Pronunciado: El 27 de octubre de 1972.
Versión digital: Eduardo Rivas, 2015.
Esta edición: Marxists Internet Archive, 4 de
febrero de 2016.
Muy estimadas amigas y compañeras;
Delegadas e invitadas al Seminario llamado “La mujer de hoy en América Latina”:
Señora Herta Kussiner, Presidenta de la Federación Internacional de Mujeres Democráticas;
Señora Fany Helman, Secretaria Ejecutiva;
Amigas e integrantes de la Mesa Directiva;
Estimada compañera Tencha. (Aplausos)
Deseo, primeramente, agradecer en la forma más fervorosa las expresiones de solidaridad contenidas en el acuerdo adoptado por Uds. que ha leído la Secretaria Ejecutiva de la Federación Internacional de Mujeres Democráticas. Expreso, en nombre del pueblo y del Gobierno de Chile mi reconocimiento a la actitud noble y generosa de Uds. compañeras y amigas mujeres que desde todos los continentes han llegado a nuestra Patria en horas duras, para entregarnos, con la tibia ternura de la mujer, el apoyo fraterno que viene de tierras distintas, de razas diferentes, de climas diversos, pero que contiene el mensaje de la historia que señala que nada detendrá la lucha emancipadora de los pueblos, y que esta lucha no pertenece a un país o a un pueblo; que es la de todos aquellos países y pueblos que anhelan que sus Patrias sean independientes en lo económico, libres, soberanas y dignas.
Y qué mejor expresión, y qué manera más significativa para nosotros, que este mensaje lo traigan Uds. Estimadas compañeras, expresado ya, en la presencia material de tantas y tantas delegadas e invitadas, que representan a millones y millones de mujeres, que a lo largo del mundo, en todo el orbe, anhelan y desean la paz para los pueblos, su desarrollo económico, la difusión de la cultura, y que el hombre y la mujer que pueblan el mundo alcancen en el trabajo dignificador su plena liberación. Que la pareja humana tenga el contenido que debe alcanzar para dar forma integral al hombre y a la mujer, que no sólo se unen por el vínculo del amor y del cariño, sino que además comparten la plena responsabilidad de actuar en esta hora de la lucha por la independencia y la dignidad de los pueblos oprimidos del mundo.
Reitero entonces mi reconocimiento, tanto al fondo como a la forma del acuerdo adoptado por Uds. Sé que interpreto a los campesinos, maestros y universitarios; a los soldados y obreros; a los trabajadores de la usina, del arado y del riel; a los que visten o no uniforme, para poder manifestarles nuestro reconocimiento y decirles cuánto agradecemos la comprensión de Uds. y el apoyo moral que en esta hora difícil nos entregan.
Se perfectamente bien la importancia de este Seminario, los temas por Uds. abordados, la profundidad que han puesto en el estudio y en el debate de los tópicos del temario; y tengo la certeza de que será un necesario y serio aporte el que Uds. entregarán con las conclusiones adoptadas, con la difusión de los trabajos presentados no sólo a la mujer de América Latina sino a las mujeres del mundo.
En este mismo recinto, hace ya largos días, voceros venidos también de todos los continentes, se reunieron en la III UNCTAD, para estudiar el comercio y el desarrollo, fundamentalmente de los países en vías de desarrollo pero encajados en el proceso general del comercio y del desarrollo de todos los países.
En este edificio, levantado con el esfuerzo extraordinario de nuestros obreros, técnicos y profesionales, construido, precisamente, para que pudieran realizarse las sesiones a que he hecho referencia, levantaron las voces especialmente los pueblos dependientes, para señalar la injusticia, que más que centenariamente, marca y sella su vida sometida, esclavizada, limitada en sus horizontes, con contenido de dolor y sufrimientos para las masas que viven en estos países.
