Alberto Flores Galindo

 

La revolución de Túpac Amaru

  

 


Fuente del Texto: Alberto Flores Galindo, "La revolución de Túpac Amaru", en semanario Amauta, núm. 197, 3 de noviembre de 1978 (Lima); pág. 7
Esta Edición: Marxists Internet Archive, octubre 2024.


  

 

 

En 1780, hace doscientos años, estalló un levantamiento popular en la provincia do Tinta, dirigido por el cacique José Gabriel Túpac Amaru. Rápidamente el movimiento so extendió a Puno y Arequipa. La derrota militar de Túpac Amaru II y su ajusticiamiento no pudieron dar fin a una lucha que se prolongó en territorios que actualmente pertenecen a Bolivia y Argentina. La intensidad de los combates se encuentra reflejada en el elevado número de muertos: 100,000 sobre una población de aproximadamente 2 millones de habitantes.

Los sucesos de 1780 aparecen como la culminación de una larga serie de levantamientos populares en los Andes. Estuvieron antecedidos por las prolongadas luchas de Juan Santos Atahualpa desde 1742, en Tarma y el Gran Pajonal; por las conspiraciones de Oruro y Huarochirí, por una serie de atentados contra los Corregidores, etc.

Pero lo que ocurrió en 1780 no fue un simple levantamiento o un grito de protesta más. Desde el inicio —y tanto entre los dirigentes como entre las masas—, estuvo presente una clara opción separatista, una position anti-colonial, que ubicó a los rebeldes en un enfrentamiento radical contra la monarquía española y toda la burocracia colonial.

En función de estos objetivos Tupac Amaru organizó el primer ejército campesino de que se tiene noticia en el Perú. Pero además designó a nuevas autoridades locales y proclamó edictos como aquel -bastante conocido— que prescribía el fin de la esclavitud, y otros en los que se abolían agobiantes tasas tributarias o cualquier forma compulsiva de trabajo (mita).

Túpac Amaru originalmente se había propuesto incorporar a los criollos en la lucha anti-colonial. Algunos se pusieron de su lado, pero la gran mayoría se incorporó a las filas españolas contribuyendo así a la derrota del movimiento. Desde luego que no faltaron contribuciones económicas voluntarias de grandes hacendados y comerciantes para armar a las tropas que combatieron a los rebeldes. El Tribunal del Consulado de Lima (especie de Conaco del siglo XVIII) se comprometió, por ejemplo, a mantener mil hombres bajo armas.

La radicalidad del movimiento provino de la intervención resuelta de las masas indígenas: indios de comunidades, trabajadores eventuales de minas o centros artesanales, algunos pequeños comerciantes, arrieros, y también vagabundos y forasteros. Para los indios se trataba de reorganizar la sociedad bajo otras normas que ellos creían justas, y cuyas raíces se remontaban a la organización social incaica.

Por eso, terminaron rechazando todo lo español y pensaron que Túpac Amaru era una reencarnación del Inca. Intentaban recuperar su historia, que venía siendo negada desde el siglo XVI, como consecuencia de la conquista española. Mostraban que los indios no eran un pueblo “vencido”.

Un testimonio español de la época refiriéndose a los tupacamaristas dice que “quitaban las vidas a cuantos se nombraban españoles, quemaban sus casas y destruían sus haciendas y bienes”. La lucha anticolonial, por acción directa de las masas, terminó implicando la lucha contra los obrajes, contra las haciendas, contra todas las formas de explotación. A la postre el movimiento devino en la revolución social, de carácter predominantemente campesino, indígena, rural.

A Túpac Amaru no podemos pensarlo desligado de su época y de las masas (esos miles de héroes anónimos), a quienes en última instancia se debe la radicalidad del levantamiento y por lo tanto, su trascendencia.