Fuente del Texto: El debate sobre la izquierda nacional, Ediciones Guillermo Lobatón, Lima, 1980, págs.
22-23.
Esta Edición: Marxists Internet Archive, agosto de
2014.
Transcripción y HTML: Juan R. Fajardo, agosto 2014.
Existe una imagen oficial de José Carlos Mariátegui según la cual fue el fundador del Partido Comunista. Sin embargo, en todos los textos publicados, Mariátegui se refiere siempre al Partido Socialista. Para salvar la evidente contradicción se ha dicho (Jorge del Prado entre otros) que el nombre Socialista es un aspecto secundario explicable por la necesidad de sortear cualquier eventual represión.
Los reparos a esta interpretación surgen si se recuerda que la filiación política de Mariátegui era un hecho público, que a nadie y menos al régimen de Leguía se le ocultaría el propósito revolucionario de su partido, que la represión no tenía por qué hacer distingos nominales entre "socialismo" y" comunismo". Pero el problema es mayor cuando se repara que asumir el nombre "Socialista" significaba no acatar una cláusula de la Internacional, que señalaba expresamente la necesidad de que los partidos sujetos a su orientación se llamaran "comunistas": Mariátegui no podía ignorarlo. Es por esto que no se puede atribuir sólo a una cuestión táctica el nombre que Mariátegui asignó a su partido.
En efecto. Ocurre que el proyecto de partido tenía en Mariátegui ciertos elementos fundamentales que lo distinguían de los partidos políticos al modelo de la III Internacional. En primer lugar para Mariátegui el partido no era el producto de una decisión externa a la sociedad peruana, ni podía desarrollarse en función de un centro exterior, sino que por el contrario debía surgir como consecuencia del desarrollo de las clases populares, desde el interior de ellas para de esa manera acabar expresando los intereses nacionales. En el Perú, el partido sería el instrumento de la revolución Y, por otro lado, de la construcción nacional, frustración de la clase dominante desde la emancipación.
Mariátegui pensaba, en segundo lugar, en una revolución de tipo socialista. Creía que después de un régimen que había intentado desarrollar el capitalismo en el Perú (como el oncenio de Leguía), la única alternativa realmente revolucionaria, el único camino para desarrollar una oposición coherente, era el socialismo. Eso no significaba negar algunas tareas democráticas y la necesidad de prolongar el desarrollo del capitalismo en algunos sectores; sí significaba en cambio cuestionar el “progresismo” o un posible carácter “revolucionario” en la burguesía. El enunciado Socialista aparece unido con la concepción de un partido que articule a los intelectuales (en sus sectores avanzados y progresistas), con los obreros y los campesinos.
El partido de Mariátegui debía recoger la rica tradición cultural acumulada en las comunidades indígenas. Los elementos colectivistas que todavía supervivían, herederos del comunismo agrario prehispánico, tendrían una función al interior del socialismo peruano. De esta manera los campesinos no eran simples “aliados” del proletariado: de ellos se esperaba un aporte decisivo para la revolución en el Perú.
Finalmente, el partido de Mariátegui admitía en su interior corrientes de opinión, divergencias y polémica. Sostenía José Carlos Mariátegui que todavía no estaban maduras las condiciones para definir desde un escritorio o desde fuera del país, el rumbo definitivo que adoptaría el partido. Es por eso que al interior del P.S. convivían personajes tan disímiles como Luciano Castillo o Eudocio Ravines.
El Partido de Mariátegui era acorde con una concepción que buscaba hacer confluir marxismo y nación en el Perú. Evidentemente no fue comprendido por la Internacional. Es por eso que poco tiempo después de muerto Mariátegui, la revista Amauta entre en una nueva etapa definida por una tónica sectaria que aleja a muchos colabora-dores y que termina con su definitiva clausura tres números después.
En cuanto al Partido, Ravines emprendió la llamada política de “desmariateguización”: se trataba de extirpar el espíritu del Amauta. Se acusó a Mariátegui de haber reunido a un “grupo de conspiradores” y no a un partido, se buscó eliminar las diferencias con la Internacional y sujetar el partido a ciertos lineamientos conocidos entonces como la táctica de “clase contra clase” (acuerdos del VI Congreso).
De esta manera cuando Ravines, después de muerto Mariátegui, funda el Partido Comunista del Perú, lo hace rompiendo con Mariátegui, en franca polémica y como un organismo completamente diferente. Cuando se habla de reconstruir el partido de la revolución haría falta preguntarse previamente cuál: ¿el de Ravines o el de Mariátegui? ¿el partido Comunista o el partido socialista? ¿el partido que quería la Internacional o el partido que vislumbró José Carlos Mariátegui?