Salvador Allende

El imperialismo no es un tigre de papel. Entrevista con el periodista argentino Pablo Piacentini para el Diario Clarín, de Buenos Aires


Pronunciado: El 6 de agosto de 1972.
Versión digital: Eduardo Rivas, 2015.
Esta edición: Marxists Internet Archive, 4 de febrero de 2016.


Salvador Allende, Presidente de Chile, reorganiza sus fuerzas a fin de encarar un desafío: en marzo próximo se renueva el Congreso y sólo si consigue mayoría podrá ejecutar su programa.

Los partidos de oposición temen que en esa fecha se impongan las izquierdas y con respaldo parlamentario completen el proceso de tránsito al socialismo, cerrándoles la perspectiva de volver al poder. En consecuencia, se han federado. Allende y la Unidad Popular conquistaron la presidencia en septiembre de 1970, con el 36 por ciento de los votos. Luego, en las elecciones de regiones (municipales) de abril de 1971, recibieron el 51 por ciento de los votos. Pero ese notable incremento no modificó a su favor el negativo cuadro parlamentario, donde sigue en minoría y sin posibilidad de hacer aprobar sus proyectos de ley. Marzo es, pues, un test que definirá la relación de fuerzas y la proyectará a nivel institucional. Aunque resulta prematuro aventurar un pronóstico acerca de lo que puede suceder en marzo, ya es posible en medio del intenso clima electoral que vive Chile, indagar las estrategias que ensayan las partes en juego.

Tal fue el sentido de la entrevista que el enviado especial de Clarín, Pablo Piacentini, sostuvo en Santiago de Chile por 80 minutos con el Presidente Salvador Allende. A continuación van sus tramos más importantes.

 

-Señor Presidente: La trascendencia que dio usted, en un documento reciente, al intento de organizar una Asamblea del Pueblo en Concepción, así como a otras expresiones de la ultraizquierda, ¿significa que ella puede poner en peligro el proceso chileno?

 

-Creo que se trata de una actitud demagógica, irreal, sin contenido y que sólo sirve para que el adversario la explote críticamente en contra nuestra. Hacer creer que con ella se iría a la disolución del Congreso, o despertar la expectativa de que una asamblea de este tipo puede tener alguna influencia positiva en la marcha del país, es algo que carece de base alguna. Pero como señalé el 31 de julio en la carta que usted menciona, dirigida a los jefes de los partidos de la Unidad Popular, estos hechos, aunque los estimamos de relevancia delimitada en estos momentos, encierran en sí mismos una potencialidad perturbadora de la más extrema gravedad.

Hice también notar que no resulta arbitrario calificar a la llamada Asamblea Popular como un fenómeno artificial. En efecto: si fuese un proceso social auténtico estaríamos frente a un factor capaz de impulsar la lucha del pueblo. Tal calidad sería apreciada por los revolucionarios, así como por los enemigos que descubrirían en ella un elemento peligroso para sus intereses. Sin embargo son los adversarios los que se han encargado de publicitar su existencia porque saben que es útil alentar todo proceso que distraiga al pueblo de sus verdaderas tareas y lo aparte de la estrategia trazada a través de su programa.

Una asamblea popular auténticamente revolucionaria concentra en sí la plenitud de la representación popular. Y asume, por consiguiente, todos los poderes, no sólo el deliberante sino también el de gobernar. En otras experiencias históricas ha surgido como un doble poder, contra un gobierno institucional reaccionario; sin base social y sumido en la impotencia. Pues bien; pensar en algo semejante, en Chile y en esta hora, es absurdo. Aquí hay un solo gobierno, el que presido. Este no sólo es legítimamente constituido sino que por su definición y por su contenido de clase, es un gobierno al servicio de los intereses generales de los trabajadores. Y con la más profunda conciencia revolucionaria, no he de tolerar que nada ni nadie atente contra la plenitud del legítimo gobierno de Chile.

 

-¿Por qué se rompieron las conversaciones entre el Gobierno y la Democracia Cristiana?