Y América Latina sabe perfectamente bien, que la mujer nuestra participó en la gesta de la independencia. Los hombres sabemos perfectamente bien de la actitud individual de heroicas mujeres, que levantaron orgullosas su protesta, que la hicieron en forma verbal y escrita, que dieron su vida para contribuir a hacer posible que nuestras naciones alcanzaran el nivel de independencia política que era necesario. Nombrarlas una por una, sería tarea difícil y además en una improvisación podría cometer la injusticia de omitir algunos nombres incorporados en el recuerdo agradecido de la mujer y del hombre de Latinoamérica.
Si quiero recalcar que en esa época y en ese tiempo, las mujeres que asumieron esa actitud, demostraban un coraje excepcional; una conciencia patriótica de elevado y hondo contenido; la mujer estaba ‐como era lógico imaginar‐ mucho más oprimida que la mujer de nuestro tiempo, a pesar de que no desconocemos que para ellas subsisten las limitaciones propias de un régimen social injusto en muchos y muchos países de nuestros continentes.
Sin embargo, la mujer en actitud personal, supo incorporarse con su ejemplo y con su acción a la historia, y al hacerlo también se incorporaron todas las mujeres, que si no actuaron, en el silencio retraído de sus casas o de sus campos sentían el mismo anhelo, la misma ansia, la misma decisión de que nuestras Patrias alcanzaran el derecho de ser libres, independientes y soberanas.
Por ello, no es de extrañarse que al avanzar el proceso social en el mundo, al ir evolucionando las formas de convivencia humana, al ir adquiriendo las sociedades contenido distinto, la mujer haya ‐lógicamente‐ tenido el derecho y la obligación de luchar, para que ella sea considerada en igualdad de condiciones y derechos que el hombre. Pero ya no es la mujer solitaria y heroica que representa a miles de mujeres; son las mujeres que van teniendo la conciencia, que van formando sus agrupaciones, que van constituyendo grandes masas humanas, que junto con el hombre constituyen los pueblos y son los pueblos los que van escribiendo la historia y señalándonos el destino distinto y la sociedad diferente que anhelan.
Ya no son hombres y mujeres, que aisladamente pueden lograr que cambie el contenido de la existencia de millones de seres humanos; son los pueblos, son las grandes e ignoradas masas humanas las que adquieren lentamente, duramente, conciencia de sus derechos y las que eligen a hombres y mujeres y les señalan la tarea que estos cumplen, tan sólo como vanguardia del gran proceso que emerge de la movilización de densas y opacas multitudes que tienen la claridad y la decisión de conquistar una existencia distinta.
Es por eso que indiscutiblemente este Seminario denominado, “La Mujer de hoy en América Latina”, tiene proyecciones de extraordinaria importancia. América Latina, continente prodigo, de grandes recursos materiales, en donde habitan millones y millones de seres humanos para quienes aún está negado lo básico y esencial a que tiene derecho la persona humana, pueblos potencialmente ricos, empobrecidos por la penetración del capital foráneo que junto a las oligarquías nacionales han puesto el poder y las riquezas al servicio de minorías y al servicio del poderoso capital imperialista.
La historia de América Latina señala con claridad el largo padecer de siglos en el drama común de nuestra común desesperanza y desgracia. Y es la técnica y la ciencia la que hace más evidente y más notoria, la desigualdad que existe entre el avance y el progreso de los países del capitalismo industrial, el avance y el progreso de los países socialistas y nuestras realidades.
En este continente, y hago excepción al hablar así, de Cuba ‐por tener un régimen socialista distinto al que tienen el resto de los países, incluido el nuestro-, ningún Gobierno, cualesquiera que haya sido o fuere, democrático, pseudo democrático, castrense, dictatorial, ha logrado superar los grandes déficit que hablan de la incultura, de la falta de vivienda, de la alimentación insuficiente, de la carencia de trabajo, de la poca y baja protección de la salud, del no derecho al descanso y a la recreación de la inmensa mayoría de nuestros compatriotas.
Y al decir compatriotas hablo como latinoamericano, que siendo auténticamente chileno, creo que soy también, como lo somos todos, ciudadanos de Latinoamérica, si acaso interpretamos el mandato de la historia que emerge de los Padres de la Patria, ya que hombres nacidos en distintas tierras, se unieron bajo las mismas banderas para luchar con la misma decisión, para hacer de América Latina un continente emancipado con voz de pueblo continente. (Aplausos).
