Mikhail Gorbachov

 

Declaración del Secretario General del CC del PCUS en la televisión soviética

18 de agosto de 1986

 

 


Emitido:  16 de junio de 1986
Fuente de la traducción: "Declaración del Secretario General del CC del PCUS en la televisión soviética, 18 de agosto de 1986", en M. Gorbachov, Moratoria: Recopilación de discursos e intervenciones del Secretario General del CC del PCUS sobre el cese de las pruebas nucleares (enero - septiembre 1986). Editorial de la Agencia de Prensa Novosti, Moscú, 1986, págs. 165-177.
Esta edición: Marxists Internet Archive, enero de 2024.


 

 

 

Estimados camaradas, buenas noches:

En mi encuentro de hoy con ustedes, quiero hacer la siguiente declaración sobre uno de los problemas clave de la política internacional.

Hace unos días —el 6 de agosto— acababa el plazo de la moratoria unilateral soviética de las pruebas nucleares que, como es sabido, ha mantenido la URSS a lo largo de un año.

¿En qué se basó, qué fue lo que nos dictó aquella decisión nada sencilla, de excepcional responsabilidad, y yo diría que difícil para nosotros?

Dicho sucintamente, en las realidades de esta nuestra era espacial-nuclear.

¿Cuáles son esas realidades? ¿Cómo las vemos nosotros?

Primera. Se han apilado montañas de armas nucleares y de otro tipo, pero, sin embargo, la carrera armamentista no frena el paso, lo acelera; ha surgido el peligro de que se extienda al espacio exterior; se fuerza la militarización de EE.UU. y de todo el bloque de la OTAN. Importa subrayar que el ritmo de desarrollo de la tecnología militar es tan alto que deja menos y menos tiempo a los pueblos, Estados y políticos para tomar conciencia del peligro real que se cierne y resta la posibilidad de que la humanidad deje de deslizarse hacia el abismo nuclear. No podemos obrar con lentitud, pues de otro modo aparecerán sistemas tan sofisticados de armamentos que será imposible, en general, ponernos de acuerde en el control sobre ellos.

La situación se hace más y más insostenible. Hoy día no basta con mantener los tratados vigentes, es necesario emprender grandes pasos prácticos para bloquear al militarismo y encauzar los acontecimientos hacia el bien mayor. El “equilibrio del miedo” deja de ser un factor disuasorio. Y no sólo porque el miedo es, en general, un mal consejero de la razón, sino también porque puede empujar hacia acciones imprevisibles por sus consecuencias. Ese miedo, es participan te directo de la carrera armamentista: al acentuar la desconfianza y las susceptibilidades, forma el círculo vicioso de la exacerbación de la tensión. Los ejemplos abundan.

Ahora para todo el mundo está claro que las viejas ideas de la guerra como medio para alcanzar objetivos políticos han quedado anticuadas. En la era nuclear, esos dogmas del pasado alimentan una política que puede llevarnos a la conflagración universal.

Segunda. Nuestra decisión de establecer una moratoria se basó en la fidelidad del socialismo, como régimen social, a la causa de la paz, el comprender a fondo la responsabilidad que se asume por la suerte de la civilización. La Unión Soviética, como Estado socialista, como potencia nuclear, considera su más alto deber realizar todos los esfuerzos para salvaguardar el futuro de paz del planeta.

Nuestro anhelo de encauzar la vida internacional por la vía de la distensión, responde a nuestra filosofía, a nuestra moral socialista. Y en la era nuclear, salvar del exterminio atómico a la Tierra es tarea de toda la humanidad, debe de ser obra de todos los pueblos.

Tercera. El mundo actual es complejo, multifacético y contradictorio. Pero al propio tiempo se hace, objetivamente, más interconexo e indiviso. Esta peculiaridad de la comuni dad humana de fines del siglo XX no se puede dejar de tener en cuenta en política exterior si la edificamos de forma realista. De otro modo, no habrá relaciones internacionales normales. De otro modo, éstas estarán condenadas a ser febriles y, al fin y a la postre, llevarían a la confrontación apocalíptica.

El modo prenuclear de pensar perdió, en esencia, su significación el 6 de agosto de 1945. Hoy no se puede garantizar la propia seguridad de uno si no se toma en consideración la seguridad de los demás Estados y pueblos. No puede haber verdadera seguridad si ésta no es igual para todos y omnímoda. Pensar de otro modo significa vivir en un mundo de ilusiones, engañarse a sí mismo.

