Datos de publicación: 1966.
Traducción al castellano: Por Rubén Tala, en base al texto en inglés publicado
en www.marxists.org/archive/appel/1966/memories.htm
Esta edición: Marxists Internet Archive, mayo 2021.
Mi nombre es Jan Appel y nací en un pueblo de Mecklenburg en 1890. Asistí a la escuela primaria y aprendí el oficio de la construcción naval. Incluso antes de mi nacimiento, mi padre había sido socialista. Yo mismo me convertí en miembro del Partido Socialdemócrata Alemán [SPD] al cumplir 18 años. Estuve en el servicio militar de 1911 a 1913 y, posteriormente, fui soldado en la Guerra. En octubre de 1917 me desmovilizaron y me enviaron a trabajar a Hamburgo como obrero astillero. En 1918 convocamos una huelga de trabajadores del armamento. La huelga se prolongó durante toda una semana en Vulkan-Werft. Nuestro lema era: "¡Por la paz!". Después de una semana, la huelga llegó a su fin y se nos leyeron las Cláusulas de Guerra porque, de acuerdo con la ley, todavía estábamos bajo el servicio militar. En ese momento yo pertenecía a los Radicales de Izquierda en Hamburgo. Cuando los marineros y los trabajadores de los astilleros de Kiel se rebelaron en noviembre de 1918, nos enteramos el lunes por los trabajadores de Kiel.
Acto seguido se celebró una reunión clandestina en el astillero, que se encontraba bajo ocupación militar. Todo el trabajo cesó, pero los trabajadores permanecieron en su puesto en el astillero. Una delegación de 17 voluntarios fuimos a la sede del sindicato, con el fin de exigir la convocatoria de una huelga general. Los obligamos a celebrar una reunión. Sin embargo, el resultado fue que muy conocidos líderes de la Federación Sindical General Alemana y del SPD adoptaron una actitud negativa hacia la huelga. Hubo intercambios bruscos por muchas horas. Mientras tanto, había estallado una revuelta espontánea durante la pausa del almuerzo en los astilleros Blohm+Voss, donde estaban empleados 17.000 trabajadores. Los trabajadores salieron de las fábricas y de los astilleros Vulkan y se dirigieron al frente del edificio del sindicato. Los líderes habían desaparecido.
La revolución había comenzado.
En aquellos días yo tenía una posición protagonista en el movimiento obrero revolucionario de izquierda en Alemania. Era orador en las fábricas y en reuniones públicas, presidente de los Delegados de Base Revolucionarios, entonces recién formado, y miembro del Grupo Radical de Izquierda. Me incliné hacia la Liga Espartaquista y más tarde empecé a desempeñar un papel de liderazgo en la organización del Distrito de Hamburgo del Partido Comunista de Alemania [KPD].
En enero de 1919 tuvo lugar una gran reunión de los Delegados de Base Revolucionarios en el edificio de la sede del sindicato. Esta reunión se celebró después del asesinato de Rosa Luxemburg y Karl Liebknecht en Berlín. Fue en esta reunión donde conocí a Ernst Thälmann del Partido Socialdemócrata Independiente [USPD], y durante la noche siguiente se realizó una marcha junto con los camaradas del USPD al cuartel de Barenfeld. La guardia y los soldados dormidos fueron tomados por sorpresa y se dispuso el armamento de los trabajadores. Teníamos 4000 armas. Después de una buena semana de esfuerzo para construir una fuerza de combate bien armada, los que tenían armas comenzaron a dispersarse uno tras otro y desaparecieron junto con sus armas. Fue en este punto que llegamos a la conclusión de que los sindicatos eran bastante inútiles para los propósitos de la lucha revolucionaria, y en una conferencia de los Delegados de Base Revolucionarios, se decidió la formación de organizaciones revolucionarias de fábrica como base para los Consejos Obreros. Desde Hamburgo empezamos a distribuir propaganda que abogaba por la formación de organizaciones de fábrica, lo que condujo a la fundación de la Unión General de Trabajadores de Alemania [AAUD].
En el curso de estos acontecimientos y la clarificación que los acompañó, en cuyo proceso mi función principal era como presidente de los Delegados de Base Revolucionarios, asumí, en parte por razones organizativas, la función adicional de presidente del distrito de Hamburgo del KPD. Fue así cómo me convertí en delegado del [Segundo] Congreso de Heidelberg del KPD.
[......]