Por eso, si acaso el hombre nuestro, como consecuencia del régimen y el sistema capitalista, y los pueblos nuestros, como consecuencia de la penetración imperialista han arrastrado la dura cadena de la explotación económica y la dependencia política, la mujer, con mayor razón, ha vivido y vive una desigualdad que la castiga y la marca muy fuertemente.
De allí también, la trascendencia que tiene el que la mujer haya ido forjando esta conciencia que la incorpora masivamente, no tan sólo a la lucha por sus derechos preteridos, sino que la incorpora plenamente a la gran batalla que hará posible los cambios estructurales que permitirán que nuestros pueblos logren estructurar una vida distinta, donde la economía esté al servicio del hombre.
Nuestros pueblos alcanzarán el derecho a que los bienes de producción estén, no en poder de minorías, sino que sean patrimonio de todos, para el servicio de todos. Lógicamente cada país tiene su historia, su tradición, su idiosincrasia, sus costumbres; no hay recetas internacionales que puedan aplicarse. Hay sí, la base del pensamiento revolucionario asentado en la doctrina, en el ideario; existen experiencias alcanzadas con dolor, a través de la historia por millones de seres humanos.
Está la realidad emancipadora asentada en los países que ha derrotado el capitalismo, han construido o construyen el socialismo; por lo tanto, es la mujer un factor fundamental, esencial, en esta lucha combatiente de la pareja humana.
Nadie puede imaginarse una revolución emancipadora, constructora de una nueva sociedad, sin la presencia activa y combatiente de la mujer, (Aplausos) amiga, hermana y compañera; de la mujer presente en todos los niveles del trabajo y la cultura.
De la mujer asumiendo la responsabilidad, por su capacidad de la mujer junto al hombre, sin desigualdades, y en función de una gran tarea común; de la mujer entregando a la revolución su ternura y su firmeza, que nace con un contenido más profundo porque es la madre la que siente más de cerca el dolor que emana del hambre de su hijo y del sufrimiento de los suyos por la injusticia de un régimen marcado todavía por la explotación imperialista. (Aplausos).
De allí, que también en la mujer exista la convicción de que la lucha que realizan los pueblos, siendo propia de ellos en las características peculiares de cada país, es también una lucha que se da, aunque en distintas latitudes ‐no diré el nombre‐ en la acción de todos los pueblos.
Lo he visto muchas veces, que está expresado en la realidad y la forma que cada lugar tiene. Chile, callado Vietnam. Pero el heroico y sonoro Vietnam, nos dio el camino del sacrificio, más que centenario, milenario. Y los que han caído en Vietnam, y los que lamentablemente tendrán que caer en Vietnam, lo hacen por su Patria que quieren unificar, lo hacen por escribir su propia historia y ser dueños de su propio destino. Pero el sacrificio de ellos, no es sólo ejemplo, es conducción, en función de ese ejemplo para todos los combatientes del mundo.
Y yo quiero decir en esta Asamblea, que es posible que se alcance la paz que tanto anhelamos en Vietnam. (Aplausos).
Se ha llegado a acuerdos que permitirían consolidar esta paz; lamentablemente se ha postergado la firma de estos acuerdos, y pareciera que pudiera postergarse una vez más, quizás en función de un hecho electoral que tendrá que ocurrir en el país más poderoso del capitalismo, que es el país agresor de Vietnam. Esperamos y deseamos que esto no ocurra.
Podemos levantar nuestra voz para reclamar que esto no acontezca. Demasiado dolor y sufrimiento ha habido para el pueblo vietnamita; su heroísmo lo hará soportar en silencio heroico los días y las horas, los meses o los años que pudieran faltar.
Pero nosotros tenemos el derecho a pedir y reclamar que no continúe el sufrimiento injusto de tanto hombre, mujer y joven, anciano y niño, que no comete otro delito que anhelar lo que todos queremos: ser nosotros mismos los que determinemos el camino de nuestros pueblos y escribamos nuestra propia historia. (Aplausos).