 

-Porque las presiones de sectores de la derecha de la Democracia Cristiana y la propia derecha política chilena fueron muy grandes. Nosotros no sólo buscamos el diálogo, sino que a fin de consolidar una solución positiva fuimos suficientemente elásticos para aceptar algunos de los planteamientos de la Democracia Cristiana, claro que sin vulnerar nuestro programa. Por ejemplo, la Democracia Cristiana estuvo hablando mucho tiempo de las empresas de los trabajadores. Nosotros rechazamos esa iniciativa tal cual planteaba, pero a lo largo de las conversaciones nos dimos cuenta de que ellos mismos habían cambiado su apreciación de lo que debía ser una empresa de los trabajadores. Y cuando conjugamos las posiciones que antes habían sido antagónicas y vimos el cambio que ellos habían posibilitado, nos dimos cuenta de que había una gran posibilidad de establecer empresas de los trabajadores dentro de la concepción justa de un proceso revolucionario. Y eso fue un pacto importante.

Además admitimos que el caso de la papelera (un monopolio del ramo del papel), quedará excluido en esta etapa sin renunciar nosotros a utilizar recursos administrativos o legales más adelante. Y por último aceptamos que algunos de los bancos, quedándose dentro del sistema bancario, esencialmente estuvieran destinados a servir crediticia mente a las empresas del área de los trabajadores. Usted comprenderá que ello fue un paso decisivo -y decidido- por parte nuestra. Creíamos que con ello se consolidaría un entendimiento que también para nosotros significaba algo definitivo como era crear el área social de la economía, establecer normas claras para la mediana y la pequeña empresa industrial y agrícola, fijar las atribuciones definitivas de los organismos administrativos para la adquisición de acciones y las expropiaciones.

Para la Unidad Popular, ello hubiera significado consolidar con rapidez un proceso por el cual venimos luchando desde el comienzo del gobierno. Y para la Democracia Cristiana significaba colocarse dentro de los planteamientos del programa que levantara Radomiro Tomic y que tiene muchos puntos de similitud con el programa de la Unidad Popular. Pero el sector de los banqueros, de los monopolios, de las empresas imperialistas, veía en esta solución una derrota definitiva y los sectores políticos de la derecha, también. Por lo tanto, descargaron una campaña tenaz que fue horadando la decisión de la Democracia Cristiana hasta que llegamos a un impasse.

 

-El recuento de las elecciones parciales efectuadas hasta ahora parece sugerir que la Unidad Popular mantiene una holgada, primera minoría electoral pero que es en general numéricamente inferior a la alianza PDOPN. La misma se perfila a través de una confederación que se propone dejar en minoría parlamentaria al gobierno y frenar sus iniciativas de tipo legislativo. Entonces: ¿Cuáles son sus estimaciones para los comicios de marzo? ¿Qué alternativa quedaría a la vista para concretar la vía chilena al socialismo si la Unidad Popular no consigue una buena posición parlamentaria, teniendo en cuenta que ello indicaría un resultado igualmente negativo en caso de acudir a un plebiscito?

 

-Yo creo que es partir de una apreciación no objetiva decir que nosotros estamos en minoría ante la gesta electoral de marzo próximo y también si convocáramos a un plebiscito. La verdad estricta es que si comparamos los resultados durante la etapa de nuestro gobierno con los que obtuvieron gobiernos anteriores en un mismo lapso, podremos señalar un hecho significativo.

Todos los demás gobiernos bajaron ostensiblemente, en cambio nosotros hemos subido y nos hemos mantenido en una votación bastante alta.

Por ejemplo: El gobierno Frei, que partió con el 56 por ciento de los votos (en las elecciones presidenciales de septiembre de 1964), al año y ocho meses de gestión tenía un 32 por ciento.