Ahora es 1966, unos 47 años después del Congreso de Heidelberg. Hoy tiene poco sentido examinar más de cerca las discusiones y conclusiones alcanzadas en este Congreso. Baste decir que en ese momento nos quedó claro que la línea y la política del KPD estaban diseñadas para cambiar la dirección principal y el objetivo del Partido hacia la participación en el parlamento burgués. Dado que deseábamos mantener las convicciones anteriormente sostenidas sobre la política que íbamos a seguir en el movimiento obrero revolucionario alemán, se hizo imposible continuar como una tendencia organizada dentro del KPD. Poco después de esto, el distrito de Hamburgo del KPD también tomó esta decisión.
En Berlín, en abril de 1920, aquellos en el KPD que sostenían la misma opinión que los camaradas en Hamburgo tomaron medidas para formar el Partido Comunista de los Trabajadores de Alemania [KAPD]. En ese momento mi participación en el KPD llegó a su fin. Eran los días del golpe de Estado de Kapp-Lüttwitz y me fui al Ruhr. Cuando regresé a Hamburgo se me informó que, en el Congreso de Fundación del KAPD, una delegación compuesta por Franz Jung y yo habíamos sido elegidos en nuestra ausencia para hacer el viaje a Rusia con el fin de representar al KAPD en el Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista, que estaba sesionando allí. Nuestra tarea era llevar un informe sobre la fundación del KAPD, presentar sus puntos de vista y su política y denunciar la postura traidora adoptada por el Comité Central del KPD hacia la lucha en el Ruhr.
Nos fue imposible llegar por tierra, y el paso a través del Mar Báltico también estaba cerrado. Me pareció que la única ruta disponible que nos quedaba era atravesar el Mar del Norte y el Atlántico, pasando por Noruega y el Cabo Norte y, por tanto, hacia el Océano Ártico, para llegar a Archangelsk y posiblemente a Murmansk. Sin embargo, no estábamos seguros si los rusos habían retomado esta zona, es decir, si los bolcheviques la habían vuelto a ocupar. Poco tiempo antes había aparecido en la prensa una pequeña noticia de que la flota americana y sus tropas, que hasta entonces habían ocupado la zona, se habían retirado. A pesar de esta incertidumbre, decidimos arriesgar el viaje. Un camarada conocido, Herman Knörfen, era marinero a bordo del vapor Senador Schröder. Este barco realizó un crucero regular de cuatro semanas a los caladeros alrededor de Islandia y, a su regreso, permaneció durante al menos una semana en Cuxhafen. Hice una búsqueda de Herman Knörfen. Justo en ese momento estaba en Hamburgo, y el barco estaba atracado en Cuxhafen y debía comenzar su viaje de ida en tres días. Knörfen estaba dispuesto, y la mayoría de la tripulación también; ¡no en vano vivíamos en tiempos revolucionarios!
Franz Jung y yo, con otro marinero revolucionario, nos embarcamos como polizones. Cuando pasamos por el extremo norte de Heligoland, arrestamos al capitán y sus oficiales a punta de pistola y los encerramos en la cabina delantera. El viaje comenzó el 20 de abril y finalizó el 1 de mayo en Alexandrovsk, el puerto marítimo de Murmansk. Poseíamos cartas marinas solo para el área hasta Trondheim en Noruega, y más allá de eso, todo lo que teníamos para guiarnos era un pequeño mapa en un manual de navegación, que ofrecía una vista del mundo mirando hacia abajo con el Polo Norte en su centro. Las costas de Noruega, Rusia, Siberia y Alaska se veían en los bordes de este mapa. ¡Este fue el único medio de navegación por el que nuestro nuevo capitán, Herman Knörfen, tuvo que dirigir su curso! En el extremo norte de Tromsø [Hammerfest], sufrimos dos días de tormenta implacable seguida de una espesa nieve, de modo que nos fue imposible divisar la costa. Todos estábamos extremadamente cansados, ya que la situación incierta nos obligaba a una vigilancia continua y cautelosa. De esta manera, cansados como perros, navegamos hacia el sur, buscando el litoral o cualquier punto de tierra donde pudiéramos descansar. No fue más que una suerte ciega lo que nos hizo navegar hacia el fiordo de Alexandrovsk, de modo que pudimos amarrarnos a una boya dejada por la flota estadounidense. Necesitamos varias horas más antes de poder estar seguros de nuestro paradero o de que los estadounidenses se habían marchado. Detrás de la escarpada pared de nieve apareció una columna de humo negro que, desde una distancia considerable, se fue acercando poco a poco a medida que nuestro barco y nosotros descansábamos sobre el agua.