Uds. han llegado a Chile en un momento en que nosotros también, por voluntad del pueblo, estamos desarrollando un proceso revolucionario de hondo contenido. Es un proceso revolucionario nuestro, que en su desarrollo habrá de convertirse en una revolución. Lo estamos haciendo dentro de las normas, la tradición, los cauces de nuestra historia.
El camino que el pueblo de Chile se ha trazado, es distinto al camino que recorrieron, en largo peregrinaje, otros pueblos en otras latitudes y otros pueblos en este continente.
Nosotros hemos buscado el desarrollo de nuestro proceso, dentro de los marcos de la propia democracia burguesa, en pluralismo y libertad. Dura tarea no alcanzada por otros, en cualquiera otra latitud del mundo. No porque no lo quisieran, sino porque siempre se opuso la violencia a las conquistas emancipadoras. Porque siempre la contrarrevolución utilizó el poder de la fuerza para impedir el avance revolucionario.
Los pueblos tienen conciencia de sus fuerzas y saben perfectamente bien, que nada podrá detener su marcha en el proceso que ha de consolidar su libertad; por eso, no piensen que es indispensable, necesario, emplear la violencia, sino como respuesta a la violencia contrarrevolucionaria. Es el sistema y el régimen capitalista, el que implícitamente usa la violencia en las manifestaciones más diversas de nuestra existencia. Se violenta a la mujer, que no encuentra ayuda o amparo para su hijo que está enfermo; al hombre, que terminada su energía, no alcanza a recibir la ley que le entregue la tranquilidad en las últimas horas de su vida azarosa, porque no existe o porque el beneficio es muy exiguo.
Hay violencia cuando se niega el trabajo, la cultura. Hay una violencia institucionalizada que va destacando los privilegios de una minoría frente a los negados de las grandes mayorías.
Y la violencia se hace definitiva cuando se quiere por la necesidad histórica hacer los cambios fundamentales en la estructura económica que permitan dar una vida y una dimensión de ella distinta al hombre.
Los pueblos se ven entonces impelidos a responder con la violencia a la violencia que quiere definitivamente impedir avance y su progreso.
En nuestro país, como lo decía hace algunos instantes en este diálogo improvisado, los chilenos estamos trazando con el buril del esfuerzo común de nuestra emancipación dentro de las características propias de nuestra propia realidad.
Tarea en si misma muy difícil, que como dijera también hace un momento, no se ha logrado en otras latitudes. Nosotros ya llevamos casi dos años y ojalá ustedes estimadas compañeras, si no todas, algunas pudieran estar aquí para el aniversario próximo de los dos años del Gobierno Popular, el 3 de noviembre. (Aplausos).
Yo les puedo decir que estos 24 meses están llenos de una gran experiencia. Cada día el pueblo entrega una lección y esta experiencia y esta lección nace de la voluntad de miles y miles de jóvenes, hombres y mujeres de nuestra Patria.
Desde el instante en que empezáramos a participar una vez más como vocero de las esperanzas de las masas nació la campaña destinada a desdibujar el contenido y la acción del movimiento popular. Lo he recordado varias veces en el diálogo que durante año y medio tuve con el pueblo en esta última campaña. Siempre les dije que era muy difícil que alcanzáramos la victoria en las urnas y era más difícil llegar al Gobierno después de alcanzar la victoria y que aún era más difícil realizar el Programa de la Unidad Popular. Obtuvimos la victoria expresada por la voluntad mayoritaria en las urnas, ratificada mayoritariamente en el Congreso. Pero Chile, sufrió desde el 4 de septiembre al 3 de noviembre de 1973 el ataque aleve y artero de los grupos fascistas, la insolencia de la penetración imperialista, la desesperación que llevó a la acción directa, al sabotaje y hasta el crimen a aquellos que sabían que la presencia del pueblo significaba el término de sus privilegios y sus granjerías. (Aplausos).
