables.

 

III.

Para realizar el programa de reducción y eliminación de los arsenales nucleares hace falta poner en marcha todo el sistema de negociaciones existente y asegurar el máximo rendimiento de los mecanismos del desarme.

Dentro de unos días se reanudarán en Ginebra las negociaciones soviético-norteamericanas sobre armas nucleares y espaciales. Durante mi encuentro con el Presidente Reagan en Ginebra, en noviembre pasado, tuvimos una conversación franca sobre toda la gama de problemas que constituyen el eje de estas negociaciones, es decir, sobre el espacio, armas estratégicas ofensivas y armas nucleares de alcance medio. Fue decidido acelerar las negociaciones, y este acuerdo no puede quedarse como una mera declaración.

La delegación soviética en Ginebra llevará la indicación de trabajar observando estrictamente este acuerdo. Esperamos el mismo enfoque constructivo por parte de EE.UU., sobre todo en lo que se refiere al cosmos. El espacio debe seguir siendo pacífico, no se debe emplazar allá armas de ataque, tampoco deben crearse. Y que se imponga al mismo tiempo un control más riguroso, incluso el acceso de la inspección a los labora torios correspondientes.

La humanidad se encuentra en una etapa crucial de la nueva era espacial. Ya es hora de abandonar el modo de pensar de la Edad de Piedra, cuándo la preocupación principal era apoderarse de un garrote más grande o de una piedra más pesada. Estamos en contra de las armas en el espacio. Nuestro potencial material e intelectual asegura a la Unión Soviética la posibilidad de crear cualquier tipo de armamentos, si nos obligaran a hacerlo. Pero comprendemos todo el peso de la responsabilidad ante la generación presente y las venideras. Según nuestra profunda convicción, no hay que avanzar hacia el tercer milenio con el programa de “guerra de las galaxias”, sino con proyectos de gran envergadura relativos a exploración pacífica del espacio por toda la humanidad. Proponemos dedicarse en la práctica a elaborar y ejecutar tales proyectos. Esta es una de las vías más importantes para garantizar el progreso en todo nuestro planeta y de formar un verdadero sistema de seguridad para todos.

Evitar que la carrera armamentista se extienda al espacio significa eliminar el obstáculo ante amplias reducciones de armas nucleares. En la mesa de negociaciones de Ginebra está la propuesta soviética de reducir en la mitad las correspondientes armas nucleares de la URSS y de EE.UU., lo que sería un paso importante hacia la eliminación completa de las armas nucleares. Cerrar las puertas a la solución del problema del espacio significa falta de deseo de cesar la carrera de armamentos en la Tierra. Hay que decirlo sin rodeos y en voz alta. No es casual que los partidarios de la carrera de armamentos nucleares son también partidarios fervientes del programa de “guerra de las galaxias”. Son los dos aspectos de una misma política, hostil a los intereses de los seres humanos.

Ahora me referiré al aspecto europeo del problema nuclear. Provoca singular preocupación que, contrariamente al sentido común y a los intereses nacionales de los pueblos europeos, en algunos países de Europa Occidental continúe el despliegue de los misiles norteamericanos de primer golpe. Ya desde hace muchos años se discute este problema. Mientras tanto las condiciones de seguridad en Europa siguen empeorándose.

Ya es hora de poner fin a este desarrollo de los acontecimientos, de cortar el nudo gordiano. Hace tiempo que la Unión Soviética propone librar de las armas nucleares, tanto de alcance medio como tácticas, a Europa. Esta propuesta sigue vigente. Ya he dicho que como primer paso radical en este sentido ahora proponemos, aún en el curso de la primera etapa del programa presentado por nosotros, eliminar todos los misiles de alcance medio balísticos y crucero que tienen la URSS y EE.UU. en la zona europea.

Lograr resultados prácticos y palpables en las negociaciones de Ginebra equivaldría a llenar con un sustancial contenido material el programa propuesto por nosotros para eliminar totalmente las armas nucleares hacia el año 2000.

 

IV.

La Unión Soviética considera que es factible la tarea de eliminar por completo, aún durante este siglo, también un arma de exterminio masivo tan bárbara como la química.

En las negociaciones sobre armas químicas, que se cele bran en el marco de la Conferencia de Desarme de Ginebra, se ha notado últimamente cierto avance. Pero sin razón alguna estas negociaciones se han dilatado. Deseamos intensificar las negociaciones dedicadas a la conclusión de un convenio internacional eficaz y sujeto a la verificación sobre prohibición de las armas químicas y eliminación de las reservas de éstas, lo que acordamos en Ginebra con el Presidente de EE.UU., Ronald Reagan.

En lo que atañe a la prohibición de las armas químicas, igual que a los demás problemas del desarme, de todos los participantes en las negociaciones se requiere cambiar la manera de ver las cosas. Quiero dejar en claro que la Unión Soviética está a favor de eliminar completamente y cuanto antes estas armas, así como la misma base industrial de su fabricación. Estamos dispuestos a asegurar que se declare oportunamente la ubicación de las empresas que producen armas químicas y que cese su producción, a comenzar a elaborar los mecanismos para destruir la base industrial correspondiente, así como a empezar, poco después de que el convenio entre en vigor, a eliminar las reservas de las armas químicas. Y todo eso se realizaría bajo un control estricto, incluyendo las inspecciones internacionales in situ.