Entonces apareció un remolcador de vapor, y finalmente vimos una gran bandera roja. Esto fue para nosotros una señal de que habíamos llegado a la Tierra de los Comunistas. Al cabo de un rato apareció una lancha a motor llena de hombres armados. Cogimos una cuerda de remolque y navegamos entre las paredes del acantilado hacia el interior, en dirección a Murmansk. Fuimos recibidos como camaradas, y luego viajamos en el ferrocarril, construido durante la guerra, a Petrogrado (ahora Leningrado).
En Petrogrado, después de haber hablado con Zinoviev, el presidente de la Internacional Comunista, viajamos a Moscú. Allí, unos días después de nuestra llegada, entregamos nuestra declaración al Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista. Nuestro caso fue discutido, pero en cuanto a quién habló y qué se dijo, ya no tengo ningún recuerdo. Sin embargo, no recibimos una respuesta honesta, excepto que nos dijeron que pronto nos recibiría el propio Lenin. Y de hecho, esto ocurrió luego, después de una semana o un poco más.
Lenin, por supuesto, se opuso a nuestro punto de vista y al del KAPD. Durante el transcurso de una segunda recepción, un poco más tarde, nos dio su respuesta. Lo hizo leyéndonos extractos de su panfleto "El izquierdismo, enfermedad infantil del comunismo", seleccionando aquellos pasajes que consideraba relevantes para nuestro caso. Tenía en la mano el manuscrito de este documento que aún no había sido impreso. La respuesta de la Internacional Comunista, entregada inicialmente por el propio Lenin, fue que el punto de vista del Ejecutivo de la Internacional era el mismo que el del KPD, al que ya habíamos dejado.
Después de un viaje de regreso bastante largo a través de Murmansk y Noruega, fue necesario que Jan Appel desapareciera de la vista, y Jan Arndt continuó mis actividades en Alemania. Trabajar siempre que sea necesario para mantener el cuerpo y el alma juntos, en Seefeld cerca de Spandau y en Ammerndorf cerca de Halle, y hablar en reuniones de vez en cuando: ese fue el tono de mi vida. Casi el mismo tipo de actividad tuvo lugar en Renania y el Ruhr, donde también jugué un papel decisivo en la organización de la publicación periódica de la revista de la AAUD "Lucha de clases”. En 1920, el KAPD fue aceptado como partido simpatizante de la Tercera Internacional. Esto se había producido como resultado de una discusión entre el Ejecutivo de la Internacional y algunos miembros destacados del KAPD. Este último estaba formado por Herman Gorter de Holanda, Karl Schröder de Berlín, Otto Rühle, ex diputado del SPD por el Reichstag, y Fritz Rasch. En el Tercer Congreso de la Internacional Comunista en Moscú, se nos concedió toda la libertad para expresar nuestro punto de vista sobre el tipo de política que debería guiar nuestro trabajo. Pero nos reunimos sin acuerdo de los delegados de los otros países presentes. El contenido principal de las decisiones que se adoptaron en este Congreso fue que debíamos seguir cooperando con el KPD en los viejos sindicatos y en las asambleas democráticas, y que debíamos abandonar nuestra consigna "¡Todo el poder a los Consejos Obreros!”.
Esta era la política bien conocida establecida en los "21 puntos" que teníamos que seguir si deseábamos seguir siendo una organización afiliada a la Internacional Comunista. Nosotros, por supuesto, nos pronunciamos en contra de esto y declaramos que solo el órgano competente del KAPD podía tomar una decisión al respecto. De hecho, así se hizo a nuestro regreso. Luego volví al Ruhr y a Renania-Westfalia para comenzar de nuevo la actividad, como antes del Congreso. Este período de actividad terminó en noviembre de 1923 como resultado de mi arresto. La causa inmediata de esto fue la ocupación de Renania y el Ruhr por los franceses, pero como la acusación era por el robo de un barco [es decir, piratería], las audiencias tenían que ser en Hamburgo. Logré por poco evitar la extradición [a la parte no ocupada de Alemania] presentándome como un prisionero político e invocando la ayuda de las autoridades de ocupación francesas. Sin embargo, dado que era inminente un acuerdo de extradición entre Alemania y las potencias aliadas, acepté voluntariamente una orden de deportación a Hamburgo. Allí fui juzgado y sentenciado, por lo que pasé un tiempo en prisión. Esto llegó a su fin en la Navidad de 1925.