Al año y ocho meses de gobierno, nosotros, que partimos con el 36 por ciento de los votos, tenemos un promedio, en las elecciones (complementarias) de O’Higgins, Colchagua, Linares, Valparaíso y Coquimbo, de 46,7 por ciento. Y en este promedio no hemos tenido en cuenta las elecciones generales de regidores, porque son muy distintas. Allí recibimos nosotros un 50,1 por ciento. Entonces yo creo que partimos de una sólida base electoral. A ello se agrega que por primera vez las fuerzas populares van a tener un partido federado (la Unidad Popular se presentará con lista única) lo cual facilita la movilización, la propaganda, y los planteamientos.

Tome en cuenta además que el pueblo tiene conciencia de que la oposición se ha asentado en el Congreso. De ahí, pues, la necesidad de abrir las puertas del Congreso a la mayoría popular para poder cumplir el programa. En seguida, creo yo que si la base electoral de este gobierno es la más sólida que haya tenido cualquier gobierno, la base social, que tiene mayor importancia, es también la más firme que tuvo nunca un gobierno chileno. Hay que tomar en consideración que a pesar de ir desunidos a los comicios de la Central Única de Trabajadores los candidatos de la izquierda han obtenido más del 70 por ciento de los sufragios. Y lo mismo sucedió en la Confederación General del Cobre, donde fuimos separados y sin embargo recibimos una votación similar. Así que la fuerza social organizada de los trabajadores, en los dos tercios apoya a este gobierno. Y aun aquellos trabajadores que no votaron por nosotros en la CUT, por posición de clase tienen que estar indiscutiblemente con muchas de las iniciativas de la Unidad Popular. Nosotros hemos levantado, no una plataforma electoral, sino una plataforma social impulsada por el gobierno y por cierto que aceptada por los partidos. Y ahora mismo vengo de una reunión que estaba presidiendo para establecer orgánicamente las comisiones que van a estudiar la nueva Constitución para un país que camina al socialismo, el nuevo código del trabajo, la nueva seguridad social, la nueva Reforma Agraria, la nueva reforma educacional, el servicio nacional de salud, la nueva estructura administrativa, la nueva definición de la comuna. Tales son las bases de una movilización social que lógicamente tiene también que influir en el proceso electoral. Es que por primera vez el chileno va a entender con claridad meridiana que su futuro y su destino dependerá del resultado de las elecciones.

Con un Congreso en que tengamos la mayoría o un porcentaje alto aunque no fuéramos mayoría, nosotros movilizaremos al pueblo para obtener el despacho de estas leyes que son esenciales para él.

 

-Su recién anunciado proyecto de reajuste y política impositiva, que se propone beneficiar a las capas bajas, sacando recursos de las altas, parece significar que busca afianzar su base popular. ¿Cuál cree que será la respuesta de los estratos medios a esa iniciativa, incluyendo sus preferencias electorales?

 

-En realidad la iniciativa nuestra del proyecto de reajuste no está destinada a fines electorales.

En el programa de la Unidad Popular se establece que habrá reajustes periódicos en relación con el alza del costo de vida. A nosotros nos interesa sobremanera que el pueblo entienda que vamos a hacer un reajuste porque el costo de vida ha aumentado extraordinariamente, y no queremos que ello pese sobre quienes tienen ingresos bajos o limitados y porque además, en un país donde se ha creado un poder de compra interno bastante más amplio que el que había, y en donde entonces la demanda es superior a la oferta; en un país que tradicionalmente ha importado 200 millones de dólares al año en carne, trigo, grasa, mantequilla y aceite, ahora en alimentos tenemos que importar más ya que la gente tiene conciencia de su derecho. Si importando aquella cifra de 200 millones el 42 por ciento de los chilenos se alimentaba por debajo de lo normal, entonces nosotros estamos hoy en la obligación de entregar más alimentos. Y como en todos los países del mundo el proceso de Reforma Agraria en su etapa inicial no puede rendir de inmediato lo que se espera, nos hallamos abocados a una importación superior, con el agravante de que por la devaluación del dólar nos encontramos con que los alimentos así como insumos y repuestos, han experimentado un alza de precios significativa o sea con igual cantidad de millones, hoy día traeríamos menos alimentos. Bien: hemos proyectado traer 320 millones para satisfacer la demanda. El problema para nosotros es muy serio porque lamentablemente lo más agudo en este instante es la carencia de divisas, que en el caso nuestro se ha agravado a pesar de la renegociación de la deuda externa por la baja del precio del cobre. Quiero señalar que el promedio del precio del cobreen 1970, último año de gobierno del señor Frei, fue de 59 centavos la libra; el año pasado, para nosotros, no alcanzó a 48, y este año no alcanzará quizás a 47. Ello nos significó, para el año pasado, un menor ingreso de 175 millones de dólares.