También facilitarían una solución drástica del problema algunos pasos intermedios. Se podría, por ejemplo, acordar sobre una base multilateral no entregar las armas químicas a nadie y no emplazarlas en otros países. En lo que se refiere a la Unión Soviética, siempre se ha adherido estrictamente a estos principios en su política. Exhortamos a los otros Esta dos a que sigan este ejemplo y manifiesten la misma moderación.

 

V.

A la par con la eliminación, en los arsenales de los Estados, de las armas de exterminio masivo, la Unión Soviética propone que las reducciones acordadas se extiendan a las armas convencionales y a las fuerzas armadas.

Un acuerdo en las negociaciones de Viena podría marcar el comienzo de un avance en este sentido. Ahora parecen perfilarse los contornos de una posible reducción de las tropas soviéticas y norteamericanas y de la congelación de los efectivos de las agrupaciones enfrentadas en el centro de Europa. La Unión Soviética, nuestros aliados del Tratado de Varsovia se muestran decididos a lograr éxitos en las negociaciones de Viena. Si la otra parte lo desea en efecto, 1986 podría ser un hito también para las negociaciones de Viena. Nos basamos en que un posible acuerdo sobre reducción de tropas exigirá, desde luego, un control razonable. Estamos dispuestos a efectuar este control. En lo que se refiere a la observancia del compromiso de congelar los efectivos, podríamos establecer, en adición a los medios técnicos nacionales, los puntos permanentes de control sobre la entrada de cuales quiera contingentes militares en la zona de reducción.

Ahora hablaré de un foro tan importante como la Conferencia de Estocolmo sobre Medidas de Confianza, Seguridad y Desarme en Europa. Está destinada a erigir barreras ante utilización de la fuerza y preparación encubierta para la guerra, sea en la tierra, en el mar o en el aire. Se han vislumbrado posibilidades para lograrlo.

A nuestro juicio, hace falta, sobre todo en las condiciones actuales, bajar el nivel de los efectivos que participan en las grandes maniobras militares, de las cuales es necesario notificar en conformidad con el Acta Final de Helsinki.

Ha llegado la hora de tratar también de desenlazar los problemas irresueltos por la conferencia. Es sabido que allí el problema más agudo es el de las notificaciones concernientes a grandes maniobras de tropas terrestres, de la marina de guerra y la aviación. Naturalmente son problemas serios y hay que resolverlos cabalmente, en interés de fomentar la confianza en Europa. Pero si por ahora no pueden resolverse en su conjunto ¿por qué no buscar entonces una solución paulatina? Digamos, acordar notificaciones sobre grandes maniobras de tropas terrestres y fuerzas aéreas y postergar el problema de las actividades navales hasta la siguiente etapa de la conferencia.

No es fortuito que una parte considerable de las nuevas iniciativas soviéticas esté dirigida precisamente a Europa, por cuanto le podría tocar una misión especial en caso de realizarse un viraje radical en favor de la política de paz. Esta misión consiste en construir un nuevo edificio de la distensión.

Europa dispone para ello de la experiencia histórica necesaria, a veces de carácter singular. Basta recordar que con los esfuerzos comunes de los europeos, de EE.UU. y de Canadá fue elaborada el Acta Final de Helsinki. Si es necesario un ejemplo concreto y palpable de una nueva manera de pensar y de una nueva mentalidad política en cuanto a abordar los problemas de la paz, la cooperación y la confianza internacional, el mencionado documento histórico puede servir en gran medida.

 

VI.

Para la Unión Soviética, una de las potencias asiáticas más grandes, el mantenimiento de la seguridad en Asia tiene una importancia vital. El programa soviético de eliminación de las armas nucleares y químicas hacia fines de este siglo está en consonancia con las aspiraciones de los pueblos del continente asiático, para los cuales los problemas de la paz y la seguridad no son menos agudos que para los pueblos euro peos. No se puede dejar de mencionar al respecto que Japón, sus ciudades —Hiroshima y Nagasaki— fueron víctimas de bombardeos nucleares y Vietnam fue objeto del empleo de armas químicas.

Evaluamos altamente las iniciativas constructivas de los países socialistas de Asia, la India y otros miembros del Movimiento de No Alineación. Concedemos gran importancia al hecho de que las dos potencias nucleares del continente asiático, la Unión Soviética y la República Popular China, han asumido el compromiso de no ser los primeros en utilizar las armas nucleares.

La realización de nuestro programa cambiaría de modo radical el ambiente en Asia, libraría del miedo ante una amenaza nuclear y química a los pueblos de esta parte del globo terráqueo y reforzaría la seguridad en esta región a un nivel cualitativamente nuevo.

Consideramos que nuestro programa contribuye a la búsqueda, junto con todos los países de Asia, de un enfoque integral para crear el sistema de una paz segura y duradera en este continente.

 

VII.