El nuevo modo de pensar que necesita el mundo moderno es incompatible con la idea de que es propiedad particular de alguien, con los intentos de “hacer bien” a otros con su tutela y sus aleccionamientos de cómo debe uno comportarse y de qué camino debe elegir: el socialista, el capitalista o cualquier otro.

La Unión Soviética considera que cada pueblo, cada país, tiene derecho a disponer por sí mismo de su destino y de sus recursos, a definir soberanamente su desarrollo social, salva guardar su propia seguridad y participar en la organización de un sistema omnímodo de seguridad internacional.

El mundo de hoy se caracteriza, además, por la agravación de los problemas globales. Estos no se resolverán si no suman sus esfuerzos todos los Estados y pueblos. El aprove-chamiento del espacio cósmico y de las profundidades oceánicas, la ecología y las epidemias, la miseria y el atraso, son realidades de la época en que vivimos y exigen la atención internacional, responsabilidad internacional y cooperación internacional. De este modo, son muchos los nuevos procesos mundiales atados en un fuerte nudo. Y en esto el desarme podría desempeñar un papel enorme, dejar libres una parte considerable de los medios y potencial intelectual y técnico para necesidades creadoras.

Nuestra política exterior se ve alentada por el hecho de que en todo el mundo arraiga, más y más sólidamente, en la conciencia de los pueblos y de las fuerzas políticas y sociales de las más diversas orientaciones y concepciones, el convencimiento de que sobre el tapete está la propia existencia del género humano, de que ha llegado el momento de efectuar acciones resueltas con espíritu de responsabilidad, exige que entren muy en juego la razón y el sentido común.

Dos tragedias derivadas de la técnica de la era nuclear- espacial han ocurrido en el último tiempo: la muerte de los tripulantes del “Challenger” y la avería de la planta nuclear de Chernóbil. Ambas han hecho aumentar la alarma y han recordado bien que el hombre sólo empieza a asimilar pode rosas y fantásticas fuerzas a las que él mismo ha dado vida, que sólo comienza a ponerlas al servicio del progreso. Esos sucesos dieron una lección práctica de lo que ocurriría si se pusiera en juego el arma nuclear.

Todos, pero en primer lugar los estadistas, necesitan sacar enseñanzas concretas y evidentes de esas lecciones. La principal, la primera de todas, quizás sea la de que esa arma creada por el hombre jamás debe ser empleada y de que hoy día es simplemente un suicidio asentar las relaciones entre los Esta dos en la ilusión de que se puede conseguir la superioridad en tan terribles armas de exterminio.

Destruirlas totalmente: ése es el único camino de la paz de verdad. Marchar por él significa rendir un examen histórico de madurez. Esto afecta a todos los líderes políticos, sobre los que recae una misión humana general tan responsable.

Hay que aprender a mirar sin miedo a los hechos de frente. Los peritos han calculado que la explosión de la más pequeña carga nuclear equivale, por la fuerza de su radiactividad, a tres Chernóbil. Probablemente así sea. Y de ser así, quiere decir que la explosión, aunque sólo sea de una mínima parte del arsenal nuclear acumulado, constituiría ya una catástrofe. Y una catástrofe irreparable. Y si hubiera quien se atreviera, no obstante, a realizar el primer ataque nuclear, él mismo se condenaría a una muerte atroz, ni siquiera del contragolpe, sino de las consecuencias de la explosión de sus propias cargas nucleares.

Esto no es propaganda, no es ninguna improvisación política, no es avivar el “miedo”, es la realidad, desmentir la cual es sencillamente una irresponsabilidad, y no tomarla en consideración, es criminal.

El análisis objetivo y honesto de todas esas realidades impone otros enfoques de la política mundial. En ellos se asientan las conclusiones de principios que nosotros estamos sacando el último tiempo, especialmente en el XXVII Congre so del PCUS.

La política exterior soviética, incluidas las cuestiones del desarme, se asienta en la comprensión de los profundos cambios operados en el mundo.

Nosotros consideramos que las propuestas soviéticas del pasado 15 de enero para liquidar el arma nuclear en todo el mundo antes del año 2000, responden por entero a las exigencias de la época en que vivimos.

Nosotros nos hemos mostrado dispuestos a buscar compromisos para el arreglo de los problemas que originan discusiones y sospechas.

La Unión Soviética colocó un paquete de proposiciones constructivas en la mesa de las conversaciones soviético-norteamericanas sobre los armamentos nucleares y espaciales.