Este país supo de lo que es la acción de las grandes empresas transnacionales que teniendo influencia desmedida en su propio país de origen alcanzan una influencia mayor por el poder extraordinario de su dinero y por el sentido antipatriota de algunos que se prestan para defender a esas empresas a costa aun de traicionar a su propio pueblo.
Chile supo la posibilidad de una guerra civil empujada por una de estas empresas. Y por ello es conveniente señalarlo porque después de dos años de Gobierno estamos enfrentando los ataques más fuertes, la campaña más planificada con inspiración foránea y que encuentra eco en sectores pro‐fascistas de nuestro país.
No en vano en Francia, en Holanda, y posiblemente en Suecia, se recurre a los tribunales para ver si acaso las disposiciones legales de esos países permiten el embargo del cobre chileno que hemos vendido como legítimos dueños, para embargar el mineral como tal o impedir el pago que necesitamos por entregar esa riqueza que es nuestra.
Es una de las formas que se usan para acentuar las dificultades económicas de países como el nuestro y como la inmensa mayoría de los países de este continente, son países monoproductores, exportadores de materias primas e importadores de artículos manufacturados, en donde la balanza de pagos y la dependencia no sólo se expresa en las utilidades extraordinarias que se llevan las grandes compañías transnacionales sino además en el endeudamiento forzoso a que estamos sometidos precisamente por la falta de desarrollo económico. Círculo vicioso que va aherrojando más y más a nuestros países y que en escala internacional se ha hecho presente cuando los países no comprometidos o los países sencillamente dependientes en los tribunales internacionales manifiestan que es imposible que puedan actuar frente al desarrollo económico cuando pesa sobre ellos un endeudamiento impuesto precisamente por la realidad de nuestra explotación debida a la penetración imperialista.
Cuando estos países señalan como obligadamente se desata toda la política reglamentista que obliga a invertir un porcentaje muy alto en adquirir pertrechos de guerra cuando en realidad la única guerra en la cual debemos y podemos participar es la guerra contra el hambre, la cesantía, la incultura, es la guerra por la dignidad nuestra, es la guerra por nosotros y nuestra hijos. (Aplausos).
Como Chile entonces dentro de su propia realidad y dentro de las leyes nuestras las dictadas por los gobiernos anteriores, o modificando como en el caso del cobre nuestra Constitución sobre la base del Proyecto que el Ejecutivo enviara para hacer posible nuestra nacionalización de este mineral, destacando que en un Congreso donde el Gobierno que presido es una apreciable minoría, la unanimidad de los congresales aprobaron la nacionalización del cobre, nuestra riqueza esencial.
Y no desde ese instante, desde antes como lo dijera ya, estaba la maraña de los intereses que teníamos que herir tratando de aprisionar a Chile a través del cerco económico, creando un clima artificial para que en escala mundial una información deformada diera también la deformada idea de lo que aquí acontece y aquí pasa.
¡Cuánto y cuánto se ha publicado para decir que aquí en Chile no hay democracia ni hay libertad!
Pocos países del mundo tienen una expresión más amplia que la democracia nuestra y la libertad nuestra en el concepto tradicional del régimen capitalista, porque no hemos alcanzado ‐y falta mucho‐ para obtener la plena democracia y la libertad auténtica que nace de la independencia económica y de la emancipación individual de la explotación del hombre por el hombre.
Sin embargo, estimadas compañeras y amigas el recorrido que hemos hecho ha ido marcando con el sello de un pueblo unido y consciente de su responsabilidad nuestra decisión de hacer que Chile sea dueño de su riqueza fundamental.
¡Con qué satisfacción yo puedo decirles para que ustedes lo digan en sus países que Chile es dueño de su cobre, de su hierro, de su salitre, de su carbón, de su petróleo, de su electricidad!
Que hemos nosotros dado un largo tranco en la historia para nacionalizar las riquezas esenciales que estaban en poder del capital foráneo, que lo hemos hecho dentro de nuestras leyes y no aceptamos que nadie pretenda discutir el soberano derecho de un pueblo independiente a hacer dentro de sus leyes los cambios y transformaciones que le permitan su desarrollo económico y su independencia. (Aplausos).