Nuestras nuevas propuestas las dirigimos a todo el mun do. Emprender acciones enérgicas para cesar la carrera de armamentos y reducir los mismos es una premisa indispensa ble al objeto de solucionar también los problemas globales cada vez más graves: la destrucción del medio ambiente, la necesidad de buscar nuevas fuentes de energía, de combatir el atraso económico, el hambre y las enfermedades. El principio impuesto por el militarismo —armamentos en vez de desarrollo— debe ser sustituido por un orden contrario de cosas: desarme para el desarrollo. El dogal de la deuda equivalente a un billón de dólares que estrangula actualmente a decenas de países y continentes enteros es una consecuencia directa de la carrera armamentista. Los más de doscientos cincuenta mil millones de dólares anualmente sacados de los Estados en desarrollo equivalen de hecho al astronómico presupuesto militar de EE.UU. En su esencia esta coinciden cia dista de ser casual. La Unión Soviética se pronuncia por que cada medida de limitación y reducción de armamentos, cada paso hacia la eliminación de las armas nucleares no sólo traigan a los pueblos más seguridad, sino también permitan disponer de más recursos para mejorar las condiciones de vida de los seres humanos. No es fortuito que los pueblos que tratan de superar el atraso y lograr el nivel de los países altamente industrializados entrelacen las perspectivas de superar la dependencia deudora respecto del imperialismo que agobia su economía con limitar y eliminar los armamentos, con reducir los gastos militares y con reconvertir recursos para el desarro llo social y económico. Este tema indudablemente ocupará un lugar importantísimo en el curso de la conferencia internacio nal para desarme y desarrollo a celebrarse este verano en París. La Unión Soviética está en contra de que la realización de las medidas de desarme se ponga en dependencia de los llamados conflictos regionales. Ello oculta tanto la falta de deseo de perseguir el desarme como el intento de imponer a pueblos soberanos una voluntad ajena y un orden que permi tiesen mantener las condiciones profundamente injustas de la existencia de unos países a cuenta de otros, de emplear sus recursos naturales, humanos e intelectuales con los fines egoístas e imperiales de algunos Estados o agrupaciones agresivas. La Unión Soviética siempre se ha pronunciado contra ello. Ha sido y seguirá siendo partidaria consecuente de la libertad de. los pueblos, de la paz, la seguridad y el fortalecimiento del orden jurídico internacional. Su propósito no consiste en agravar los conflictos regionales, sino en eliminarlos mediante esfuerzos colectivos sobre una base justa y cuanto antes, mejor.

Actualmente abundan las declaraciones sobre la adhesión a la causa de la paz. Lo que falta son realizaciones concretas que las sustenten. Muy a menudo las palabras en favor de la paz ocultan la política de preparativos bélicos y el deseo de recurrir a la fuerza. Más aún, desde altas tribunas se hacen también declaraciones, en esencia, para disipar lo nuevo que hoy caracteriza favorablemente a las relaciones internacionales: el “espíritu de Ginebra”. Y no son sólo declaraciones. Se realizan acciones claramente perfiladas a fomentar la hostilidad y la desconfianza y a que se resurja el antípoda de la distensión: el ambiente de confrontación.

Rechazamos este modo de actuar y pensar. Deseamos que 1986 no se convierta simplemente en un año de paz, sino que permita finalizar el siglo XX bajo el signo de la paz y el desarme nuclear. El conjunto de nuevas iniciativas en materia de política exterior que proponemos está destinado a que la humanidad celebre el año 2000 bajo un cielo y un cosmos pacíficos, a que la humanidad no conozca el miedo ante la amenaza de aniquilación nuclear, química u otra y que esté firmemente convencida de su supervivencia y de la continuación del género humano.

Las acciones nuevas y decididas que emprende ahora la Unión Soviética en favor de la paz y el mejoramiento de toda la situación internacional son la encarnación y el espíritu de nuestra política interior y exterior y de su fusión orgánica, de aquella histórica ley fundamental puesta de relieve por Vladímir Ilich Lenin. El mundo entero es testigo de que nuestro país alza aún más alto la bandera de la paz, la libertad y el humanismo que izó sobre el planeta la Gran Revolución Socialista de Octubre.

Cuando se trata de mantener la paz y de librar de la amenaza de guerra nuclear a la humanidad, no puede haber desinteresados o indiferentes. Esto afecta a cada uno y a todos. Importa la contribución de cada Estado, grande o pequeño, socialista o capitalista. Importa la contribución de cada partido político, de cada organización social y de cada persona.

No hay otra tarea más urgente, noble y humana que mancomunar todos los esfuerzos para lograr este alto propósito. Nuestra generación está llamada a cumplir esta tarea sin heredarla a las generaciones venideras. Este es el imperativo del tiempo o, si se quiere, el peso de la responsabilidad histórica por nuestras decisiones y acciones en el período que nos separa del tercer milenio.

La paz y el desarme han sido y serán la columna vertebral de la política exterior del PCUS y del Estado soviético. Ateniéndose firmemente a esta política, la Unión Soviética está dispuesta a una interacción amplia con todos los que se adhieren a los principios de la razón, de buena voluntad y que son conscientes de su responsabilidad por asegurar el futuro de la humanidad, un futuro sin guerras ni armas.