Junto con nuestros aliados del Tratado de Varsovia, propusimos un conjunto de medidas para reducir las fuerzas armadas y los armamentos convencionales en Europa desde el Atlántico hasta los Urales. También queremos avanzar en este terreno, conjunta y consecuentemente, hacia niveles más bajos y menos peligrosos de la confrontación militar.

Hemos hecho también nuevas proposiciones sobre el arma química, lo que, a nuestro juicio, permite ya en lo que queda de año, o el año que viene, firmar una convención sobre la prohibición de la misma y la destrucción de los stocks, así como la base industrial de su producción.

Los países socialistas, en colaboración constructiva con otros participantes de la Conferencia de Estocolmo, han hecho un gran esfuerzo para encontrar soluciones en cuestiones clave como el no empleo de la fuerza, el anuncio de ejercicios militares y de movimientos de tropas, el intercambio de los planes anuales de las actividades militares, la invitación de observadores, la verificación.

Nosotros propusimos una plataforma que garantiza la seguridad y la cooperación en la región asiática del Pacífico, e invitamos a todos a participar en este proceso.

Presentamos la iniciativa de colaborar con todos los Estados interesados en lo referente a constituir un régimen internacional de seguridad del desarrollo de la energía electro- nuclear.

Recientemente, como alternativa al programa de la “guerra de las galaxias”, presentamos en la Organización de las Naciones Unidas un programa de edificación de la “paz de las galaxias” y de creación de una organización espacial mundial.

En el XXVII Congreso fueron formuladas las bases de un sistema global de seguridad internacional, que es la expresión más general de nuestros nuevos enfoques en política exterior. Y en estos días, el grupo de países socialistas propuso oficialmente incluir en la agenda de la próxima Asamblea General de la ONU un punto referente a la creación de un tal sistema.

Al propio tiempo, quiero subrayar que por importantes y trascendentales que sean nuestras proposiciones, por fieles que seamos a ellas, comprendemos que solos no podremos hacerlo todo. La seguridad internacional es un problema general, y, por tanto, requiere también una preocupación general, una responsabilidad general.

Nosotros formulamos nuestras propuestas, estudiando y teniendo en cuenta los puntos de vista y las iniciativas de otros gobiernos y movimientos sociales y políticos. Observamos minuciosamente que en cada etapa del cumplimiento de estas propuestas se contemple una seguridad igual para todos. No obstante, en general no las consideramos definitivas o que no puedan ser discutidas. El camino para salir de los atollade ros de la confrontación pasa por el diálogo y los contactos, los debates y conversaciones. Tan sólo así se pueden fundir los hielos de la desconfianza recíproca, lograr resultados prácticos.

Esto determina también nuestra actitud hacia el control en la solución de todos los aspectos del desarme. Al promover, por ejemplo, nuestra propuesta de suspender todas las explosiones nucleares, hemos declarado que no estamos en contra también del control internacional. El consenso a la instalación de aparatos de control norteamericanos en la zona de Semipalátinsk, es una clara demostración de ello. Parecería que el problema del control ha dejado de ser un obstáculo para lograr acuerdos. No obstante siguen explotándolo obstinada mente, queriendo camuflar las posiciones verdaderas: la falta de deseos de desarmarse.

Las personas de buena voluntad apoyaron nuestra decisión de establecer una moratoria de las explosiones nucleares. Hemos oído palabras de aprobación y de respaldo de todos los confines del globo terrestre. Políticos y parlamentarios, hombres públicos y organizaciones de masas vieron en esta acción un ejemplo de enfoque justo de los problemas actuales, una esperanza de poder liberarse del horror a una hecatombe nuclear. La moratoria soviética fue aprobada por la Asamblea General de la ONU, el foro de países de mayor representatividad del mundo.

Nos apoyaron eminentes científicos, físicos y médicos, quienes seguramente mejor que nadie se imaginan el peligro que encierra el átomo. Nuestra moratoria, como me convencí de ello en el reciente encuentro con científicos en Moscú, animó a científicos de diversos países a incrementar las acciones.

Pero a todas estas manifestaciones de un nuevo pensamiento, evidentes y esperanzadoras, se contrapone —ante todo en Estados Unidos— la militarización del modo de pensar político, que en los sectores gobernantes de Occidente ya está peligrosamente rezagado de los profundos cambios en la vida internacional, y el progreso de la ciencia y la técnica aventaja vertiginosamente el progreso social y moral.