Usted comprenderá la repercusión que ello tiene en un país cuyo presupuesto de importación es de mil 200 millones de dólares. Si no hubiéramos renegociado la deuda externa este año hubiéramos debido afrontar un pago de 400 millones en amortizaciones e intereses. Ya pesar de esa renegociación, tenemos que pagar 208 millones.

Volviendo al problema del reajuste. Nosotros pensamos efectuar un reajuste ahora, pero al mismo tiempo hacer entender que durante los dos años del gobierno le hemos dado aumentos reales por encima del encarecimiento de la vida. Si el alza de precios fue de 100, nosotros le hemos dado 180, en estos dos años. Debemos hacer comprender a los compañeros que no podemos seguir dando reajustes de esa magnitud.

Los daremos exclusivamente en relación con el alza del costo de vida, por una parte, y por la otra habrá que comprender que la política economicista, de reivindicaciones propias de los regímenes tradicionales debe terminarse y que debemos abrir expectativas con incentivos de productividad hasta llegar a la escala única de sueldos y salarios por actividad. Ello, claro, no es algo que podamos fabricar de la noche a la mañana. Así que en esencia el problema de reajustes no está destinado al campo electoral sino a defender nuestra economía, nuestro desarrollo. Chile tiene grandes expectativas para el futuro; ello se desprende, por ejemplo, de las posibilidades de inversión para bienes de capital por los créditos obtenidos. Pero en este momento tenemos dificultades de caja, y eso debe entenderlo el país.

 

-¿Cómo piensa cubrir el vacío del ámbito privado, y cuáles serán los lineamientos de la política de inversiones anunciada para romper los cuellos de botella de la economía chilena?

 

-Es efectivo que ningún gobierno ha programado un monto de inversiones en escudos y en dólares tan alto como el que hemos previsto para cinco años. Este fuerte impulso de la inversión fiscal tiene que estar asentado además en el desarrollo de las empresas del área social de la economía. Esas empresas no han tenido excedentes. Y no lo han tenido porque hemos hecho, como una primera etapa, una política de precios que es justa. Había miles y miles de chilenos que no podían comprar, que estaban cesantes, había una capacidad ociosa instalada y por lo tanto decidimos mantener el nivel de precios. Pero como resulta que han subido los insumos, que se importan, y como los costos internos también han subido, no podemos bonificar a esas empresas del área social. Ello se prestaría para la especulación, el mercado negro, el contrabando. Entonces, tenemos que alzar los precios y establecer normas muy rígidas, sobre todo de tipo crediticio, hasta obtener que ellas se autofinancien. Y entonces sí que habrá excedentes que tendremos que invertir en la ampliación de esas empresas en beneficios de orden social para todos los trabajadores; un porcentaje para incrementar los ingresos del arca fiscal y un porcentaje para sueldos y salarios.

La importancia que tiene pues la participación de los trabajadores en la dirección de las empresas es precisamente el conocimiento de la realidad económica y financiera de ellas.

También hay que señalar que a pesar de haber entrado a funcionar la capacidad ociosa de las empresas, que se podía estimar en un 25 por ciento, la demanda es mayor. En este instante, en Chile, todo lo que se produce se vende. Y como la vida es barata en comparación con otros países, también hay una fuerte salida de productos nuestros hacia naciones limítrofes.