En abril de 1926 fui a Zaandam, en Holanda, para ganarme la vida como trabajador de un astillero. Inmediatamente después de mi llegada escribí a un camarada a quien no conocía personalmente pero cuya dirección me habían dado. Era Henk Canne-Meijer. Junto con Piet Kurman, me buscó en Zaandam. Ambos tenían puntos de vista idénticos a los del KAPD y habían roto con el Partido Comunista de Holanda. Pero no tenían contacto con el grupo KAP existente en Holanda. Ambos eran buenos amigos de Herman Gorter. Intercambiamos nuestras opiniones y experiencias, y mantuvimos reuniones periódicas con otras personas de ideas afines. De esta manera cristalizamos gradualmente un grupo que llamamos el Grupo de Comunistas Internacionales [GIK]. La publicación de nuestras posiciones y análisis se realizó a través del Servicio de Prensa de los Comunistas Internacionales, que es el órgano de información de los Comunistas Internacionales.
Durante el tiempo que estuve en prisión preventiva en Düsseldorf, un período de diecisiete meses en total, tuve la oportunidad de estudiar los volúmenes I y II de El capital de Marx. Viniendo de años de lucha revolucionaria, seguida de luchas internas entre facciones dentro del Movimiento Comunista y reconociendo el hecho de que la Revolución Rusa había llevado a la consolidación de una economía estatal bajo el gobierno del aparato de un partido, de modo que estábamos obligados a acuñar el término "comunismo de estado" o incluso "capitalismo de estado" para describirlo, finalmente llegué a alcanzar una visión unificada general. Había llegado el momento del pensamiento meditado y evaluado conscientemente; el tiempo en el que se deja pasar ante el ojo interior toda la experiencia y actividad pasadas, para encontrar el camino que los trabajadores debemos tomar para dejar atrás la opresión del capitalismo y alcanzar la meta liberadora del comunismo.
Como obrero revolucionario, llegué a estudiar El capital de Marx para comprender el mundo capitalista como nunca antes lo había entendido. Cómo se ve obligado a seguir un desarrollo intrínseco regido por una ley; cómo su orden básico se desarrolla durante un largo período, superando todas las condiciones heredadas del pasado precapitalista para consolidar su propio modo de producción, y formando así el semillero de nuevas y aún más intensas contradicciones en su orden interno; cómo provoca una y otra vez nuevos cambios en su estructura social interna, pero simultáneamente sus contradicciones más básicas son empujadas hacia nuevos y cada vez más evidentes niveles de antagonismo. Primero expropia a los trabajadores del suelo y de su terreno; luego se apropia de sus medios de vida independientes y así crea las condiciones en las que también puede apropiarse de los productos de su trabajo. El derecho de disposición sobre los frutos del trabajo y, por tanto, sobre los propios productores, cae en cada vez menos manos. Además, nos vimos obligados a reconocer la verdad de que los únicos logros de la Revolución Rusa fueron que el Partido Comunista Ruso se había constituido en un instrumento despótico de poder totalmente centralizado, equipado con todos los medios necesarios para ejercer la opresión estatal sobre los productores aún desposeídos y sin propiedades.
Pero nuestro pensamiento fue más allá: la contradicción más profunda e intensa en la sociedad humana reside en el hecho de que, en último análisis, el derecho de decisión sobre las condiciones de producción, sobre qué y cuánto se produce y en qué cantidad, se le quita a los propios productores para dárselo a órganos de poder altamente centralizados. Hoy, más de cuarenta años después de haber tomado conciencia por primera vez de todo esto, mientras estaba en prisión, veo que este fenómeno sucede en un grado cada vez mayor en todas partes del mundo. Esta división básica en la sociedad humana sólo podrá superarse cuando los productores finalmente asuman su derecho a controlar las condiciones de su trabajo, lo que producen y cómo lo producen. Sobre este tema escribí muchas páginas mientras estaba en prisión. Cuando llegué a Holanda para ver al Grupo de Comunistas Internacionales, lo hice con todos estos pensamientos en mente y con los escritos relevantes para ellos.
[......]
Hoy, en el año 1966, han pasado cuarenta años desde que nos reunimos por primera vez en Amsterdam como el Grupo de Comunistas Internacionales [GIK], para expresar nuestros nuevos pensamientos y discutirlos. El conocimiento de que la Revolución Rusa estaba llevando al establecimiento del comunismo de estado, o más exactamente al capitalismo de estado, representó una nueva escuela de pensamiento en ese momento. También requería desilusionarse de la opinión de que una forma comunista de sociedad, que también implica la liberación del trabajo de los grilletes de la esclavitud asalariada, sería el resultado directo y necesario de la Revolución Rusa. Asimismo, era una concepción totalmente nueva concentrar la atención en la esencia del proceso de liberación de la esclavitud asalariada, es decir, en el ejercicio del poder por parte de las organizaciones de fábrica, los Consejos Obreros, en su asunción del control sobre las fábricas y lugares de trabajo; para que, a partir de esto, se introduzca la unidad de la hora social media de trabajo, como medida de los tiempos de producción de todos los bienes y servicios tanto en la producción como en la distribución.