El grupo militarista derechista en EE.UU., representante del poderoso complejo militar-industria, simplemente ha perdido la cabeza en la carrera de armamentos. El interés aquí, seguramente, es triple: no permitir que disminuya el torrente de enriquecimiento en la producción de armas; asegurar a Estados Unidos una superioridad militar; tratar de extenuar económicamente y debilitar políticamente a la Unión Soviética; y, a fin de cuentas, asegurar posiciones de mando en el mundo, cristalizar las viejas ambiciones imperiales y seguir practicando una política de saqueo respecto a los países en vías de desarrollo.

De aquí la política exterior que, con todos sus serpenteos y revestimientos verbales, continúa asentándose en equivocaciones peligrosas: en la subestimación de la Unión Soviética y otros países socialistas y Estados emergentes y en la sobreestimación de sus propias posibilidades, la cual nutre la presunción tecnológica y el que todo está permitido en política.

Algunos políticos norteamericanos interpretan el hecho de que nosotros participamos en las conversaciones comó consecuencia del incremento del poderío militar dé Estados Unidos, de la elaboración del programa de iniciativa de defensa estratégica.

La Administración norteamericana, asentando su política en tales concepciones falsas, no puede de ninguna manera entrar a la vía de acuerdos honrados, del saneamiento del clima internacional. Y no obstante, hay que tener en cuenta las realidades de la vida. No se puede ignorarlas.

En cuanto a nuestras propuestas, repito, dimanan de las realidades del mundo contemporáneo, y no están dictadas por la debilidad, sino por la consciencia de una alta responsabilidad por el destino de la humanidad.

Esta es la situación en el momento actual.

Por una parte, rige nuestra moratoria, se han anunciado, se han puesto sobre la mesa de las conversaciones en diversos foros nuestras propuestas de gran trascendencia y de compro miso. Ha crecido notablemente la presión de las fuerzas adictas a la paz, ha aumentado la atención hacia los problemas de la seguridad internacional por parte de los círculos políticos, incluidos los oficiales, preocupados por la gravedad de la situación.

Por otra parte, es un hecho la negativa a detener los ensayos nucleares, la obstinada resistencia a las iniciativas pacíficas, el desprecio demostrativo a las demandas de los medios sociales, a la opinión de muchos partidos y organizadones prestigiosos, el caso omiso a la preocupación incluso de sus propios aliados y su propio pueblo.

Esta es la situación con que nosotros, la dirección soviética, nos encontramos al vencer el plazo de nuestra moratoria.

¿Qué hacer? ¿Qué elección hacer? ¿Cuál será la decisión más justa, la más adecuada a la situación? ¿Qué contribuirá^ más a los procesos positivos a disminuir la amenaza de confrontación militar?

Nuestra gente apoya resueltamente la política exterior del PCUS y del Estado soviético, demanda seguir guiándose por la política marcada por el XXVII Congreso del Partido.

Mientras tanto, en las cartas y manifestaciones de los soviéticos, con razón suena una nota de alarma. ¿Acaso es racional mantener la moratoria cuando en Nevada se realizan, una tras otra, explosiones nucleares? ¿Acaso no es demasiado grande el riesgo y no trabaja el tiempo en contra de la seguridad del país?

Efectivamente, Estados Unidos, que a lo largo de 40 años es campeón por el número de explosiones, en el año de la moratoria soviética ha explotado otros 18 dispositivos nuclea res. Repito, 18, de los cuales tres no fueron anunciados. Por cierto que, casi siempre esto se hacía demostrativamente, haciendo coincidir los ensayos con nuestra declaración de turno de prórroga de la moratoria, o bien con una u otra nueva iniciativa soviética. Además, nos invitaban a Nevada a ver cómo todo esto sucede. Hay que agregar a todo ello que la actual Administración de EE.UU. lleva a cabo los más vastos programas militares.

Es decir, que la Unión Soviética tiene suficientes fundamentos para reanudar sus ensayos nucleares. No obstante estamos convencidos de que la suspensión de los ensayos nucleares no sólo por la Unión Soviética, sino también por Estados Unidos sería un paso real para detener la carrera de armamentos nucleares, un acelerador de la liquidación de éstos. Aquí es simple la lógica: si no hay ensayos no habrá tampoco perfeccionamiento de los armamentos nucleares, que ya sin ello ambas partes han acumulado en demasía.

Así lo demuestra el llamamiento de una parte notable y prestigiosa de la comunidad mundial de países a Estados Unidos y a la Unión Soviética. Entre ellos el “Grupo de los Seis”, foro de acción permanente de los líderes de países de cuatro continentes: Argentina, Grecia, India, México, Tanzania y Suecia.