Estamos muy satisfechos cuando vienen turistas argentinos, peruanos, bolivianos, pero no estamos satisfechos cuando vienen en realidad comerciantes o gente que busca hacer utilidades. Está bien que podamos darle al turista la posibilidad de un consumo para su uso personal. No nos interesa que se lleve un par de zapatos, un par de camisas, pero nos preocupa mucho que un comerciante se quiera llevar cien camisas. Hemos sufrido, por ejemplo, ese fenómeno con el caso de los repuestos de automóviles.

Volviendo a la pregunta, pensamos incentivar la inversión privada definiendo muy claramente lo que entendemos por mediana y pequeña industria, dándole toda clase de garantías, estableciendo líneas de créditos y más que nada estableciendo líneas de producción que garanticen la colocación del producto. Por ejemplo, industrias de artefactos de una línea blanca, a la cual podemos asegurar un mercado más amplio que el que tenía. Además ya le hemos planteado a los agricultores algunas medidas que entendemos que los motivarán.

Pensamos enviar un proyecto de Reforma Agraria modificando la ley actual. Sin embargo queremos anticiparles que entre 40 y 60 hectáreas, no vamos a efectuar expropiaciones durante dos años. Fuera de eso, se les ofrecerán créditos, semillas, abonos, ayuda técnica.

 

-En tal contexto, ¿cómo jugarán los créditos de los países amigos, y particularmente los de naciones socialistas?

 

-En realidad hemos encontrado cooperación por parte de algunos países capitalistas de Europa, intensificando tendido nuestro intercambio y hemos tenido líneas de créditos con diversos países latinoamericanos.

Pensamos que Japón será potencialmente, también, un punto de apoyo tanto en la expansión del intercambio comercial, técnico, cultural y crediticio. Pero indiscutiblemente hay que señalar la gran comprensión y cooperación de los países socialistas, con los cuales tenemos créditos por 460 millones de dólares para bienes de capital y un porcentaje de ellos para bienes perecederos, fuera de créditos en moneda dura. Se trata de una inyección bastante importante para el desarrollo económico nuestro, tomando en cuenta dos cosas: 1) la cuantía de los créditos; 2) el bajo interés y el plazo largo. Ello trae apareado además la ayuda técnica y la asesoría.

 

-En su balance de casi dos años de gobierno, éste reivindica los golpes asestados al interés externo. Sin embargo, ¿qué fuerza conserva todavía y cuál es su potencial de amenaza contra el proceso?

 

-Para nosotros el imperialismo no es un tigre de papel. Lo hemos sentido y lo hemos vivido. Un país en vías de desarrollo ubicado en la realidad geográfica nuestra, sabe perfectamente bien a qué atenerse a ese respecto. Lógicamente el imperialismo ha adecuado sus actitudes a nuestra realidad y a la realidad mundial. No podía intervenir directamente; ésta no es tierra de nadie: es tierra de chilenos. Pero los manejos turbios y soterrados de la ITT el mundo los conoce.

Pudo esto desembocar en la guerra civil. Utilizaron cuanto expediente ilícito y artero creyeron viable para impedir que yo llegara al gobierno. Sin embargo se encontraron con que la institucionalidad chilena era mucho más sólida de cuanto imaginaban. Los sectores reaccionarios y pro imperialistas llegaron a consumar el asesinato del general Schneider, hecho que, contrariamente a lo previsto, significó consolidar la institucionalidad chilena, y acentuar la actitud profesional y respetuosa de la voluntad popular de las Fuerzas Armadas. No obstante, seguimos sufriendo las consecuencias: de ahí, sino un bloqueo abierto, un bloqueo que se siente. ¿Dónde? En los organismos internacionales, en las líneas de créditos de los bancos privados norteamericanos, está presente en la renegociación que tenemos con el Departamento de Estado para la deuda externa porque siempre aparece la sombra de la indemnización de las compañías del cobre.