De esta manera, el dinero y todas las demás formas de valor serían abolidos y privados de su poder para manifestarse como Capital, como la fuerza social que esclaviza y explota a los seres humanos. Este conocimiento y sus frutos, adquiridos durante largos períodos de trabajo en el Grupo de Comunistas Internacionales en Amsterdam, se han reunido en forma ordenada en el libro "Principios fundamentales de la producción y distribución comunista", publicado por nosotros mismos. Consta de 169 páginas de escritura mecanografiada. Para tener una idea breve de lo que está escrito allí, se puede citar el siguiente extracto del Prólogo:
"Los Principios Fundamentales de la Producción y Distribución Comunista tuvieron su origen durante un período de 4 años de discusiones grupales y controversias dentro del Grupo de Comunistas Internacionales de Holanda. La primera edición apareció en el año 1930 en Alemania, publicada en Berlín por la Neue Arbeiterverlag, el órgano editorial de la AAUD. Debido a dificultades financieras, una edición holandesa en el formato deseado y publicada en el momento requerido resultó estar más allá de nuestras capacidades. En cambio, se publicó en formato de serie como complemento del Servicio de Prensa del Grupo de Comunistas Internacionales. A causa de la traducción, esta edición no es del todo idéntica a la alemana, aunque no se ha modificado nada esencial en el contenido. Las únicas modificaciones fueron en el orden en que se presentó el material y en las distintas formulaciones, con el fin de lograr una presentación más clara. Se espera que los 'Principios Fundamentales de la Producción y Distribución Comunista' conduzcan a una discusión profunda y contribuyan tanto a una mayor claridad como a la unidad de objetivos dentro del proletariado revolucionario, y así resulten en que las diversas tendencias adopten un curso común."
En una nueva edición decía:
"Este libro sólo puede expresar en términos económicos lo que primero se debe lograr en el ámbito de la acción política. Para ello fue necesario comenzar no sólo con la abolición de la propiedad privada en los medios de producción, sino con la eliminación del trabajo asalariado como tal. Es de esta base que parten todos nuestros pensamientos. Nuestro análisis, por lo tanto, llevó a la ineludible conclusión de que, una vez que los trabajadores hayan conquistado el poder a través de sus organizaciones de masas, sólo podrán aferrarse a ese poder si eliminan el trabajo asalariado de toda la vida económica y, en cambio, adoptan como punto nodal de toda la actividad económica la duración del tiempo de trabajo gastado en la producción de todos los valores de uso, como la medida equivalente que reemplaza los valores monetarios, y alrededor de la cual giraría toda la vida económica."
La edición alemana del año 1930 fue posteriormente incautada y destruida. Posteriormente se publicó un breve resumen en Nueva York, y también una versión en alemán en la revista "Kampfsignal"; mientras que en 1955 en Chicago, apareció una versión en inglés en "Council Correspondence".
Participé personalmente en la actividad política del GIK en Holanda. En abril de 1933 se me hizo saber que "una Alemania amiga" deseaba volver a verme. ¡Me iban a expulsar por ser un "extranjero indeseable"! Sin embargo, el servicial comisionado de policía de Ámsterdam me dio el tiempo para poner en orden mis asuntos personales. Había llegado una vez más el momento de pasar a la "clandestinidad". Jan Appel desapareció una vez más de la escena. Cuando, más tarde, estalló finalmente la Segunda Guerra Mundial, comencé a participar en el movimiento de resistencia dirigido contra el régimen de los fascistas hitlerianos, que habían ocupado el país en 1940.
Después de que Sneevliet, el conocido líder de la izquierda en Holanda, junto con otros 13 a 18 compañeros, fueron ejecutados por un pelotón de fusilamiento, continuamos con la lucha de resistencia con el resto de los compañeros. Después de 1945 publicamos el semanario "Spartacus". Esto continuó hasta 1948. A raíz de un grave accidente de tránsito que sufrí en ese momento, tuve que ser internado en un hospital, por lo que reaparecí una vez más en la superficie de la vida social. ¡Se necesitó un testamento de más de 20 ciudadanos burgueses, buenos y sinceros, para protegerme de ser empujado al otro lado de la frontera! El hecho de haber participado activamente en el movimiento de resistencia decidió el asunto a mi favor. Jan Appel hizo su aparición una vez más, pero fue necesario que se abstuviera por un tiempo de toda actividad política.
Este es también el final de este volumen de la historia de mi vida
.