Recientemente en la ciudad de Ixtapa aprobaron la “Declaración de México” en la que se exhorta otra vez a detener todas las explosiones nucleares. Esta es la demanda de la mayoría de los países participantes en el Movimiento de No Alineación.

Nosotros hemos recibido mensajes de políticos y hombres públicos, de particulares y organizaciones de muchos países, incluso de EE.UU. y otros países de la OTAN. Ellos piden también no reanudar los ensayos nucleares, dar otra oportunidad más de serenarse a los que insisten en las explosiones nucleares.

Claro está que nosotros sabemos, como ya lo he dicho, que en Estados Unidos operan activamente fuerzas que en general no quieren desarmarse. Es más, hacen todo lo que pueden para arrastramos también a nuevas espirales de la carrera de armamentos, para provocamos a que cerremos la puerta de las conversaciones.

Pero, nosotros quisiéramos confiar en que en las apreciaciones y acciones norteamericanas predominara el realismo, la comprensión de que son necesarias las búsquedas conjuntas de vías para sanear la situación internacional, de que hay que poner fin a la inútil carrera de armamentos y liquidar las armas nucleares.

Al mismo tiempo sabemos también con quién tenemos que vérnoslas. Por tanto, la seguridad del país es para nosotros sagrada. Todos debemos tener esto bien claro. Es cuestión de principios.

De ello nosotros partimos al responder a todo desafío de Estados Unidos, incluido el de la decantada IDE. Que también aquí no confíen en intimidarnos o empujarnos a gastos innecesarios. Si se necesita, pronto encontraremos una res puesta que, por cierto, no será como la esperan en EE.UU., pero será una respuesta que desvaluará el programa de “guerra de las galaxias”.

Lo digo así con un solo objetivo: que en la Administración norteamericana sopesen bien una y otra vez el valor real de los nuevos programas militares y de la carrera de armamentos en conjunto, desde el punto de vista de los intereses de EE.UU. y su seguridad. Puesto que en esencia el principal daño de la IDE consiste en que mina las perspectivas de conversaciones, aumenta la zona de desconfianza. En esto reside todo el problema. Es no menos político que militar. Por tanto, invitamos una vez más a avanzar de un mundo saturado de armas hacia un mundo sin armas.

Pues bien, camaradas, el Buró Político del Comité Central del PCUS y el Gobierno de la Unión Soviética, tras sopesar amplia y escrupulosamente todos los “pros” y todos los “contras”, basándose en su responsabilidad por el destino del mundo, tomaron la decisión de prorrogar la moratoria unilateral de explosiones nucleares hasta el 1 de enero de 1987.

Emprendemos este paso confiando en que las personas en todos los países del mundo, los círculos políticos y la opinión pública internacional evaluarán con justeza el largo silencio en los polígonos nucleares soviéticos.

En nombre del pueblo soviético hago un llamamiento a la sensatez y la dignidad de los norteamericanos, a no perder una vez más la histórica oportunidad de detener la carrera de armamentos.

Invito una vez más al Presidente de EE.UU., Ronald Reagan, a evaluar imparcialmente la situación creada, a abandonar todo lo superficial, a superar las equivocaciones respecto al pueblo soviético y su política exterior.

La Unión Soviética está convencida de que se puede alcanzar un acuerdo de detención de los ensayos nucleares rápidamente y firmarlo ya este año, en la cumbre soviético- norteamericana. Este acontecimiento sería, sin duda, el principal resultado real del encuentro, un notable paso hacia la detención de la carrera de armamentos, sería una especie de prólogo hacia el progreso sucesivo en las conversaciones sobre armamentos nucleares y la liquidación de éstos, hacia el saneamiento radical de toda la situación en el mundo.

La moratoria de la Unión Soviética de explosiones nuclea res, siendo una acción y no sólo una propuesta, prácticamente demuestra la seriedad y la sinceridad de nuestro programa de desarme nuclear, de nuestros llamamientos a una nueva política: una política de realismo, paz y cooperación.

Ya ha quedado atrás más de la mitad del año 1986, declarado Año Internacional de la Paz por la Organización de las Naciones Unidas. La Unión Soviética al prorrogar su moratoria unilateral, hace otro aporte valioso a la tendencia general a conseguir que este año pase a la historia como digno de su denominación.

Este es el sentido de la nueva iniciativa política de la Unión Soviética.

Este es el mensaje que nuestro país envía a los gobiernos y los pueblos de todos los países, y en primer lugar al Gobierno de Estados Unidos de América y al pueblo norteamericano.

Muchas gracias por su atención. Hasta luego.