Ustedes deben saber que con una ley que ayudamos a dictar en el gobierno anterior hemos profundizado la Reforma Agraria y expropiado una cifra cercana a los 5 millones y medio de hectáreas. Hemos nacionalizado la banca y grandes monopolios nacionales y extranjeros.
Hemos controlado el comercio de exportación y de importación.
Nos hemos visto obligado a renegociar la deuda externa por el duro peso que ello significaba para el desarrollo de nuestra economía. Hemos encontrado duras dificultades que cada día se hacen más y más difíciles.
En el campo de las finanzas, por ejemplo, los créditos a corto plazo que habitualmente se nos diera con el respaldo de nuestro trabajo y nuestras exportaciones, prácticamente han sido eliminados. Una cifra comparativa les dirá la verdad de lo que sostengo. Chile tenía tradicionalmente de los bancos americanos 270 millones de créditos rotativos. Este año no alcanzamos a 30.
En los países capitalistas de Europa también hemos encontrado dificultades para conseguir esos créditos. A ello se agrega el drama nuestro por el descenso del precio del cobre que da un valor promedio el año 1970 de 59 centavos no alcanza el año 1971 a 49; y este año quizás será algo más bajo. Hemos producido más cobre en 1971 que en 1970 y hemos tenido 175 millones de menor ingreso. Y este año produciremos más que en 1971 tendremos menos ingreso que en 1971 y mucho menos por cierto, en 1970.
Como consecuencia de la política comercial mundial, nosotros pagamos con gran sufrimiento el alza de los precios, de los alimentos, de las materias primas y los insumos, agréguese a ellos los fletes.
En este país, estimadas compañeras y amigas, tradicionalmente se ha importado cerca de 190 millones de dólares en carne, trigo, grasa, mantequilla y aceite. Y no obstante ello, el 52% de la población chilena se ha alimentado por debajo de lo normal.
Yo lo he dicho públicamente y con mayor razón frente a ustedes lo puedo repetir porque indiscutiblemente íntimamente el dolor viril, pero el dolor, de cualquier hombre de Chile, lo compartirán ustedes más íntimamente por ser mujeres y madres.
En nuestro país como consecuencia del déficit alimentario, por la carencia de proteínas entregadas en los meses iniciales de la existencia de un niño hay 600 mil o más de los hijos del pueblo que tienen un menor desarrollo intelectual, una menor capacidad.
Es un hecho científicamente comprobado que si en los primeros 8 meses de la vida del futuro ciudadano hay déficit de proteínas se produce un menor desarrollo físico y una menor actitud mental. Pero si después de ese tiempo se le da la cantidad suficiente de proteínas recuperan el desarrollo físico, pero no se recupera el retardo del desarrollo intelectual.
Queda ese niño marcado para todo el resto de su existencia. Y será por lo tanto un trabajador menormente dotado, un estudiante que rendirá menos, muy difícilmente, podrá asimilar conocimientos y técnicas, que requieren de un pleno desarrollo intelectual.
Qué dramático es pensar que la vida, el carácter, la inteligencia estén vinculadas directamente a las condiciones materiales. Qué doloroso es imaginarse cómo la desigualdad se expresa desde el instante mismo en que nace el niño, no sólo en la atención diferente de las madres en el momento del parto o en los cuidados posteriores, sino en el desarrollo de la propia existencia y por esto también he recordado que alguien con razón ha dicho que “el niño es el padre del hombre”, son los minutos iniciales de la vida, son los meses primeros, son los años primeros que van formando, deformando la personalidad que marcará al hombre o a la mujer para el resto de su existencia. Es indispensable que la mujer que siente más de cercarla mujer que por imperativo biológico está destinada a perpetuar la especie, esencialmente, debe más consciente y más fervorosamente, incorporarse a la innegable y gran tarea de dar posibilidades similares a todos los niños. Nadie podrá imaginarse que biológicamente podamos ser igual todos los seres humanos, pero si, podemos pensar, imaginar y luchar para que esto sea cierto, para que todos tengan la misma posibilidad de desarrollar su propia personalidad y que no estén marcados por la injusticia desde el instante en que nacen. Hay millones de niños en este continente, cuyo delito es que sus padres fueron explotados por las minorías nacionales y por los grandes capitales foráneos. (Aplausos).
La tarea de la mujer contemporánea y sobre todo en este continente, está íntimamente vinculada al proceso transformador, al proceso revolucionario, que implica, no sólo, que los bienes de producción no estén en manos de una minoría privilegiada, sino que además, que haya una valorización distinta de lo que es la vida y lo que es el hombre, genéricamente hablando. Que se destaquen valores diferentes que no tengan el sello de lo mercantil como patrimonio de cultura.
Cómo no va a ser importante, que la mujer de este continente que vive y padece su propia realidad de postergada, donde las lacras de la explotación se expresan ‐y puedo decirlo aquí con respeto y claridad‐ en la prostitución de cientos de muchachitas que nacieron en hogares donde falta el pan. Por qué no decirlo aquí, con respeto y claridad, cuándo, muchas veces, es la realidad económica y social la que obliga a la mujer a arrancarse de sus entrañas al hijo que quisiera haber tenido. Es la realidad de muchas mujeres, que frente a una moral cobarde, que no le abrió el conocimiento biológico de la existencia humana, son madres solteras que no ampara la ley, que no protege la sociedad.
En este continente nuestro, en que todavía la legislación consagra la injusticia brutal para establecer desigualdades entre los hijos, señalando que los hay naturales legítimos e ilegítimos y qué satisfactorio es decirles como ya en Cuba se alcanzó el proceso de la construcción Socialista, ya nuestro país, que avanza por un proceso distinto a las características de la acción de Cuba, también hemos entregado al Congreso Nacional el proyecto de ley, que da igualdad de derecho a todos los hijos y que ampara a la madre soltera. (Aplausos).
Son estos procesos revolucionarios o esta revolución, la que va señalando, que no es el cambio económico, sólo lo que con premura obligada buscamos. No son los cambios estructurales los que imponen la premura en la realización, es también y paralelamente a ella (sabiendo que como consecuencia de esos cambios asegurara una existencia distinta y un valor humano diferente es cierto) la preocupación por la persona humana la que da las características a los procesos revolucionarios; es el humanismo contenido en la concepción Socialista.
Cuántos, con vulgar ignorancia frente a la concepción del materialismo histórico quieren negar el contenido humanista que tiene el Socialismo. Pero si buscamos la liberación de los pueblos, pero si queremos la paz, si queremos el diálogo y no la guerra, si queremos la cooperación y no la explotación para los pueblos, tenemos que empezar a comprender que queremos fundamentalmente para el ser humano, para la pareja humana, un cambio de su propia concepción de la vida, para que ella misma haga su propia revolución. (Aplausos) Es la dimensión distinta, de valores diferentes, que por lo demás también alcanza a la obligación que tenemos de defender nuestro patrimonio que emerge de las raíces profundas de nuestra historia.
Somos pueblos deformados en lo económico, sometidos en lo político, aplastados en lo cultural, negando milenarias culturas, que le dieron el contenido superior de la capacidad de nuestros aborígenes que quieren erradicar, para ser reemplazadas por ficciones de cultura, en donde se busca, deformando la realidad, afianzar en ella el predominio de los grandes intereses foráneos.
Es por lo tanto nuestra lucha, una lucha en la amplitud de la historia, es la lucha por el hombre y por el pueblo, es la lucha por el país y por la tierra, es la lucha por la Patria, que es el crisol donde se funde todo lo que somos y lo que seremos en esta gran batalla, en esta hora de los pueblos; cuando la técnica y la ciencia acerca al hombre a los espacios siderales es cuando los países dependientes como los nuestros tienen que tener el coraje, y buscar sus propios caminos, romper las cadenas opresoras. Y es la mujer, la tibia hermana, la hija y compañera, la que debe estar junto al hombre para entonar para mañana el canto liberador de la pareja humana, que será la liberación de nuestros pueblos. (Aplausos). (Ovación).